Cómo afrontar el duelo por un accidente minero, una tragedia que “reabre heridas” en las cuencas

Vicente Martín (en el centro, de espaldas), llegando al Pozo Emilio del Valle de la Hullera Vasco-Leonesa, tras el accidente de 2013.

César Fernández

León —

El coordinador del Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes, Emergencias y Desastres de Castilla y León, Vicente Martín, estuvo el pasado martes en Villablino cuando llegaron los féretros de los cuatro trabajadores lacianiegos fallecidos el lunes en Cerredo (Degaña, Asturias). No fue difícil hacer un paralelismo con su intervención en octubre de 2013 ante el accidente que se cobró seis vidas en el Pozo Emilio del Valle de la Hullera Vasco-Leonesa en Llombera (La Pola de Gordón). El duelo por episodios de este tipo es “social” en las cuencas mineras. “Lo sienten de verdad porque lo sienten en sus carnes. Porque hay una relación de pertenencia con ese trabajo. Y porque existe una identidad con el minero. Esto reabre heridas”, explica en conversación telefónica este psicólogo al hacer con estos dos sucesos un punto y aparte en un inventario de casi 400 incidentes abordados desde la creación de esta herramienta hace ya 20 años.

Villablino y Torre del Bierzo fueron esta semana epicentros de un duelo colectivo, el que estas localidades eminentemente mineras de las cuencas lacianiega y berciana afrontan por la pérdida de vecinos que seguían bajando al subsuelo en la vecina Asturias, un hecho incluso desconcertante cuando las explotaciones de la provincia de León cerraron en 2018 con el fin de las ayudas a la producción de carbón para su consumo en las centrales térmicas. Martín habla de un “duelo social”, el que percibió hace ya casi 12 años en Gordón y volvió a notar esta semana en Laciana. “Quien más quien menos allí ya ha perdido un familiar o un amigo”, dice con el convencimiento de que el pésame no es en este caso un mero formalismo: “Algo tuyo se muere también”. Los sentimientos, ya difíciles de gestionar en el caso de muertes súbitas, pueden exacerbarse ante accidentes que se atribuyen a posibles negligencias.

El soporte vecinal, en estas primeras jornadas tras la tragedia, está siendo multitudinario, con miles de asistentes a los funerales en Villablino y Torre. Martín lo destaca al mismo tiempo que lanza un aviso: “El apoyo en estos primeros días es masivo y se está produciendo con mucho cariño. Pero luego la gente vuelve a la normalidad. Y los afectados pueden notar más la soledad”. Es por ello por lo que insta a mantener el arrope social cuando pasen las hojas del calendario. “No hay que dejarlos de lado”, añade haciendo un símil con las visitas a enfermos en los hospitales que se acaban masificando los domingos en lugar de repartirse por otros días de la semana. “Hay que seguir estando muy pendientes de estas personas”, apunta tras subrayar la importancia de que “no haya probabilidad de estrés postraumático”.

Martín, que sí acierta a comparar esta intervención con la practicada en un atentado de ETA contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Burgos en la medida en que había agentes que ya habían vivido otros episodios similares, reconoce que este accidente minero “reabre heridas” también porque “era menos esperado”. “No estaba ahora en la conciencia colectiva que esto pudiera suceder. Y hace 20 años eso sí estaba presente”, cuenta este psicólogo salmantino afincado en León desde los noventa y con consulta privada por la que han pasado y pasan familias mineras que en su día no contaron con este tipo de asistencia: “Y tienen una sensación de abandono por los empresarios y por los políticos. 'Nos dejaron tirados', dicen muchos de ellos”.

El apoyo en estos primeros días es masivo y se está produciendo con mucho cariño. Pero luego la gente vuelve a la normalidad. Y los afectados pueden notar más la soledad

Vicente Martín Coordinador del Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes, Emergencias y Desastres de Castilla y León

El Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes, Emergencias y Desastres de Castilla y León surgió a raíz los atentados del 11M en Madrid. El Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León sugirió su activación al de aquella director general de Protección Civil del Gobierno autonómico, Luis Aznar. “Al final no pudimos ir a Madrid”, cuenta Martín, por entonces vocal del Colegio Oficial, que promovió la realización de cursos de formación y suscribió un convenio con el servicio del 1-1-2 al constituir el grupo, que desde 2005 se acerca ya a las 400 intervenciones, la inmensa mayoría relacionadas con sucesos ocurridos en Castilla y León. Hay casos singulares como el accidente del avión de Spanair en agosto de 2008 en el Aeropuerto de Barajas, que movilizó a personal en dos grupos: unos directamente a Madrid y otros a domicilios de familiares de las víctimas en la comunidad.

Con ejemplos relativamente recientes de coberturas intensas como las de los incendios forestales con víctimas mortales del verano de 2022 en Zamora y Salamanca, el grupo se activó esta semana ante el accidente minero con cinco fallecidos el lunes en Cerredo. Martín llegó el martes al polideportivo de Villablino, convertido en capilla ardiente para velar a cuatro de los muertos. Lo primero fue habilitar espacios para que los familiares pudieran estar reunidos. La prioridad inicial en la asistencia no está “en los que más lloran o gritan”, sino en “los que están bloqueados”. Con la premisa de que “respetar los silencios es importantísimo”, el protocolo dicta entonces “iniciar una conversación” con “preguntas abiertas” sobre cómo se enteraron de lo ocurrido o cómo se sienten. Hay también en esta primera fase un repaso por cuestiones primarias en la gestión personal y doméstica como tener a mano la medicación, pedir permisos de trabajo o estar pendientes del colegio de los niños.

El manejo de los tiempos resulta fundamental para acercarse tanto a quienes exteriorizan su dolor como a quienes están bloqueados. Con los primeros hay que “esperar a que haya un desahogo” y con los segundos se buscan “aproximaciones sucesivas” con una asistencia “más emocional que de razonamientos”. Llega el momento “delicado” de la “toma de tierra”, de “concienciar de lo que ha ocurrido”. “Se trata de gestionar un poco sensaciones, pensamientos y conductas”, detalla Martín para apuntar que al final resulta usual que los propios afectados “se acerquen” a los psicólogos para aportar información. “Nosotros somos como las ambulancias”, ilustra para cifrar en esas primeras horas la intervención en emergencias.

La tragedia minera de estos días tiene una peculiaridad añadida al “duelo social” con la identificación con las víctimas en la cuenca. Y es que ha sido un duelo público con una considerable cobertura mediática y presencia de representantes políticos. Vicente Martín expresa una opinión personal. “Creo que los familiares más directos ni se enteran de las cámaras. Otra cosa son los allegados, que sí lo tienen más en cuenta”, indica para admitir que “no hay recetas” sobre la conveniencia o no para los más directamente afectados de consultar estos días los medios de comunicación. Y cree que las familias “agradecen” las condolencias de los políticos.

Y la última derivada de estas asistencias estriba en la repercusión personal para los propios psicólogos, esos profesionales embutidos en chalecos rojos que tratan estos días de amortiguar el golpe emocional, cuando concluye la intervención. ¿Tiene consecuencias o uno ya tiene callo? “Nosotros vamos adquiriendo experiencias. Y eso ahí queda. Cuando te paras a pensar, se te pueden poner los pelos de punta. Pero hay que reducir la empatía. No hay callo; forma parte de tu experiencia. A todos se nos va a morir alguien”, concluye Vicente Martín todavía con la resaca del accidente en Cerredo mientras varias llamadas del 1-1-2 interrumpen la conversación telefónica. Y es que la vida sigue tras la tragedia de días tan negros como el propio carbón. 

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