León, mayo de 1923: el asesinato a tiros de Fernando González Regueral en la calle Cervantes

El político Fernando González Regueral murió tiroteado también en mayo en León.

Corría el año de 1923, la época en la que la ciudad de León crecía inusitadamente. Tiempos aquellos en los que el ensanche de la ciudad empezaba a vislumbrarse como una imparable realidad.

El 17 de mayo de 1923 la ciudad se estremecía con el asesinato de Fernando González Regueral y Álvarez Arenas en la calle Cervantes, a escasos metros de su casa, cuando venía de ver una obra de teatro. Había sido diputado a Cortes y gobernador civil de Teruel, Soria, Logroño, Lugo, Castellón, Álava y Vizcaya en una época convulsa con graves y numerosos atentados anarquistas.

La policía sospechó del grupo anarquista Los Solidarios. En León existían agrupaciones anarquistas con una base social localizada principalmente en las inmediaciones de las fábricas de curtidos de Santa Ana (relacionado con Buenaventura Durruti, con parte de su familia habiendo sido curtidora) y el barrio de La Vega, en los alrededores de la estación del Norte. En este articulo publicado en 2015 en ILEÓN se explica a fondo cómo sucedió hace 101 años aquel magnicidio.

El asesinato de Fernando González Regueral –hace casi justo 101 años a tiros, muy similar al de Isabel Carrasco que murió igual 91 años después– supuso, como cuestión de fondo, el aviso y desprecio de parte de las nuevas clases sindicales de que en ciudades como León nadie se iba a poder sentir a salvo a pesar de sus gloriosos antecedentes familiares y profesionales.

Organizados férreamente en torno a los sindicatos, los obreros españoles (y leoneses, pero especialmente los barceloneses) habían conseguido convertirse en una fuerza determinante en la política. Ahora los carpinteros, mineros, torneros, lavanderas, albañiles y asalariados curtidores también querían decidir. Y eso, en Estados Unidos (el 1 de mayo se conmemora las masacres de obreros en Chicago durante 1886 reivindicando la jornada de 8 horas), en Europa y en España, solo significaba una cosa: antes o después iba a correr la sangre.

Que la Cámara de la Propiedad Urbana de León se creara en 1923 no fue casual. Se debió a un conjunto de causas imperiosas y coincidentes ajenas a cualquier coyuntura política. Basta repasar la documentación de la época para comprobar el descomunal crecimiento demográfico y urbanístico de la ciudad de León, con el consiguiente aumento de los diferentes proyectos imprescindibles a los que se enfrentaba la provincia. Un futuro que daba vértigo. La demanda de viviendas crecía insospechadamente. Algunos proyectos se llevaron a cabo con completo éxito, otros solo los conocemos por los documentos conservados en los diferentes archivos y jamás se llegaron a consumar o tan siquiera iniciar. Citaremos los principales realizados: traída de aguas y soterramiento de las seculares presas que rodeaban la ciudad, acometida del alcantarillado, nueva pavimentación de las calles (por cuenta de los propietarios, aunque el Ayuntamiento solía ceder la loseta para la pavimentación y el encintado), instalación y soterramiento de líneas eléctricas, telefónicas y telegráficas, parcelación y alineación de las calles de barrios enteros de reciente creación como San Claudio, de la Vega o El Ejido, asentamiento de la banca nacional en nuestra ciudad, construcción de «casas baratas», de colegios (colegio de Nava, Normal de Maestras, del barrio de la Vega, mejoras en las escuelas de la calle del Cid, en la calle de Julio del Campo y en Puente Castro…), de un aeródromo, de un nuevo cuartel para el regimiento de Burgos (entonces asentado en la calle del Cid), inauguración de la estación del ferrocarril de Matallana, construcción de surtidores de gasolina (en la plaza de Santo Domingo y en la avenida del Padre Isla, concedidos a la Comercial Industrial Pallarés), firme decisión de construir un cementerio nuevo, grandes obras de encauzamiento del río Bernesga…

El propio Ayuntamiento reconocía en 1923 la implacable realidad:

“Da una idea muy fiel del incremento experimentado por las industrias de esta capital, especialmente por las que la caracterizan, que son las referentes al ramo de la construcción, el número de obreros pertenecientes al mismo que en la actualidad trabajan, que es de 1.800 a 2.000, calculándose que ha sufrido un aumento de 300 % en comparación con los que había en el año 1911, cifra que está en primera categoría comparada con las principales capitales de España. 

En el ramo de la albañilería se trabaja actualmente con todos los adelantos más modernos, siendo considerable el número de edificaciones que se están llevando a cabo, entre ellas varias casas de cemento armado, pudiendo compararse con las principales capitales de España. 

Del ramo de la madera se hace constar que en el año de 1911 había solamente un taller mecánico de carpintería, y en la actualidad trabajan considerablemente seis talleres mecánicos y tres fábricas de aserrar madera y confección de molduras, todas ellas dotadas de los elementos más modernos. 

También ha habido un grandísimo desarrollo por lo que se refiere al ramo de la cerámica, pues en 1911 había solamente 3 casas que se dedicaban a esta industria por procedimientos primitivos y de escasa producción, y hoy en día su número es de 15, de cuyas casas están dotadas cinco de maquinaria modernísima y que dan gran rendimiento. Además, existen dos casas de piedra artificial, mosaicos hidráulicos y cemento comprimido. 

Por lo que se refiere a metalurgia, fontanería y saneamiento, en 1911 eran solamente 3 las casas dedicadas a estas industrias, y hoy son 16, que están instaladas en magníficas condiciones y dotadas de maquinaria moderna. Los talleres de pintura han aumentado en relación con los demás gremios del ramo de la construcción.

Este Ayuntamiento, precisamente, ha acordado la redacción de una Memoria que acredite el desarrollo de esta provincia, y particularmente de la capital, en las órdenes que por la Superioridad se interesan, y de dicha Memoria, redactada para su presentación al Gobierno de Su Majestad, tengo el honor de acompañar un ejemplar para su elevación al Ministerio de Trabajo, pues no existe testimonio más fiel del progreso de León en los ramos industrial y mercantil. 

Respecto al aumento de población, ha de consignarse que en el año de 1911 había en león 18.197 habitantes de hecho, y en 1920 resultaron 21.477, acusando un aumento de población de más de 3.000 almas, si bien en el padrón de vecindad del año 1922 sufrió una considerable baja el padrón de habitantes, pues habiéndose de incluir todos los que residan en el término municipal el día 31 de diciembre, y faltando en el año anterior un gran número de individuos pertenecientes al Ejército que se hallaban en África por pertenecer a la guarnición de esta ciudad destinada al servicio de campaña, sin contar las licencias propias de la época, la merma sufrida en el contingente debió acercarse al número de 1.000, por lo que procede continuar apreciándose en más de 3.000 almas el aumento de población desde 1911 hasta la fecha 

Lo que comunico a V. E. […] 

León, 20 de diciembre de 1923 

Ante esta palpable realidad, los gravísimos problemas sociales del momento: las guerras de África, la emigración a otros países (particularmente de América) y el imparable flujo de nuevos transeúntes (también delincuentes y vagabundos incontrolados) y nuevos ciudadanos en la ciudad de León. Y, por supuesto, el auge de los movimientos más temibles, donde el sindicalismo violento y el anarquismo campaban a sus anchas y apenas dos años antes había asesinado a un presidente del Gobierno íntimamente relacionado con León como Eduardo Dato Iradier

Por qué asesinaron a Regueral

En mayo de 1923 fue, igualmente que Dato, asesinado en la calle Cervantes el cultísimo leonés Fernando González Regueral, quien un año antes había dejado uno de sus innumerables cargos públicos como gobernador civil de la conflictiva provincia de Vizcaya. Este fue, sin duda, como se reconoce en el propio Boletín Oficial del Estado de la época, el motivo por el que los sindicalistas más violentos y rencorosos lo mataron. ¿Pero qué significó la muerte violenta y ultrajante para la familia González Regueral y buena parte de la burguesía leonesa? ¿Qué representaba la familia González Regueral para León?

El abogado Fernando González Regueral Álvarez Arenas era hijo del insigne ingeniero nacido en León Salustio González Regueral, quien tiene una calle que le recuerda en Gijón, pues fue el responsable de infinidad de carreteras y puentes construidos en Asturias, y del diseño de muchas calles; como la calle Uría en Oviedo, por ejemplo. Pero los dos grandes proyectos de González Regueral fueron el puerto refugio de Asturias (el Musel) y el ferrocarril León-Gijón, con el impresionante tramo del puerto de Pajares.  Salustio estaba casado con Carmen Álvarez-Arenas Vereterra (1857), hija del rector de la Universidad de Oviedo, tuvo dieciséis hijos, de los que el segundo, Vicente, seguiría la carrera de su padre y también sería diputado.

Salustio fue diputado y senador; e Ingeniero Jefe de León. Aunque sus hijos nacieron en Asturias, fue precisamente su hijo Fernando (el político asesinado objeto de este artículo) quien se instaló muy pronto en León, en la plaza Torres de Omaña, donde la familia González Regueral era propietaria de dos inmuebles (uno de ellos lindaba con la calle Serranos). Sí, de dos inmuebles, porque mientras los descendientes de Salustio disponían de el de la plaza de Torres de Omaña, en la misma plaza, pero con entrada por el número 1 de la calle Serranos, habitaba Emilia González Regueral Blanco, hermana de Salustio, casada con el cordobés Manuel Pérez Martín, con quien tuvo 6 hijos de los que la sobrevivieron 4 (Petra falleció en noviembre de 1891, un año antes que su hermano Salustio): Petra, Marcela, Augusto y Eladio.

Es decir, que, aunque el padre de Salustio y Emilia fuese de Cangas de Tineo, la madre, Petra Blanco, cuyo apellido delata su procedencia hospiciana en León, era leonesa (como ella misma reconoce en el testamento), por lo que la referencia que da la Real Academia de la Historia sobre el lugar de nacimiento de Petra es incorrecta. Y por este mismo motivo Salustio y Emilia son leoneses de nacimiento. Es importante tener estos datos en cuenta.  

Cuando falleció Salustio, su viuda se instaló en Madrid (calle Almagro número 12), donde también habitaban la mayoría de sus hijos: Olvido, Nicolás (abogado), Ramón (abogado), Salustio (sobrestante de obras) y Juan (teniente de Caballería). Mientras, en Asturias, Vicente González Regueral Álvarez Arenas seguía los pasos de su padre en Gijón. 

Fue Fernando quien permaneció en León (aunque había nacido en Asturias), casándose con Visitación Jové, y de cuyo matrimonio su estirpe se mantuvo en León con sus hijos Fernando, Ramón, José y Carmen.

La historia de la familia González Regueral en León

A comienzos del siglo XX, la familia González Regueral compartía espacio vital en la plaza Torres de Omaña y lugares más próximos con sus vecinos –y en muchos casos familiares– como los Lázaro de Diego, marqués de Montevirgen, Fernández-Llamazares, Pallarés, García Moliner o Del Campo (Julio). Por entonces, la burguesía “más selecta” vivía apiñada en el barrio de Santa Marina y era propietaria de numerosos bienes muebles e inmuebles en la ciudad de León, en Madrid, censos y foros en los pueblos de las provincias, así como buena parte de diferentes bienes provenientes de las diferentes desamortizaciones.

La seguridad de estas familias empezó a verse comprometida a partir de los años 20 del siglo XX, cuando todo empezó a cambiar por los acontecimientos antes expuestos. Esa gran burguesía de finales del siglo XIX ya se había instalado en Madrid, y los que se quedaron, como Fernando, empezaron a sentirse amenazados. Los tiempos estaban cambiando demasiado rápidamente.

El asesinato de Fernando González Regueral (padre) no fue un hecho aislado. Porque una vez concluida la Primera Guerra Mundial —e incluso antes— el mundo afrontó situaciones nunca antes conocidas. No fue solo que los grandes imperios desaparecieran o que el mundo asistiera a una nueva dimensión de la devastación bélica. Ni que Alemania fuera humillada por los vencedores o que los Estados Unidos mostraran por vez primera un atisbo de su poder. La socialdemocracia desembarcaba, a través de las urnas, en el gobierno de naciones como Dinamarca, Suecia o Alemania, con sus programas de reformas sociales. Una revolución obrera conseguía no solo derrocar a una dinastía centenaria, sino consolidar un gobierno comunista produciendo una terrible guerra civil y consolidando una tiranía comunista.

Aquellos días que conmovieron al mundo abrieron la escena a nuevos actores para los que las viejas estructuras sociales apenas eran otra cosa que obstáculos que superar en una marcha que se antojaba larga pero prometedora. Y España no era diferente. La huelga general revolucionaria impulsada por socialistas y anarquistas en 1917 desembocó en un fracaso que, pese a todo, dejaba bien claro que el proletariado español había dejado de conformarse con ser carne de cañón para las desastrosas guerras coloniales o mano de obra barata sin otra perspectiva que la subsistencia y el atraso. Reunidos en ateneos y bibliotecas populares, alimentados por los rescoldos de la Escuela Libre y las bibliotecas de Sierra Pambley, pero sobre todo por los libros y estudios publicados por Concepción Arenal, que por más que quieran publicar lo contrario hicieron mucha más mella en la mente del proletariado instruido que la reiterada escuela libre de Ferrer (casado con una señora acaudalada). La problemática social era mucho mayor que lo que se está acostumbrado a leer en publicaciones recientes…

Pensión de 12.500 pesetas a la viuda

La viuda de Fernando, tras el asesinato, cobraría del Estado las 12.500 pesetas mensuales (un gran sueldo para la época) que tenía asignado su marido fallecido “en acto de servicio”. Pero ya nada sería igual. Su hijo, también llamado Fernando, se había casado con Elisa Paz Morán, con quien vivía en la plaza de San Marcelo, en el edificio que sería la sede del Banco Herrero en León, donde Fernando era su director. Fernando González Regueral Jové, hijo del asesinado ex gobernador de Vizcaya, tuvo que lidiar con los militares, por una parte, y con una cruenta guerra civil en la que se le colocó –por su reconocido talento, como había sucedido con su padre Fernando y con su abuelo, el ingeniero Salustio González Regueral y Blanco– en las esferas de la política leonesa, al ser nombrado alcalde de León durante los momentos más trágicos del conflicto civil, sabiendo que de no haberse producido el Alzamiento en León muy probablemente él hubiese sido igualmente asesinado, y de que su patrimonio personal y familiar iba a salir muy perjudicado a pesar de que las tropas franquistas ganasen la contienda. Su prematura muerte fue el triste colofón hacia el olvido de los leoneses, que ya habían olvidado a tan excelso ingeniero de Caminos, Canales y Puertos que había sido su antepasado…

A los diez primeros años de la creación de la Cámara de la Propiedad se habría consumado en León la muerte trágica de tres representativos leoneses: Fernando González Regueral, Fernando Merino Villarino (se suicidó con gravísimos problemas financieros) y Mariano Andrés Lescún (tras contraer sífilis). La sociedad había cambiado a pasos agigantados. La gran tragedia nacional estaba por llegar y León, como el resto de España, ardería por los cuatro costados sacudida sin piedad por la furia y odio de todos los jinetes del Apocalipsis

La familia González Regueral no sería una excepción.

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