La vida cotidiana de la burguesía de León en el siglo XIX

Jugando al julepe en la casa en León de la familia Salgado Benavides.
14 de agosto de 2024 14:03 h

Mientras en los siglos anteriores la cultura de los nobles era la que se imponía, en el León del siglo XIX las costumbres de la burguesía empezaron a tener gran aceptación. Sus viviendas bellamente decoradas, el lujo de sus vestidos y joyas y sus nuevas formas de diversión hicieron de la alta burguesía un modelo que el resto de la sociedad comenzó a imitar. Hubo cierta ostentación porque, por ejemplo, en el testamento de la banquera Catalina Fernández-Llamazares aparecieron inventariados casi doscientos pares de zapatos en sus armarios zapateros de la calle del Pozo, donde residía en el momento de su fallecimiento allá por 1845.

Los burgueses pensaban que la escala social debía componerse no por sus apellidos o los títulos de sus familias, sino según los méritos de los individuos, pero el sistema político que existía en casi todos los países europeos era la monarquía absoluta, en el que solo la familia de los gobernantes y los miembros de la nobleza gozaban de privilegios, por lo que los ciudadanos del pueblo llano no podían aspirar a esos títulos de nobleza, que garantizaban los privilegios que se obtenían de forma hereditaria. 

¿Pero cómo era realmente la vida cotidiana de estas familias propietarias? ¿Sería parecida a este documento que apareció enmarcado en la pared de una de las viviendas de la familia Fernández-Llamazares?

Porque el siglo XIX fue un siglo rico en cambios políticos, sociales y culturales y, como no podía ser de otro modo, en el cambio de los usos y costumbres. Esta transformación de la poesía, la música, literatura, educación, ejercicio físico, búsqueda de perfumes, cosméticos, lujo, moda, teatro, ópera, gusto por los viajes y búsqueda del conocimiento y piezas de arte en general del siglo XIX, fue posible gracias a la burguesía, el grupo social más pujante, que gozaba de un poder económico alto merced a la propiedad de la tierra y a su dedicación en la industria y a las empresas financieras y comerciales dentro y fuera de la península Ibérica.

Podemos definir y afirmar que todas las actividades anteriormente citadas eran el denominador común de la burguesía leonesa. Pero ojo, porque no toda ella era ideológicamente uniforme. Por ejemplo, el letrado y decano de los abogados leoneses de León en 1865 escribe este bello soneto a María Cristina Borbón Dos Sicilias, quien fuera la cuarta y última esposa de Fernando VII (su tío). Se volvió a casar en secreto poco después de morir Fernando VII con el joven miembro de la Guardia de Corps Fernando Muñoz, quien se convertiría en el duque de Riánsares, con quien tuvo ocho hijos más. María Cristina destacó por ser gran aficionada a la pintura, la escultura y música. Relacionada con esta última, además de tocar el arpa o el piano, despuntaba en canto, hasta el punto de hacerlo como una auténtica profesional. 

“El tocado, las plumas, las ricas joyas, cuando no la presencia de los guantes y el abanico, nos muestran todo un repertorio de símbolos propios del lenguaje romántico, repetidos en la mayoría de los retratos de la alta burguesía de la época y propios del ambiente y sentimiento femenino del momento. Se transmite la imagen cercana de una mujer a la moda, aunque solemnizada por la presencia de las insignias, ambas además reservadas para damas”, explican sobre este cuadro en el Museo del Ejército. Lo que indica la influencia de la burguesía ya entonces incluso en la realeza. 

La 'competición' poética de los burgueses leoneses del XIX

Rufino Barthe Vigil puede considerarse en León como uno de los exponentes más claros de esa burguesía “católica y conservadora”, en contraposición a otras familias burguesas claramente republicanas como los Arriola, Morán, Azcárate, Fernández-Llamazares, Sierra Pambley, etcétera. Rufino sería uno de los fundadores en la última década de 1890 del Ateneo Obrero Católico, donde se impartían clases y conocimientos de oficios, música y tantas y otras actividades culturales derivadas de la Real Sociedad de Amigos del País de León. Como podemos apreciar, no sólo los Sierra Pambley se dedicaron a fundar escuelas para obreros…

Lo que está claro es que el teatro y la poesía chiflaba a gran parte de esta emergente burguesía, y también se conservan documentos y poemas inéditos de esa otra burguesía tildada de “progresista y liberal”, como este poema donde Rutilio Fernández-Llamazares se mofa de las tertulias del Café La Estera y toda esa alta burguesía que poblaba sus salones (él mismo acudía) “para chismosear” sobre los asuntos políticos y culturales del León del siglo XIX.

Y como las mujeres burguesas leían mucho, a veces se encuentran marcapáginas creadas por ellas mismas, como esta flor en seda bordada y hallada entre las páginas de un vetusto ejemplar que perteneció a Felipe Fernández-Llamazares, por lo que sospechamos que la autora de esta obra de arte debió de ser su esposa Loreto Carcedo Chicarro en ratos de paciente armonía doméstica.

Así pasaban el tiempo en casa los burgueses leoneses, y fuera de ella recogiendo todo tipo de novedades en otros lugares de Europa, llegando incluso a viajar a la Exposición Universal de 1867 en París como ya se explicó en este reportaje del León Antiguo.

No eran precisamente unos provincianos que se quedaban en su lugar de origen, sino gentes muy cosmopolitas que cambiaron el mundo en el siglo XIX y primeros del siglo XX, con el desarrollo urbano de León en las dos primeras décadas de hace cien años justos.

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