Aquellos chalés de Alcázar de Toledo en León, antaño calle Sierra Pambley

Así de señorial era la calle Alcázar de Toledo, antigua Sierra Pambley, en 1926.

Javier Fernández-Llamazares

La ciudad de León era bien distinta hace cien años que en la actualidad. De hecho la especulación de los años 60 a los 90 acabó con la posibilidad de haber contado con un centro digno de las ciudades modernistas más bellas de España.

El León de los primeros años del siglo XX mostraba su mejor cara con calles repletas de edificios imponentes, como los chalés de la calle Padre Isla, pero también entre Ordoño II y la actual plaza de la Inmaculada, en lo que hoy es la calle Alcázar de Toledo que, en aquellos tiempos era la original calle de Sierra Pambley (y la plaza denominada Circular).

Avatares de la vida, de esos magníficos edificios de la antigua calle Sierra Pambley sólo se conserva el palacete neomudéjar –que hoy en día se está restaurando–, de una rúa repleta de edificios de fachadas con gran porte, realizados durante el Ensanche. Hasta pocos años antes todos estos chalés característicos del primer tercio del siglo XX figuran en los documentos con la denominación de hotel: hotel (chalet) Alfageme, hotel Goyo, hotel de Eulogio Crespo Gero, hotel de Crisanto Sáenz de la Calzada, hotel de Roa de la Vega, hotel de Victoriano Alonso Vega, de González Fierro, de Eguiagaray, de Morros, de 'Ceremonias', y un larguísimo etcétera. Por cierto, este último chalé lo mandó construir el herrero Dionisio Fernández, su primer propietario. Durante la Guerra Civil hubo varios cambios de propiedad en varios de estos hoteles. A través de un estudio pormenorizado e individual de ellos se sacan varias conclusiones sobre la evolución urbanística y la tenencia de la propiedad inmobiliaria en León ciudad.

Sobre los chalets (entonces llamados 'hoteles'), los hubo en las avenidas Padre Isla, Ordoño II y Paseo de La Condesa, construidos antes de 1920. Pero también eran de renombre algunos otros que hubo en la calle Sierra Pambley, que es actualmente la calle de Alcázar de Toledo. Porque se pone el nombre a esa calle Sierra Pambley en 1909. Pero en plena guerra, a finales de 1937, dicha denominación (Gumersindo de Azcárate y su descendencia, tan vinculada a los Sierra Pambley, no simpatizaban en absoluto con los militares franquistas de nuestra provincia) fue sustituida por el de la calle Alcázar de Toledo, denominación que se mantiene en la actualidad.

En la calle Sierra Pambley construyó su 'hotelito' la familia Crespo. La familia Crespo (y su rama al emparentar con los Alfageme) es otro arquetipo de antiguas compras desamortizadoras y adquisiciones derivadas de las exclaustraciones y la administración de familias de la nobleza, como el palacio y monte de Tábara (Zamora), procedente de la marquesa viuda de Pastrana. También fueron comerciantes, con molinos en el Canal de Castilla y fábricas de harina en Pola de Gordón y Palanquinos, esta última se conserva en buen estado.

Eulogio Crespo Gero fue alcalde de León desde el 16 de agosto de 1922 hasta el 13 de abril de 1923, presidió la Cámara de Comercio, y fue el segundo presidente de la Cámara de la Propiedad Urbana de León, sustituyendo a Jacinto Sánchez Puelles a los pocos meses de la creación en 1923.

En 1913 terminó su 'hotelito' en finca de 380 metros cuadrados (en el número 9, para vivienda y clínica) un ilustre médico llamado Ramón Coderque Navarro. El hotel estaba compuesto de sótanos, entresuelo, principal y sotabanco. Era un hotel de moderna construcción con un jardín en la parte posterior, en el que se situaba un pabellón para clínica. Los materiales empleados eran el ladrillo revocado en la fachada, armadura de madera y cubierta de pizarra, con balcones de hierro.

Otro encantador 'hotel' situado en la calle Sierra Pambley era el de la familia Sáenz de la Calzada. El chalé del catedrático de Veterinaria, odontólogo, periodista, presidente del Casino, presidente de los Rotarios de León y otras muchas más cosas, Crisanto Sáenz de la Calzada, en enero de 1914 ya estaba en disposición de ser habitado, aunque no estaba rematada la obra. Fue levantado sobre terreno que perteneció a Bernardino González Calzada (dueño del número 5 de la misma calle conocido como Villa Benita). La finca de Crisanto tenía dos puertas de hierro laterales. La de la derecha daba acceso a la planta principal. En el fondo había un pequeño jardín. Al bajo o entresuelo se accedía por una puerta más pequeña colocada en el centro de la fachada, que era de ladrillo, con revoco ordinario. La armadura del edificio era de madera y la cubierta de teja ordinaria y pizarra.

El edificio, compuesto de sótano, planta baja o entresuelo, principal y sotabanco o ático, utilizaba la planta principal como vivienda, distribuida o subdividida en tres habitaciones a fachada (la central con mirador), más cuatro dormitorios interiores, cocina, despacho, cuarto de baño, galería y otro baño. El bajo o entresuelo tenía parecida distribución, aunque sus dimensiones eran un poco inferiores a las de la planta principal, y se utilizaba como consulta y clínica dental, subdividida en vestíbulo, sala de espera, cuarto de consulta, un cuarto de trabajo o despacho de dimensiones muy reducidas, cocina, galería, comedor y baño. El sótano se utilizaba por el servicio de la casa. El contratista de la obra fue Mariano Padró, quien se la adjudicó por 20.000 pesetas. El Ayuntamiento concedió la licencia de obra en sesión celebrada el 30 de diciembre de 1913. Decoraban el chalé unas hermosísimas vidrieras.

Otra importante familia de origen vasco y riojano (como la de Crisanto) que se instaló en la calle Sierra Pambley (número 8) fue la Eguizábal, con su importantísimo negocio de coloniales en los bajos y vivienda en su primera planta. Francisco Eguizábal, nacido en Préjano (Logroño), casado con Antolina Ogueta y Bodi (nacida en Guipúzcoa), fue uno de los cinco mayores contribuyentes de la ciudad en los años veinte del pasado siglo. Todo, o casi todo, se vendía en su edificio: aceite, harina, legumbres, café, bacalao, jabón, azúcar, bolas de sal para el ganado, etcétera.

Mientras la familia vivía en la primera planta, los bajos estaban destinados a almacén y cuadras, ocupando una superficie de 850 metros cuadrados, lindando con una huerta de Paz Peña (que luego se utilizó para hacer cocheras) en la calle San Agustín, y lindando con otra casa de José Revilla hacia el sur. Francisco Eguizábal y Crisanto Sáenz de la Calzada eran excelentes amigos.

Como anécdota, añadir que no era demasiado común por aquellos tiempos que una mujer sacara más de doce años de edad a su esposo, como en el caso de este matrimonio…

Hubo en esa calle otras edificaciones como el sanatorio Solís. Casi al lado del edificio de los Eguizábal, según se pasaba la calle San Agustín, hubo otro 'hotelito' con huerto que era propiedad de Pantaleón López Robles (el número 12 de la calle), sobrestante de Obras Públicas y presidente de la Cámara de la Propiedad Urbana de León desde 1931 hasta 1935. El inmueble de Pantaleón constaba de bajo y principal. El bajo constituía una pequeña vivienda con cuatro habitaciones, más cocina y ropero. El principal era el que ocupaba el dueño, subdividido en tres habitaciones que daban a la fachada, comedor, galería, cocina, baño, ropero y tres dormitorios interiores más. Tenía un hermoso mirador de madera y jardín.

Enfrente del chalé de Pantaleón, se ubicó y sigue ubicando el 'hotel' del industrial minero Victoriano González Vega, única edificación que, ya mutilada hoy y víctima del pillaje en su interior, sobrevivió hasta nuestros días.

Victoriano González Vega, empresario minero con fuerte presencia en el Bierzo, estuvo vinculado a las concesiones de aguas (en 1908 tenía un salto de agua en Valdecastillo-Cerecedo, cerca de Boñar); muchas de ellas pasaron a León Industrial. Junto con Bernardo Zapico Menéndez tenían la razón social 'Zapico y González', que, al disolverse, en 1925 figura sólo González.

En 1917 mandó construir, al lado de su residencia u 'hotel', el edificio neomudéjar de la actual calle Alcázar de Toledo. Casado con Concepción Moncaubeig Rodríguez (hija de Ramona Rodríguez Heres, que murió en León en 1930, a los 77 años), tuvieron a Bernardo (ingeniero de minas, murió en 1941) y María González Moncaubeig (fallecida en Ollauri, Logroño, en 1983), que se casó con el ingeniero Augusto Marroquín de Tovalina (ingeniero de la Compañía del Norte, quien también trabajó con Robustiano Gutiérrez de la Campa, falleciendo en Madrid en 1958).

Bernado Zapico, socio de Victorino, era ingeniero de minas y empresario de origen asturiano, aunque afincado en León, hijo de Félix Zapico Martínez, alférez de Infantería, y de Luisa Méndez García. Bernardo Mariano casó con Petronila Arriola Sánchez Chicarro, cuya familia poseía un importante patrimonio rústico y urbano en la provincia leonesa. Su actividad profesional la desenvolvió principalmente en el negocio minero, asumiendo la gerencia de las Minas de Santa Lucía, que se integraron en la Hullera Vasco-Leonesa, en 1910. En 1919 promovió la constitución, en compañía de otros socios, de la Sociedad Anónima Minero Industrial Leonesa, con cinco millones de capital social. Tomó parte, asimismo, en 1922, en la creación de la Hidroeléctrica Legionense.

Políticamente se situó en el campo conservador, primero en la corriente Maurista y, más tarde, en la Datista. Fue dos veces diputado por León, en 1919 y 1920, una de ellas por el artículo 29.

La peripecia desgraciada de nuestro Bernardo Zapico Menéndez es para contarla en otro momento y lugar…

En la imagen superior se puede ver la antigua calle Sierra Pambley (hoy Alcázar de Toledo) con Ordoño II al fondo. A la izquierda, el 'hotel' de Pantaleón. A la derecha, el de Victoriano González. Donde se puede apreciar un carro tirado por una caballería, se ve el edificio de la familia Eguizábal, con la puerta de acceso al almacén de coloniales.

La preciosista arquitectura que León perdió

Había otros edificios imponentes en las cercanías de esta calle que hoy ya no existen. En 1916, lindando con terrenos de las familias Sánchez Chicarro y Campo Ugidos, el banquero y abogado Ambrosio Fernández-Llamazares terminaba de construir este impresionante edificio para la época, entre la plaza de Guzmán el Bueno y el Paseo de la Condesa de Sagasta, sobre una parte de los inmensos terrenos propiedad de la familia Fernández-Llamazares, tan vinculada al ferrocarril y sus negocios, que comprendían la enorme manzana entre lo que hoy abarca el comienzo del Paseo de la Condesa hasta la actual calle de Roa de La Vega, extendiéndose hasta Suero de Quiñones, lo que animaría a posteriores construcciones de chalés u 'hoteles' mucho más suntuosos que los de la calle Sierra Pambley en La Condesa, como los de los doctores José Eguiagaray o Santiago Pallarés, o el del abogado Francisco Roa de la Vega, hoy también desaparecidos.

La calle Sierra Pambley (actual Alcázar de Toledo) es otro ejemplo del olvido leonés. Una calle de la que se carecen de buenas fotografías durante su esplendor, de la preciosa arquitectura modernista que los avatares del tiempo y la especulación inmobiliaria consiguieron aniquilar para terminar por destrozar la personalidad única de una hermosa ciudad derivada de su Ensanche.

La floreciente ciudad que llegó a ser León. Y hoy no lo es ya...

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