A uvas

Vendimiadoras.

Que si el aceite está a más de diez euros. Que si el alquiler sube como la espuma ya no sólo en capitales enormes sino también en las intermedias. Que si comprarse ropa linda ya no está al alcance de casi nadie. Que si un libro es un abuso para el bolsillo y no digamos ya ir al teatro. Que si la gasolina sube y el coche eléctrico solo aparece en pantalla, lejano, intocable, oasis de barro y paja. Que si los alemanes llaman a filas de nuevo, a alistarse a la mili porque, oye, nunca se sabe y menos se sabe hoy que creíamos que las guerras convencionales habían terminado en Europa y a lo mejor, ya ves, no, para nada, al revés: busca el casco y el fusil. Y si tienes hijos, escóndelos.

Que si al otro lado del charco un señor aprueba leyes que revientan un país por dentro. Que si para hacerlo reprime a miles y miles de personas que se atrincheran bajo la lluvia de gases en la plaza del Congreso. Que si la vicepresidenta le dice en la cara a un hijo de desaparecidos que reniega de su historia. Que si las palabras hieren y sangran y desbordan. Que si la policía intenta entrar en un bar y los comensales les tiran sillas porque si les pegan fuera, no esperen que les reciban con amor adentro como si fueran uno más. Pelea como un argentino, pienso, y sonrío dentro de la devastación que supone la Ley Bases que Milei aprobó por la mínima.

Que si un sevillano muy gracioso se inventa una máscara de vendetta y dice que él no es político, es otra cosa. Que si otro que tampoco decía ser político y ahora es vicepresidente de una comunidad autónoma, por llamarla de alguna manera, dice que los migrantes que los meta la ministra en su casa o les compren un billete de vuelta. Que lo de pensar en los audaces no le sale, son solo escoria que huele a negro. Que esos aventureros, turistas salvajes, no van a dejar de venir porque si te estás muriendo, ya me dirás. Que ya no solo es la desigualdad económica, sino también la climática. Que estamos asando a fuego lento a la mitad del mundo. Que si para qué vamos a gestionarlo con seriedad y teniendo en cuenta las necesidades de un continente más viejo que un sarcófago, pudiendo decir sandeces que se empaquetan en un tuit.

Que si la internet profunda lleva rato siendo analizada, controlada y capitalizada por una extrema derecha organizadísima y con una financiación acorde. Que si por el otro lado nos hacemos fotos y más fotos que subimos a Instagram como si a alguien le importase el último peinado, vestido o zapato que pisa alfombra roja, parlamento o reunión de alto nivel. Que si nos enfadamos tanto que ponemos vetos a personas concretas olvidando que sin comunidad no hay ruta de futuro alguna. Que si importa más el cargo que la vida de quien lucha cada día por salir a flote y tener una sonrisa para su familia y no sólo suspiros de angustia y cansancio.

Que si el mundo se desborda y algunos andan a uvas. En ese despropósito hay mujeres que reviven auditorios de la España olvidada para dar a esa gente lo que saben: esa es mi amiga Cristina García Casado en Zamora. Que si mientras todo estalla, otras forman en teatro con el mejor Lorca a quienes necesitan expresar su dolor: esa es mi amiga Macarena en Buenos Aires, nacida en Sevilla, criada en Valladolid y resucitada en Argentina, como ella misma afirma.

El túnel es oscuro como pocas veces, pero yo las miro a ellas, que no tienen difusión de estrellas, y comprendo que la belleza y la salvación nace más bien del olvido donde se comulga con la verdad. Como dice Cristina, somos de las tierras duras que hacen que broten mujeres más duras todavía. 

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