El cartero ya no llama nunca
Aunque parezca un ataque, sé muy bien que la gente de Correos agradecerá esta llamada de atención, porque también soy consciente de que los primeros quemados son ellos, con los recortes de plantilla, con la falta de personal y con una organización de arriba que parece puesta a veces por el enemigo. O por un amigo demasiado amigo, que esa puede ser otra.
La cuestión, señores, es que desde hace exactamente once días, el cartero no ha pasado por mi casa. Lo sé porque casi siempre llama a mi timbre, y porque espero unos cuantos papeles que dicen que ya me han enviado, y otros que sé que me han enviado, porque me los mandé yo mismo desde otra ciudad hará cosa de una semana. Luego lo hablo con otros vecinos y, claro, les pasa lo mismo, lo que no es ningún consuelo, sino todo lo contrario. Seguro que entre los lectores de estas líneas hay también mucha gente con el mismo problema en su barrio.
Y el caso es que el correo postal será, no lo niego, un servicio en retroceso que ha menguado su volumen de negocio con la irrupción de las empresas de mensajería y la enorme reducción del correo ordinario, pero a pesar de ello sigue siendo un servicio fundamental. Porque Hacienda te sigue mandando cartas, porque el Ayuntamiento y la Diputación te siguen mandando algunos recibos por carta, porque los bancos te mandan la tarjeta por carta y, sobre todo, porque muchas de las citas del Sacyl, para pruebas médicas, siguen llegando por carta.
En vez de recibir todos un saco de propaganda y tonterías, ahora resulta que sólo lo importante, y con cuentagotas, llega por carta, y ese modelo de negocio no interesa a la Administración, que racanea recursos para mantenerlo en pie, y nos encontramos en que en estas fechas el cartero es una especie de animal mitológico que no aparece nunca, y menos aún por las calles peatonales. Espero y deseo que el Ayuntamiento no haya restringido el paso fuera de horas de las furgonetas amarillas, complicando más el asunto, pero la cosa empieza a ser grave.
A ver si espabila quien corresponda, porque un servicio público no tiene por qué generar beneficio: le basta con funcionar. Ni espero que ganen dinero las escuelas, ni espero que lo ganen los hospitales, ni espero que lo gane Correos. Me basta con que funciones lo mejor posible.
Y cuando un servicio, tan básico como este, flaquea de una forma tan estrepitosa como estamos viendo en estas fechas, el descrédito se traslada a todo lo público y la gente dice que, si Amazon te trajera las cartas, al menos estas llegarían en tiempo y forma. Lo digo por aquello de que si el Gobierno, tan progresista él, quiere promocionar sus ideas amigas de lo público, haría bien en no darle a entender a la gente que lo público funciona como el trasero mientras que lo privado va como un tiro. Porque una campaña electoral como esta, a favor de la derecha, no se entiende fácilmente.
O sí, si les importa todo un huevo cuando no hay elecciones, que es lo que sospecho hace décadas.