Nuria Varela: “Todos quieren el feminismo, unos para destruirlo y otros para quedarse con su capital político”

Nuria Varela

Abel Aparicio

La política institucional es un lugar en el que, a simple vista, puede dar la impresión de que, a través de diferentes leyes, tiene asegurada la igualdad entre hombres y mujeres. Lo mismo podría extenderse a cargos de responsabilidad en medios de comunicación, empresas y un largo etcétera. Nuria Varela (Turón, Mieres, 1967) nos ofrece el ensayo “El síndrome Borgen. Por qué las mujeres abandonan la política” en el que se demuestra todo lo contrario. Varela cuenta con una dilatada experiencia en cargos de responsabilidad como directora general de Igualdad en Asturias o en la puesta en marcha del primer Ministerio de Igualdad en España como jefa de gabinete de Bibiana Aído. Además de su nuevo ensayo ha publicado 'Íbamos a ser reinas', 'Feminismo para principiantes' y 'Cansadas'.

El síndrome Borgen. Por qué las mujeres abandonan la política” será presentado este martes, 17 de septiembre, en la Sala Región del Instituto Leonés de Cultura a las 19 horas en un acto organizado por la asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León y la Asociación Feminista Leonesa 'Flora Tristán'. En ILEON hablamos con ella horas antes de que presente su nuevo libro en el ILC para analizar con calma su trabajo.

Vayamos al principio, es decir, al título. ¿Por qué decidiste ligarlo a la serie danesa Borgen?

El equipo responsable de los guiones de Borgen supo leer muy bien la sociedad, así como los cambios y tensiones que se estaban viviendo en torno a la política, a los medios de comunicación y, especialmente, a la llegada a los lugares de toma de decisiones de las mujeres. La serie muestra prácticamente todas las formas que tiene el poder de expulsar a las mujeres. Algunas son muy sutiles así que se ven mucho mejor si se reconocen en una serie. Borgen es un ejemplo de cómo se machaca a las mujeres para hacer de sus vidas políticas algo efímero.

“Nos encontramos en la situación paradójica de ver cómo el feminismo se ha convertido en algo popular, pero al mismo tiempo vacío de contenido”. Esto dices en tu libro.

Actualmente, la igualdad, lejos de ser el nervio central de la democracia, se ha convertido en una palabra vacía de contenido, en una retórica, una palabra manoseada, pero sin referente. El feminismo en los últimos años ha sido objeto de deseo de todos los partidos políticos. Todos quieren el feminismo, unos para destruirlo y otros para quedarse con su capital político.  

Otra frase extradía de tu libro, en este caso de la filósofa Laura Llevadot: “El poder se viste de rosa como el diablo de Prada. Por debajo de su performance sigue asegurando las formas de dominación”.

El poder político es una creación masculina que exprime y expulsa a las mujeres en un ciclo al que pocas sobreviven, a pesar de su capacidad de trabajo o su inteligencia. El resto solo es performance. Es lo que quiero expresar con el síndrome Borgen al que defino como la paradoja de que, por un lado, millones de niñas y mujeres viven en países, culturas y territorios donde no se respeta ninguno de sus derechos mientras que, en el resto del mundo, casi cualquier mujer es capaz de llegar a puestos de poder en el siglo XXI, pero muy pocas consiguen ejercerlo y casi ninguna puede mantenerse.

Los partidos de izquierda (especial atención al equipo del anterior Ministerio de Igualdad) y parte de la izquierda mediática están centrando casi todas sus miradas en la teoría queer. A quién discrepa, se le llama TERF y se habla de la furia TRANS. Una teoría que no es nueva, ya viene de los EEUU de los sesenta-setenta. A las filósofas y feministas que discrepan sobre dicha ley se las tacha de “las viejas feministas”. ¿Qué está pasando?

La teoría queer tiene mucho éxito porque es muy cómoda para el poder, no tiene contenido crítico ni potencia política. Además, está muy entrelazada con el neoliberalismo y con tremendos intereses de todas las industrias que comercializan con los cuerpos de las mujeres -desde la prostitución a los vientres de alquiler; desde la industria farmacéutica a las multinacionales de la industria criminal-. Eso también la hace muy atractiva para los medios de comunicación que tampoco están en su mejor momento -ni económico ni reputacional-. La fórmula para implantarla pasa por la cancelación que es la máxima patriarcal: el silencio es el mandato patriarcal por excelencia. Como dice Mary Beard, ya en la Odisea, en los comienzos de la literatura occidental, encontramos un modelo para silenciar la voz de las mujeres. Occidente tiene siglos de experiencia en silenciarnos. Esa izquierda posmoderna prefiere cancelar y silenciar antes que debatir, explicar y llegar a acuerdos. El proceso para desprestigiar a las feministas es de manual, se las deshumaniza llamándolas TERF y a partir de ahí se puede decir cualquier barbaridad. Es el mismo proceso que la extrema derecha ha utilizado con los MENAS, por ejemplo.

Describes un concepto que personalmente desconocía y me parece, una vez leído tu ensayo, imprescindible de analizar y conocer: “acantilado de cristal”.

Cuando hay o se prevé que llegue una crisis, se nombra a mujeres para que ocupen puestos de poder que anteriormente se les habían negado. El concepto lo acuñaron los investigadores Michelle K. Ryan y Alexander Haslam después de leer en The Times un artículo en el que se aseguraba que las empresas con mujeres en su dirección obtenían peores resultados en la bolsa británica y sus acciones caían. Puesto que el hecho descrito resultaba como mínimo raro, se preguntaron cuál podría ser el motivo y se pusieron a estudiarlo. La conclusión de su estudio sobre mil empresas británicas fue que éstas nombraban mujeres en la dirección cuando se atisbaba una crisis y además por espacios muy cortos de tiempo. A las mujeres se les da muy poco tiempo para consolidar su liderazgo. Hay muchísimos ejemplos de acantilados de cristal en la política, el último Kamala Harris. 

En la provincia de León tuvimos, casi en al mismo tiempo, al menos dos mujeres en los primeros puestos en la política nacional, pero en un espacio muy breve fueron sustituidas por dos hombres, que, bajo mi punto de vista, no son mejores que ellas. ¿Esto es habitual?

Es habitual que las mujeres sean expulsadas de la política y en esa expulsión no tiene nada que ver su formación ni su capacidad ni su gestión (en el caso de que la hayan tenido) es la actitud habitual del poder. Es como un carrusel. La impresión es que hay muchísimas mujeres en los puestos de decisión, pero la realidad es la contraria. El 1 de enero del año pasado había 36 mujeres jefas de Estado o Gobierno, en septiembre, nueve meses después, tan solo quedaban 28.  

El aumento del machismo en las aulas, las frases “habrá que firmar un contrato para tener relaciones sexuales”, “mi hijo tiene miedo a una denuncia falsa”, “las feministas se están pasando de frenada”. ¿A qué se debe esta ola reaccionaria?

Estamos viviendo dos fenómenos que asfixian al feminismo. El auge, especialmente mediático, de las teorías posmodernas que rechazan el núcleo de la teoría política feminista y han trasladado confusión y hasta hartazgo social por el enfrentamiento sistemático y, por otro, la reacción patriarcal de la ultraderecha hacia los avances del feminismo. Las incoherencias de la izquierda posmoderna han construido una pista de aterrizaje para la ultraderecha. 

Hablas de la canción “Zorra” que España llevó a Eurovisión, del apoyo de la televisión pública y de buena parte de la izquierda de este país.

Resignificar (que es la excusa que se dio para defender esa letra -incluso hay quien la definió como feminista-) es la mejor estrategia para que parezca que algo cambia cuando no cambia nada. Todo lo que tiene que ver con la posmodernidad se refiere a la apariencia, a lo sentido, a la subjetividad y eso no incomoda lo más mínimo al patriarcado porque en ningún momento cuestiona las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres. Es casi una tomadura de pelo, una burla, defender esa canción con las cifras de violencia de género que se soportan en este país. Zorra es la palabra que más utilizan los maltratadores para referirse a las mujeres, normalizarla no la resignifica, solo la blanquea.

Otro punto que analizas con detalle es la “política de las emociones”. De estar más pendiente del “like” que, del análisis, de la importancia de lo individual sobre lo colectivo…

Asegura Antoni Gutierrez-Rubi que el like está ganando la batalla al think. El desplazamiento de las ecuaciones racionales a las pulsiones emocionales está modificando la actitud de la sociedad. El voto ya no se piensa, se siente. Esto está ocurriendo mientras que, al mismo tiempo, la experiencia individual ha suplantado al argumento racional. Pero la experiencia no se discute, no se valora, no se evalúa. Discutir una experiencia personal termina en un ataque personal, por tanto, todo lo que se presenta de esta manera en política queda fuera del debate. Como señalan algunas expertas, a una política populista le corresponde un feminismo populista. A la política de las emociones le corresponde un feminismo emotivo (está de moda ponerle apellidos al feminismo, parece que todo vale). Ese feminismo emotivo no conforma derechos colectivos, solo se trata de cuestiones personales, se enfrenta con las feministas y no con el patriarcado, enmascara la desigualdad y la opresión estructural al referirse solo a esas experiencias personales.

El libro lo cierras con un, 'Eppur si muove', Sin embargo, se mueve.

Sí, el feminismo es una historia de éxito. Piensa de dónde venimos. El camino desde la falta de todo derecho hasta hoy ha sido tortuoso, pero lo hemos recorrido. Es tan cierto que el coste ha sido elevadísimo como que el feminismo ha mejorado todas las sociedades en las que se ha desarrollado.

“Dame la perseverancia de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un punto de partida para un nuevo avance”. Gabriela Mistral

― Nuria Varela, Cansadas

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