Lecciones de soberanía: por qué León no puede llamarse 'independentista' de Castilla (y mucho menos de España)
Los últimos ataques de ciertos sectores a la pretensión autonomista de la Región Leonesa adolecen de una falta de conocimiento del Derecho Administrativo e Internacional sorprendente. Explicamos por qué no se puede acusar de independentismo a la petición plenamente constitucional de los leoneses
Por eso mismo la Región Leonesa no es un invento de hace dos días (se creó en 1833 con la división territorial de Javier de Burgos incluyendo León, Zamora y Salamanca) y el término País Leonés que tanto ha extrañado estos días tampoco; ya que se lleva usando sin problema en esta tierra desde el siglo XIX en el sentido de 'paisano' o 'productos del país' como alguien o algo de una zona concreta, no significando ni nación ni Estado. Como explica Javier Miguélez Rodríguez en este atinado tuix, “para diferenciar el territorio completo la Región de León, con Zamora y Salamanca con el de la provincia de León”. Nada que ver con el nacionalismo ni el independentismo, porque los leoneses se sienten profundamente españoles como Cuna del Parlamentarismo que les conceden las Cortes Generales.
La reclamación autonómica en la provincia de León es un clamor popular sin parangón en la Democracia Española del 78, contrastando con la falta de interés democrático a la hora de crear la autonomía de Castilla y León en 1983 sin preguntar a los ciudadanos “por razones de estado” según el exministro franquista Rodolfo Martín Villa; con los leoneses claramente en contra e incluyendo por decreto a Segovia que votó no entrar en ella. Ni siquiera se preguntó a los castellanos, que en el proceso perdió su vega (Logroño, hoy La Rioja) y su puerto (Santander, hoy Cantabria) y hasta su capital histórica, la caput castillae, Burgos. Este imprescindible artículo de Carlos Javier Salgado muestra el nivel de manipulación política por parte de la UCD controlada por Martín Villa para desarmar el intento, que lo hubo y en las tres provincias, de crear la Autonomía del Reino de León. Todos los protagonistas coinciden que “se hizo para beneficiar a la provincia de Valladolid”. De hecho, a día de hoy la opinión de las ocho provincias restantes es muy nefasta sobre la política de la Junta de Castilla y León por centrar los mejores esfuerzos en ella. El chascarrillo sobre la actual autonomía es que, como en los cuentos mistéricos, no se puede decir su verdadero nombre (como el de Dios), no sea que te vaya a pasar algo: 'Comunidad Autónoma de la Provincia de Valladolid y Anexas'.
Pero pese a todo, incluso con el reconocimiento explícito del exalcalde de Valladolid y ahora ministro de Transportes Óscar Puente de que “nadie se cree Castilla y León” –reiterado dos veces porque al día siguiente reconoció el derecho de los leoneses a pedirla legalmente en una entrevista en Onda Cero con Alsina–; y con el apoyo y comprensión a la solicitud del ministro de Administración Territorial, Ángel Víctor Torres, mas la ministra de Igualdad del Gobierno de España, la vallisoletana (nótese: pucelana) Ana Redondo reconociendo que es “legítima como discurso y debate” e incluso el portavoz del PP de León en la Diputación afirmando rotundamente que están a favor de crear la comunidad autónoma número 18 “si se solicita de la manera más correcta basándose en informes de la Universidad”... pese a todo esto –cosa que si a los leoneses hace cinco años, cuando parecía que el leonesismo político de la UPL iba a desaparecer, les habría dado la risa floja si alguien les dijera que al Gobierno le parecería bien esta petición autonómica–, muchos en redes y en televisión han atacado con fiereza la propuesta. Aunque haya habido incluso apoyos a la base de la petición, hasta en 13TV, el debate en TwiXter ha sido encarnizado otra vez más, con los leoneses quedándose boquiabiertos de la cantidad de mentiras, manipulaciones y tonterías de lo que se les acusa.
¿Leoneses independentistas? ¿De quién?
Pues bien no sólo resulta que los leoneses han tenido que soportar toda clase de insultos sino que lo más alucinante que están viendo es que les tilden “de independentistas”...
...cuando no se quieren, ni de lejos, independizar de España porque se consideran la Cuna medieval no sólo del Parlamentarismo sino del Estado español actual al ser el Reino de León –el Reino de los Astures (nunca se denominó 'de Asturias') cambió de nombre al ser Reino de Cangas, Reino de Oviedo y finalmente Reino de León, con lo que son en esencia el mismo– el heredero de la idea de una Hispania unida representando el ideal visigótico. Aunque la definición de qué es España (y sobre todo, desde cuando es España) se ha tratado ya en este artículo de ILEÓN advirtiendo que 'en el debate de la España de Schrödinger el Reino de León tiende a cero'. Sin embargo, la población española en general no es capaz de entender que la Región Leonesa no puede ser independentista por naturaleza legal y principio del Derecho.
Así los leoneses están escuchando toda clase de sandeces y acusaciones completamente injustas y surrealistas desde hace años; hasta tal punto que llegan a escribir blogs en los que muestran su enfado y por qué creen a pies juntillas en que la única salida es la Autonomía Leonesa, como este de Cesáreo González Álvarez, que hasta no hace más de diez años renegaba de la postura leonesista por considerarla como lo consideran ahora los que critican a los leoneses con total dureza (e ignorancia en muchos casos), la creación de un chiringuito autonómico más. Y que tras darse cuenta de la absoluta urgencia de la creación de la Comunidad número 18 llegó a escribir en su blog personal 'Por qué soy un peligroso independentista sedicioso leonés' ya hace unos años. El título, para los que tengan falta de comprensión lectora, es ironía monumental, claro está: no lo es como no lo son el 99,9% de los leoneses. Alguno hay, los que llevan la vietnamita (la bandera del Reino de León con una estrella amarilla), pero no llenan medio autobús.
El bloguero tan sólo quiere explicar a toda España –llamando la atención de esa manera tan exagerada y dramática– los porqués del hastío de ver cómo se muere su tierra por culpa de una administración autonómica enormemente centralizada en Valladolid. Hasta tal punto que el módulo de formación profesional en escalada y barranquismo se instaló allí, única provincia de la actual autonomía que no tiene montañas y su monte más alto es el pico cuchillejo de 933 metros de alto, en vez de cualquiera de las ocho provincias restantes que son orográficamente potentes. Y esto, aunque lo pareciera, no es ninguna broma. Pasa con muchas cosas más como que la Junta cambió la ley para que Valladolid fuera zona minera o cobrara más ayudas transfronterizas de la Unión Europea con Portugal que Zamora). Decisiones políticas centralistas así, repetidas constantemente a lo largo de los años, le llevó a defender ciegamente la solución autonómica leonesa cuando de joven no es que precisamente la apoyara.
“¡Pero sois independentistas porque os queréis independizar de Castilla!”, dicen en las redes con mucha violencia verbal (que no vamos a reflejar aquí, que esto es un debate sosegado). Lo que está mostrando este ataque a la legítima reividicación autonómica de los leoneses es, quizás, un absoluto desconocimiento por parte de los españoles de qué es León. Y es humano, se explica porque la leonesa es la región ocultada en esta Democracia del 78. Porque en esencia llevan cuarenta años desapareciéndola, no se la han enseñado en el colegio a casi nadie (salvo en León provincia) y hasta un altísimo porcentaje de personas cree que cuando se menciona el Reino de León “es un invento para cambiar la historia”, como hizo Isabel Díaz Ayuso.
En España no saben que el Reino de León, el gran olvidado, existió. Y por eso el regionalismo leonés es extraño, porque para poder demostrar que la identidad leonesa existe tiene que hacerlo con la verdad para desmontar todos los bulos, mentiras y ocultaciones que ha recibido durante siglos. Como la de que los leoneses no combatieron en las Navas de Tolosa. Algo que es absolutamente falso porque sí fueron unos mil soldados y caballeros entre voluntarios y los miembros de la Orden de Caballería de Santiago, tan leonesa como que su sede estaba en el hermoso convento de San Marcos de León. porque lo que ocurrió es que el que no estuvo en la batalla (que no fue tan decisiva como nos quieren hacer creer puesto que el avance cristiano se frenó en ese frente hasta que se conquistó el Reino de Granada en 1492; pero sí continuó por el leonés con la conquista de Sevilla, asumida a la Corona leonesa y propiedad del último rey leonés entre 1296 y 1300 el desconocido Juan I de León) fue Alfonso IX. Al que llaman los castellanos con absoluta injusticia y mala baba “traidor” sin darse cuenta de que el creador de las primeras cortes estamentales del mundo con la participación del brazo ciudadano no recibió el permiso para hacer la guerra en ese momento, ya que eso era competencia de aquellas Cortes que se adelantaron al Renacimiento porque el monarca la había cedido. Es curioso cómo en la actualidad un rey demócrata (el presentismo es completamente inexacto pero se utiiza esta expresión para dar una imagen de lo que se quiere decir a las personas que leen este artículo con la ideología de nuestros tiempos) es denostado por haber cumplido con lo prometido y con su pueblo, como si los reyes dictatoriales como Alfonso VIII de Castilla fueran el ejemplo a seguir. Por cierto, tampoco fue el rey de Portugal (y sí voluntarios portugueses) y nadie lo insulta a día de hoy con tanta virulencia.
Sin caer además en la cuenta los que tanto gritan ahora por los independentistas leoneses de que esa afirmación, por sí sola, daría la razón completa a los leonesistas. ¿Están dando por supuesto de que 'Castilla' (y ahora se verán por qué las comillas) tiene en propiedad, domina y subyuga a León? Pues vaya... ¿Otro motivo más para quitarse el yugo? Va a ser que su argumento es nefasto, porque alimentaría más (si cabe) el autonomismo leonés y porque en Derecho Administrativo no puede ser porque en esencia ahora mismo, como ente territorial administrativo ni el Reino de León ni el Reino de Castilla (el original, el del Norte el único que se llamó así)... existen.
Es decir, León no se puede independizar de 'Castilla' porque...
1. ¿Qué es 'Castilla'?
Castilla fue un condado que surgió de la llamada Bardulia en la zona de la actual Bureba de Burgos durante el siglo noveno que se fue comiendo otros pequeños condados (Cantabria, Vizcaya, Álava, Lantarón, Cerezo, Burgos, Amaya, Castrojeriz, Clunia, Osma... un montón de ellos) y creciendo, hasta llegar al punto de convertirse en el territorio condal más importante con Fernán González en el 960 (que no se independizó entonces de León, eso es un mito) siendo zona de disputa entre el reino pamplonés y el leonés durante los siguientes 60 años. Un reino que se creó en 1065 a la muerte de Fernando I de León, el gran beneficiario de una conspiración política tras el magnicidio del joven conde García en la urbe legionense digno de una verdadera serie 'True Crime' medieval en el sorprendente Juego de Tronos del Reino de León. Un joven reino que, a la muerte de su primer rey Sancho (el primogénito de Fernando que renegaba de este territorio porque quería ser a toda costa monarca del importante, el de verdad con prestigio: el leonés, que ostentaba el Imperium Hispaniarum), por parte del héroe leonés Vellido Dolfos en 1972 durante el asedio de Zamora, pasó de nuevo a condición política condal puesto que Alfonso VI y su hija –la primera reina con 'mando en plaza' de la Historia de la Europa Cristiana Occiental, Urraca I de León, a la que van a organizar una conmemoración estatal en 2026, en el novecientos aniversario de su muerte– negaban la existencia de aquel reino fallido y nada querido políticamente hablando durante esos cinco infaustos años de guerra entre hermanos. No volvería a ser un reino con todas las de la Ley hasta 1157. Durante la Edad Moderna tuvo diversas configuraciones, que se cerraron con la creación de la Región de Castilla La Vieja en 1833 con ocho provincias: Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid.
2. Los castellanos, de los primeros 'indepes' de Hispania
Lo curioso del asunto es que llamen a los leoneses 'independentistas', cuando los primeros indepes de la Hispania Medieval lo fueron los castellanos. Precisamente queriéndo separarse del Reino de León. En este caso la vara de medir es muy distinta, porque pareciera ser que ser castellano y pretender independizarte del rey leonés (teniendo rey propio) es una cosa para contar historias juglarescas medievales de gran renombre e importancia; pero cuando se le adjudica, erróneamente, a los leoneses de hoy es traición o algo peor.
Esto es algo muy común en la historia española, muy influida por la historiografía castellanista. Los castellanos –que no fueron encima los primeros en conseguir tener independencia efectiva del poder legionense, sino que fueron los portugueses porque Portugal también nació del Reino de León, hecho completamente desconocido en España– se dedicaron a poner a bajar de un burro a los leoneses. Hasta tal punto que en el Cantar de Mio Cid los musulmanes no son el enemigo, sino el justo contrincante en el campo de batalla. En este cantar de gesta propagandístico los villanos son todos los que defendían la primacía de León. Llegaron hasta tal punto que robaron la idea de los fueros, asegurando durante siglos que fue invención suya. Cuando esta nueva forma legislativa que superaba la Lex Visigothorum y ampliaba el Liber Iudiciorumse creó con el Fuero de León en 1017 con derechos tan importantes como inviolabilidad del domicilio, libertad de comercio, la creación de un concejo ciudadano para cobrar impuestos y derechos judiciales de las mujeres. Todo legislado y puesto en negro sobre blanco hace más de mil años nada menos. Y en León, no en Castilla. Una de las primeras expresiones legales de derechos ciudadanos de Europa (se pueden consultar sus preceptos y su importancia en un especial de ILEÓN pinchando aquí), que duró cinco siglos, hasta que el 'proces' castellano de los Comuneros lo echó al traste al levantarse contra el primer Austria Carlos V y este hacerlo desaparecerdel corpus legislativo hispano.
Es decir, los independentistas suelen funcionar de la misma manera tanto antes como después, se arrogan lo bueno que hizo su opresor y le calzan todo lo malo que ellos mismos tienen. Se pudo observar perfectamente en 2017 con la algarada catalana. Lo curioso del asunto es que hoy se diga que los leoneses, no pueden ir separados de Castilla por que es malo. Para Castilla lo bueno, para León o lo malo o la más absoluta indiferencia –a la Región Leonesa para no mentarla en la Junta de Castilla y León se la denomina mezquinamente como 'el Oeste de la Comunidad'– o negar que fueran distintos: llegando al punto de llamar ciudad castellana a León (y también a Zamora y Salamanca)... con el consiguiente cabreo de los leoneses, que bien indican que si Castilla nació de León “la madre no puede ser la hija”. Castilla sí fue leonesa, antes de independizarse, pero León –cuyo término legionense es ocho siglos anterior de que se dijera por primera vez el término 'Castilla'–, nunca fue ni será del Reino de Castilla.
3. Castilla y León no tiene soberanía, nadie se puede independizar de ella
El asunto es que los leoneses no pueden independizarse tampoco de la actual autonomía de Castilla y León. Por el simple y llano hecho de que del único ente político administrativo que se podría independizar un territorio de España... es el mismo Estado Español, el garante de la soberanía de todos los españoles y reconocido internacionalmente en el mundo entero como tal.
Un repaso básico a primero de Derecho Administrativo es conveniente para entender que una comunidad autónoma no tiene soberanía. Es un mero ente administrativo con poderes legislativos en su parlamento autonómico (denominadas Cortes aquí), que tampoco son soberanas: son una reunión de representantes de la soberanía de las personas españolas censadas en un territorio asignado. Por tanto, uno no se puede independizar de un mero ente administrativo que no es soberano. León tampoco. La lógica es aplastante: no te puedes independizar de un ente que no tiene soberanía; sólo de España, que sí (o más bien protege la de todos los españoles).
La cuestión es que una autonomía es como una especie de municipio supervitaminado. Son entes administrativos igualmente, con competencias propias (en el caso de los municipios asumiendo impropias de las autonomías) con poder legislativo para decidir por sí mismas cómo gestionarlas en base a las características propias de su territorio, pero sin conculcar la legislación estatal a la que están supeditadas. Y las de la Región Leonesa y el resto de las seis provincias de Castilla La Vieja que gestiona la Junta de Castilla y León (la versión funcionarial de ese ente administrativo sin soberanía) son completamente distintas en su configuración geográfica y económica.
Dos ejemplos: el 99% de todos los yacimientos mineros de esta comunidad autónoma están en la Región Leonesa, y más del 70% de los bosques (la provincia leonesa acapara ella sola el 51% de la masa forestal autonómica). Por no hablar de que la región castellana está especializada económicamente en automoción, mientras la leonesa en agroalimentación. De esta manera, las políticas comunes provocan grandes desequilibrios y que León se desplome poblacional y económicamente, llegando a perder el País Leonés más de cien mil habitantes en el siglo XXI hasta 2020 mientras que las provincias castellanas ganaron 15.000. Cosa que la Junta de Castilla y León aprovecha para vender que es una zona con pérdida poblacional... cuando sólo la sufre terriblemente una parte (la leonesa), que no puede decidir por sí misma cómo solventar ese problema al no tener competencias... precisamente por no tener una autonomía propia.
El caso es que los municipios sí tienen tasado por ley su división, pero las autonomías no porque no se ha considerado hasta ahora la posibilidad. No hay problema de independentismo si Villaconcejil de Arriba se separa de Villaconcejil de Abajo. No pasa nada más que una discusión entre sus propios vecinos (a veces muy exageradas, también), pero si los leoneses solicitan la división de Castilla y León (no su independencia de Castilla porque es imposible por mera lógica como se verá en el punto de abajo) poco menos que “se rompe España” y hay que echarlos a la hoguera. ¿No ven una tendencia aquí?
Y no, la petición leonesista no es independentista, porque no tiene nada que ver con la intentona del procés catalanista. Estos se saltaron todas las leyes para intentar declarar la independencia de su autonomía del Estado Español, garante de la soberanía de todos los españoles; porque la soberanía reside en el conjunto de todos los españoles, no es del rey como en los tiempos medievales ni del Estado mismo. Los leoneses sólo solicitan un nuevo marco administrativo con competencias para solventar sus propios y acuciantes problemas que no se dan en lo que queda de la región de la auténtica Castilla: seis provincias que en PIB per cápita superan a las tres leonesas en un 20% llegando al extremo de que un habitante que un habitante de Burgos y Soria gana entre un 30 y un 35% más que uno de León o Zamora según datos de 2021 recogidos en el último informe de Proyecto León que muestra las brutales diferencias económicas y sociales de las dos regiones y se puede consultar pinchando aquí. Otro dato terrorífico más que muestra las enormes diferencias (y eso marca hechos diferenciales) entre las dos regiones de la comunidad autónoma castellana y leonesa (como reconocen sus propias Cortes) es que la Economía en León creció en el siglo XXI un 20% menos que en su autonomía y un 40% menos que la de España en los veinte primeros años de este siglo. Y la diferencia se agranda.
Hay hechos diferenciales muy marcados no sólo históricos, sino económicos y poblacionales que hacen pensar que no es tan ilógico que los leoneses tuvieran su propia autonomía y que hoy la reclamen con la conciencia de que o se tiene o León muere y desaparece. Tal y como está configurada ahora, las estadísticas del hundimiento total de la Región Leonesa en estos aspectos en el siglo XXI no llegan a Europa al recibir sus instituciones sólo los datos de la autonomía con las nueve provincias juntas. Esto distorsiona la realidad, puesto que una región se desploma y la otra se sostiene.
Si se creara una Comunidad Autónoma del País Leonés, los primeros datos conjuntos de León, Zamora y Salamanca que llegaran al Eurostat desatarían tal alarma en Bruselas y Estrasburgo, que el Parlamento Europeo crearía un programa de ayudas de inmediato de varios miles de millones de euros al año. Se desvelaría que la Región Leonesa es la que más población y más desplome económico sufre de toda la Unión Europea, superando (por mucho, además) a los peores sitios de Rumanía.
Por no hablar del problema del agua, con una provincia como la pucelana que no tiene pantanos y que como mucho almacena 10 hectómetros cúbicos en dos grandes balsas de riego. Valladolid ha incrementado sus hectáreas de regadío agrícola como la que más en España, siendo la segunda de la autonomía a punto de superar incluso a la de León (que tiene más de 1.200 hectómetros cúbicos embalsados para el sector primario), viendo gracias a las políticas de infraestructuras agrarias de la Junta su superficie modernizada más de un 31% en la última década.Y eso, repetimos, a pesar de ser la única de España sin ningún embalse. Mientras, León aún espera tras cuatro décadas a rematar los regadíos que se prometieron por el sacrificio de anegar Riaño y se usa el agua de este pantano para regar en las tierras pucelanas mediante el trasvase Esla-Cea Valderaduey, con enormes polémicas cada año de sequía. Estas competencias de reparto de agua no son propias de la Junta de Castilla y León, es cierto, sino de la Confederación Hidrográfica del Duero (que efectúa decisiones tan absolutamente injustas como ésta perjudicando notablemente a los pueblos leoneses en verano), pero sin una comunidad autónoma propia leonesa no hay interlocutor político para forzar a CHD a que deje de dañar los intereses leoneses. Y en Valladolid, que necesitan el agua porque no la tienen, la Junta se pone de perfil porque así no le critican los habitantes de la provincia en la que están instaladas sus sedes centrales administrativas (que no es la capital de Castilla y León, porque esta autonomía no tiene capital).
Otro hecho diferencial más, injusto como tantos y tantos otros, que muestra cómo una misma política común (el desarrollo en eficiencia agraria) beneficia a los ciudadanos de un territorio y perjudica siempre a otros. Porque a unos los defienden y a otros –los que no tienen las competencias para hacerlo ellos mismos–, no. Es evidente cuáles salen beneficiados y cuáles perjudicados por la falta de autonomía y competencias propias.
Por cierto, en León están planificados casi una decena de pantanos más.
En Valladolid, cero.
O el problema con el tren de la Ruta de la Plata, vía férrea vital para las comunicaciones entre las tres provincias leonesas. Que se cerró –y no fue casualidad sino decisión política–, al tráfico de viajeros en 1985 nada más crearse esta comunidad autónoma actual. Con una administración, la Junta, que ha apostado fortísimamente por el eje Burgos-Valladolid dejando de lado este eje de comunicación milenario, el más antiguo de la península ibérica en funcionamiento. Hasta tal punto que el hoy ministro de Transportes va a terminar la ejecución del bypass de Olmedo que supondrá, en la práctica, eliminar el nudo del Noroeste ferroviario español que desde el siglo XIX estaba en León. Ahora, en una increíble defensa geográfica al estilo terraplanista, los vallisoletanos defienden que el Noroeste es Valladolid. Y es recomendable mirar el mapa de España y asegurarse bien en dónde está esta provincia. Es de no creer, pero ahora por cuestiones políticas “es el Noroeste”. Sí, una provincia situada en pleno centro de España. ¿Conclusión? Hasta el Noroeste le roban a León. Afortunadamente ha surgido intensamente otro movimiento en lo que llaman 'el Oeste' (todo sea por no decir Región Leonesa a toda costa), que reclama con insistencia cada vez mayor la reapertura del Ferrocarril de la Vía de la Plata. Algo vital para León, Zamora, Salamanca, Extremadura, Andalucía y Galicia y Asturias. Un tren que jamás se habría cerrado de haberse conformado en su momento la Autonomía Leonesa, porque sus dirigentes lo habrían defendido a muerte. Otro motivo más para crearla porque es imprescindible para superar la crisis económica de la zona. Más cuando lo ha reclamado la Unión Europea.
Y en todo caso, más allá de las diferencias económicas y territoriales (porque sí es cierto que en las sociales hay muy pocas como pasa entre gallegos y asturianos o extremeños o andaluces), hay un argumento definitivo para indicar que una autonomía no es soberana, y que de algo que no es soberano y sólo es un ente administrativo no se puede proclamar ninguna independencia.
Si alguien defendiera que sí es soberana... Cataluña habría tenido, como autonomía española, todo el derecho a decidir separarse de España.
Y va a ser que no.
4. ¿Qué entidad política y administrativa tiene hoy 'Castilla'?
Otro melón es el de que es 'Castilla'. Pues la respuesta es clara: como ente administrativo... nada.
La Castilla verdadera –la del Reino de Castilla, la fetén; no la del Reino de Toledo llamada tradicionalmente Castilla La Nueva y hoy Castilla-La Mancha, que también tiene su problema con los manchegos– quedó vacía de toda competencia administrativa (y ya tenía pocas) al crear Castilla y León. Cuando se juntó a la Región Leonesa como 'pago' por perder la vega castellana (Logroño) y el puerto de Castilla (Santander). Y como se ha dicho antes, se derivó su capital a Valladolid en detrimento de la historiquísima que es la de Burgos.
Así que a día de hoy Castilla ya no es nada. No tiene ente administrativo alguno. Por tanto lo de independizarse de Castilla los leoneses es completamente absurdo. No tiene lógica alguna que se pueda separar algo o alguien de lo que no existe.
¿Entonces? Si se ha concluido por pura lógica que Castilla y León es un ente administrativo, pues se solicita la división de ese mismo ente administrativo que se basa en un reflejo de los antiguos reinos de León y de Castilla. Dos reinos que van en comandita en la Historia y es cierto que tienen una estrechísima relación, pero que nunca se unieron administrativamente fusionándose en uno solo. Al principio Castilla pertenecía al monarca del reino asturleonés (el de los Astures llamado de Cangas y luego de Oviedo y al comenzar el siglo X de León) y luego se separó –sí, que se independizó–, aunque no en tiempos de Fernán González o al crearse el reino en 1065 como se cree. No en 960 o en 1065-1072, sino de forma efectiva a partir de 1157 con la muerte de Alfonso VII el Emperador (Alfonso VII de León y no de Castilla porque si se hubiera considerado castellano se habría coronado Imperator Totius Hispaniae en Burgos, lógicamente, pero lo hizo en Léon). Hasta historiadores de mucho prestigio y de visión castellanista como Gonzalo Martínez Díez lo dejan meridianamente claro. “Podemos y debemos afirmar con absoluta certeza que Fernando I nunca fue rey de Castilla, y que esta nunca cambió su naturaleza de condado, subordinado al rey de León, para convertirse en un reino, hasta la muerte de Fernando I el año 1065”, afirma en su libro El Condado de Castilla: Historia frente a la leyenda. O que, según según el erudito de la Historia del Derecho Emiliano González Díez: “En ningún momento se puede decir que se independizaran (Fernán González y los castellanos) lo más mínimo de León hasta la separación efectiva de los reinos en 1157. Es pura invención propagandística”. Y esto lo dice nada menos que un gran profesor burgalés, de la cabeza de Castilla, indicando que el Derecho Legionense era tan potente que los siete años en que Castilla tuvo monarca distinto que el leonés (de 1065 a 1072 hasta la muerte de Sancho, el primogénito de Fernando I), “la expansión hacia el Sur del solar vasco-cántabro no supusieron cambio legal alguno, y que por lo tanto hasta que el Emperador de todas las Hispanias muere casi un siglo después, Castilla era un reino menor, como Galicia, bajo el imperio de la Ley legionense”. Cosa que el erudito dice de forma clara y meridiana en el minuto 31 de esta conferencia en la UNED.
Y a partir de 1157 los dos reinos se declaran la guerra constante. De hecho, las Cortes de León de 1188, las primeras del Antiguo Régimen con participación de estamento ciudadano (laboratores) y voto de mayoría de dos brazos a uno junto con los eclesiásticos (oratores) y nobles (bellatores), se convocaron premiando a los burgueses con participación política efectiva para financiar la defensa leonesa ante Castilla. De la guerra de agresión que su joven rey Alfonso IX de 16 años –y que fue denostado durante todo el siglo ignorando su figura principal en la historiografía hispánica medieval con frases como “fue un rey menor que no reinó mucho” (sólo 32 años en aquella epoca) y “no tuvo importancia”– hubo de soportar con constantes algaradas y ataques a la frontera de los soldados de su primo Alfonso de Castilla.
¿Y la 'unión'de 1230 con Fernando III entonces? Cuando llegó al trono el hijo de Alfonso IX –que llevaba 13 años siendo rey de Castilla atacando a su padre– mucha gente asegura que se creó 'el Reino de Castilla y León' (sic) y que “con eso está claro la historicidad de la actual autonomía”. Pues no, no se unieron, se mancomunaron como propiedad individual de un monarca. Porque los territorios de la corona leonesa le pertenecían a la misma y única persona: al rey. Es decir, mantuvieron sus propias Cortes por separado hasta 1345, año en que la peste fue tan cruel que aconsejó convocar “a la vez y en conjunto” a las leonesas y castellanas. Pero sobre el mapa los reinos eran distintos y administrativamente separados. En este artículo de ILEÓN se desarrolla la historia administrativa de León y de Castilla desde la Edad Media, pasando por la Moderna, y la Contemporánea a día de hoy.
De hecho el propio pendón de Fernando III, el 'cuartelado de gules un castillo de oro y de plata un león púrpura', indica que son dos coronas difrentes y él lo entendía así: queriendo usar esa disposición compensatoria en su emblema personal para decir que eran iguales de importantes y que él tenía una corona doble. Luego hay que especificar el término 'Corona de Castilla' es meramente propagandístico e historiográfico, no es político ni administrativo como tal. Y está mal cantado, porque el verdadero (léase el pendón real) es 'Corona de Castilla y de León'. Nótese el 'de y de', no el 'y' en solitario: la conjunción copulativa más fácil y usada por todo el mundo, pero que en el caso de Castilla-León no lo entiende nadie o no quiere entenderlo. Esta expresión tan común de la 'Corona de Castilla' proviene de algo muy humano: ser un perezoso. Es decir, que es muy largo y tedioso escribir el nombre rigurosísimo ('Corona de Castilla y de León', 'Corona de Castilla y de León') y por consenso se puede acortar, como se ha hecho de forma natural entre los historiadores. Pero lo que los expertos de la Universidad entienden bien, puesto que ellos han creado esa convención y saben que no sólo es Castilla, Castilla y Castilla... el público en general interpreta mal esto (lo hace de forma literal y cree que es una). Y de esos polvos, estos lodos. Y mira que también es sencillo ver que eran coronas separadas con reinos separados. Lo explicamos: la leonesa tenía en 1230 el reino cabecera de León y los de Galicia y Badajoz, y en el intervalo de tiempo del último rey (1300), también Sevilla (la taifa que siempre pagó parias a León); mientras que la castellana era el reino cabecera castellano y el de Toledo en aquella época, luego sumó el de Jaen, Córdoba, Murcia y, finalmente, en 1492 Granada; y a partir de ahí los reinos americanos y de ultramar pasan a sumarse a los anteriores para confirmar la denominada, historiográficamente de nuevo, Corona Hispánica.
A día de hoy, hay gente que confunde la Corona de Castilla (y de León) con el Reino de Castilla. Y no es así. El reino original castellano estaba sobre un territorio similar al de hoy el País Vasco, Cantabria, La Rioja, el noreste de Cáceres y las provincias castellanas Ávila, Burgos, Palencia, Segovia, Soria y Valladolid; aunque en el caso de Valladolid y Palencia la frontera con León estaba en una raya a mitad de cada provincia.
De hecho la propia Valladolid es del Reino de León en su origen, ya que la frontera estaba en el Esgueva. Alfonso VI otorgó el señorío de Valladolid al conde Pedro Ansúrez, conde de Carrión y de Saldaña en 1072 (entonces no eran Castilla al no haber caído todavía en su influjo) y 130 años más tarde Alfonso IX la fortificó como punta de lanza y bastión defensivo contra Castilla. Pero luego la vida dio muchas vueltas y los pucelanos se convirtieron en más castellanos que nadie, incluso que los burgaleses o los vecinos de la Covarrubias de Fernán González. Hicieron bueno aquello que el nuevo en algo pretende ser mejor y más importante que el que de rancio abolengo. Más o menos lo que ocurría con aquellos surrealistas independentistas catalanes... ¡Nacidos en Extremadura! A día de hoy Valladolid no es leonesa. Ni ellos se consideran así ni los leoneses quieren reconocerlo debido a la competencia a la que están sometidos desde hace más de cien años.
Pues si la Corona de Castilla (y de León) no es el Reino de Castilla (repetimos que Toledo y Madrid pertenecían al Reino de Toledo, no estaban dentro del Reino de Castilla) la mancomunión sobre la cabeza de un mismo rey de las coronas de León y de Castilla no pudieron crear un 'Reino de Castilla y León'. Este jamás existió por mucho que lo pongan mal en la mayoría de los mapas históricos. También la leyenda de Castilla y León en el mapa actual pone 'Castilla' en las provincia leonesas 'y León' en las castellanas y nadie lee que Burgos, Soria o Segovia sean leonesas.
Conclusión: nada de 'independentismo' ni 'nacionalismo' leonés
La conclusión de todo esto es clara: no se puede considerar independentista de 'Castilla' al movimiento autonomista leonés porque no tiene nada de qué independizarse. Hoy no está esa 'Castilla'. Las dos regiones existen en un limbo, pero no tienen ente administrativo privativo. Propio. Uno para ellas solas que las represente y se puedan integrar en un Estado que las gobierne a todas.
Sin embargo, las dos regiones no están derogadas por ninguna Ley, y aunque no tengan poder político-administrativo sí conservan el derecho del artículo 2 a tener su propia autonomía. Aunque muchos llaman la atención sobre la Sentencia del Tribunal Constitucional de 1984 –recurso que puso AP (el partido que se convirtió en el PP actual) en contra de la creación de la autonomía castellana y leonesa porque la consideraban inconstitucional... en algo que se ha convertido a día de hoy en una verdadera ironía histórica porque ahora vota en contra de la leonesa–, esgrimiendo que por ahí se acabó el derecho leonés a constituirse en autonomía, no es así. Porque sólo determinó que la segunda votación de 1983 de la Diputación de León –que sí aprobó al principio integrarse en esa autonomía en una más que polémica y artera jugada del exministro franquista Martín Villa, que desarrolló su carrera en el Movimiento de la Falange Tradicionalista y de las JONS en Valladolid– en la que se 'salía' del ente preautonómico, para crear su propia autonomía “era extemporáneo, ya que una vez iniciado un proceso autonómico no se puede parar”, según los magistrados.
Pero no. Pese a eso, lo que parece un argumento de peso para negar a León su autonomía se deshace como un azucarillo en el agua (pudiera ser de Riaño) al leer cómo comenzaba, literalmente, aquella decisión del Constitucional. Dejando claro que: “La presente sentencia no puede pronunciarse sobre el problema de si la provincia de León puede o no segregarse, ahora o en el futuro, de la comunidad autónoma a la que pertenece en la actualidad”.
Es decir, está vigente por completo el derecho del artículo 2 de la Constitución. Y es el artículo segundo de una constitución, que sólo por su lugar en el texto de la Carta Magna tiene una enorme importancia. Cuando los partidos mayoritarios votan en contra del cumplimiento de la Constitución Española en ese aspecto, que es en esencia lo que reclaman insistentemente los ciudadanos leoneses, se ponen en una posición bastante hipócrita y que podría considerarse similar a la de los independentistas catalanes y vascos cuando ellos hacen lo mismo. Es hasta gracioso, si no fuera tan cruel lo que ocurre en León: el PP se ha colocado en una posición anticonstitucional con respecto al derecho de la Región Leonesa en convertirse en autonomía.
Pero el problema es cómo hacerlo. No parece válido el camino del artículo 143. En la actualidad existe un ente administrativo, la actual Comunidad Autónoma de Castilla y León) que las gestiona. Creado por una Ley Orgánica. Por tanto, la única manera es o que las propias Cortes de Castilla y León por mayoría de dos tercios decidan dividir la autonomía, o que el Congreso de los Diputados decida cambiar la Ley Orgánica del Estatuto de Autonomía de Castilla y León para dividirla, con una mayoría absoluta.
Es un camino dificilísimo y complicado, pero con voluntad política se podría conseguir. La misma voluntad política que creó Castilla y León sin consultar a los ciudadanos de León y de Castilla en 1983, o la misma que se saltó el precepto del artículo 148.1 que prohíbe “la federación de autonomías”, que en esencia quería evitar la unión de regiones como Cataluña, Valencia y Baleares. Entonces hubo voluntad política y consenso para dejar a dos regiones sin su propia autonomía e incluir, a la fuerza, a la provincia de Segovia que se negaba a entrar en el último ente autonómico creado.
Y, ojo, las Cortes franquistas se hicieron el harakiri. Con consenso total. Así que también pueden hacerlo las Cortes en Valladolid.
La Región Leonesa tiene una entidad histórica más que notable ya que está específicamente incluida como cabecera del Reino de León en el Escudo Constitucional español en el segundo cuartel de cinco 'regionales' que tiene, que representan los más importantes reinos medievales hispánicos. Es decir, una Autonomía Leonesa tiene un motivo histórico incontestable. Aunque no es lo mismo el término Autonomía Histórica en la Constitución, puesto que este se refiere a aquellas que habían sido aprobadas en la Segunda República y que no se pudieron desarrollar por la Guerra Civil (Cataluña, el País Vasco y Galicia). Pero es que además, hay un ejemplo de otra autonomía, creada por consenso y voluntad política tras salir negativo su referendum de autodeterminación autonómica, que se diseñó como si fuera histórica. Es Andalucía, que el día de su consulta para crearse los almerienses se negaron a votar e invalidaron el resultado positivo. Finalmente se creó por el modelo rápido porque todos los partidos así lo decidieron.O sea, poderse, se puede si le da la gana a PP y PSOE.
Más tarde o más temprano los partidos políticos nacionales tendrán que aceptar que si el 80% de los leoneses (al menos de la provincia) quieren su propia autonomía, algo habrá que hacer. Poner voluntad política. Respecto a Zamora y Salamanca, hay encuestas que indican que más del 70% de su población está a disgusto en la actual autonomía. Pero una de las críticas más comunes a los leoneses es que nadie les ha preguntado. Acusación bastante hipócrita y maliciosa, cuando los leoneses llevan cuarenta años pidiendo un referendum para que se conozca su opinión. Algunos sólo para la Región Leonesa y otros también incluyendo a las provincias castellanas. La Autonomía de Castilla y León se creó en 1983 sin preguntarles. Se impuso por voluntad política, por las llamadas “razones de Estado”. Incluso los dos cambios de su Estatuto no se pusieron a consulta popular. A ninguno de sus habitantes le han preguntado si quieren seguir en ella.
Pero una hipotética división de la actual autonomía –y este es el término correcto: se reclama una división administrativa similar a la de crear dos municipios distintos de uno original como está tasado en la Ley de Bases de Régimen Local– sí daría la oportunidad para conocer la opinión de sus habitantes. Un referendum no vinculante, que no daría en caso de decir que sí a la división administrativa la creación inmediata de la Comunidad Autónoma del Reino de León, sino que tendría que pasar por la decisión de su parlamento autonómico o del Congreso de los Diputados. Pero con un país, España, con un sistema de turnismo de dos partidos mayoritarios que si se ponen de acuerdo superan todas las mayorías cualificadas en los hemiciclos, sólo sería cuestión de tiempo cumplir la voluntad, ya sabida si se produjera el ansiado referendum, de los ciudadanos de las dos regiones.
Porque además por separado, León y Castilla, recibirían más dinero del reparto de los fondos autonómicos para sus presupuestos –una mera comparativa de lo que reciben las autonomías con similar población lo certifica– y encima tanto castellanos como leoneses lo repartirían más cerca, entre menos provincias (tres en el caso de León, seis en el de Castilla confrontado con las nueve de ahora con menos dinero en la caja) y de forma más eficiente para la gestión pública al atender sus problemas cotidianos y acuciantes propios sin dejar de lado ninguno de otra región. Porque en Castilla y León hay un problema con el reparto del gasto autonómico. El 60% del mismo está provincializado, sí; pero hay un 40% que se queda en Valladolid para “gastos generales” que no se sabe dónde termina. Y eso para una provincia que ya tiene un enorme gasto en plantilla funcionarial; que deja el dinero en su ciudad y además de sueldos mucho más altos que en cualquier otra de la comunidad autónoma al estar concentrados allí altos cargos (viviendo en ella y gastando su sueldo allí) y funcionarios de máximo nivel. De resultas de esto, aunque aparentemente la provincia de León es de las que más dinero recibe en el reparto anual de inversiones (por muy poquito respecto a Valladolid) –el 20% de los fondos provincializados coincidiendo exactamente con su peso poblacional dentro de la autonomía–, la cuestión es que si se repartiera ese 40% que se queda en Valladolid para 'no se sabe qué'... la Región Leonesa recibiría el doble de lo que hasta ahora. Y con una autonomía leonesa recibiría miles de millones al año a mayores en fondos de cohesión europeos hasta lograr estabilizarla en la media del PIB per cápita de la Unión Europea. Ahora mismo ahora está por debajo del 75%, mientras que Castilla ronda hoy en día el 105%.
La actual autonomía de Castilla y León es todo menos el “modelo de éxito” que defiende su presidente Alfonso Fernández Mañueco. Desde luego para León es un enorme fracaso. Y para muchos leoneses, las palabras del líder del PP autonómico son directamente un insulto a la inteligencia. Los datos son persistentes y hasta profesores universitarios como Jsé Luis Prieto Arroyo, que fue vicerrector de la Zona Noroeste de la UNED, ya defendía a finales de 2021 la “urgente necesidad” de dividir una comunidad autónoma que ha resultado un fracaso completo para las provincias leonesas, “sin que esto tenga que ver con independentismos” en su artículo '¿Por qué León sin Castilla?'. Incluso hay divulgadores históricos, como Javier Santamarta (de familia salmantina) que también tienen claro que no parece que la unión forzada de las dos regiones en la actual autonomía fuera adecuada históricamente: “El reino de León ha sido relegado injustamente a un segundo plano en la Historia de España”, expuso en esta entrevista sobre su libro Fake News del Imperio Español. Muy propio para explicar los bulos, mentiras y manipulaciones torticeras que sufre España (y como se ve en este artículo, el pueblo leonés). Incluso el conocido tuixtero Darío Madrid tiene claro que “la división territorial más lógica es la que se aprobó en 1833 y que la Constitución de 1978 no debió tocar en demasía. Yo también soy de los que creo que León no debe estar unida a Castilla”. El debate generado en el hilo tras ese tuix en que lo comenta es más que interesante para observar que en realidad la mayoría de la gente con cierta capacidad intelectual para el debate está de acuerdo con el derecho leonés a reivindicar su identidad en España. Otra cosa, es cierto, es que vean adecuada ahora la Autonomía Leonesa. Pero los leoneses llevan demasiados años oyendo “no es el momento”... y hace tiempo que saben que si no se mueven “ese momento no llegaría nunca”. Y no van a cejar en su empeño.
Finalmente, ya sin cuestiones económicas que pueden llegar a ser bastante áridas, uno de los motivos fundamentales para que se haga realidad –y los leoneses así lo creen y no van a dejar de luchar por ello, más cuando hace cinco años era un imposible con el leonesismo a punto de desaparecer y ahora hasta admite el Gobierno que la reclamación es legítima y, consecuentemente, habrá que abordarla– es que la creación de la Autonomía del País Leonés (ya veríamos cómo se llamaría oficialmente, eso deberían decidirlo los políticos) provocaría automáticamente que se deshiciera otra enorme injusticia histórica.
Que Castilla tuviera, al fin, su propia autonomía; que el pueblo castellano auténtico consiguiera gestionar su propio ente político-administrativo para reclamar el sitio que el gran error de la transición le arrebató. El de la autonomía propia de uno de los grandes reinos que crearon España. Aunque fuera sin dos provincias, para los castellanos de verdad sería de Justicia al igual que para los leoneses. Porque los leoneses quieren, desean, que la tengan: siempre han querido eso con toda la generosidad del mundo. Que cada uno pueda ir por su lado y, libremente, colaboren la mayoría de las veces en mejorar y engrandecer España.
Y si para evitar disgustos a los vallisoletanos, que ciertamente serían los grandes perdedores de esta jugada, seguro que castellanos y leoneses serían también de nuevo generosos y reclamarían que hicieran a Valladolid autonomía uniprovincial. Así podrían aprovechar los edificios de las Consejerías y el enorme hemiciclo de las Cortes autonómicas vallisoletano y no se tiraría el dinero. El hashtag sería hasta bonito, #ValladolidAutonomía19, no digan que no.
Es bastante probable que ese acuerdo para lo firmaran a día de hoy más del 80% de los habitantes de las ocho provincias restantes. Para las otras cinco castellanas les dejaríamos el #Castilla17AutónomaYLibre.
Vamos que sí, #Pucela19Comunidad lo rubricarían los habitantes de la 17 y la 18 a ojos cerrados. 'Trending topic' nacional asegurado.
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