La experiencia de actores no profesionales a los que 'As bestas' regaló una vida de película

Varios actores sin experiencia de 'As bestas' posan en el rodaje con profesionales como Luis Zahera.

César Fernández

Hay proyectos de vida que pueden resumirse entre un casting y un preestreno. Natural de Cabreros del Río y residente en León, José Antonio Fernández comenzó pagándose la gasolina para ir a las pruebas a Villafranca del Bierzo y terminó cobrando por un papel de reparto en As bestas, la película de Rodrigo Sorogoyen que parte como una de las favoritas en los Premios Goya este sábado 11 de febrero. “Era como un niño pequeño. Todo me sorprendía”, dice este leonés sin experiencia previa que llegó a sentirse como espectador en pleno rodaje, como aquel día en que se olvidó de decir su frase anonadado por la potencia interpretativa de Luis Zahera, aspirante precisamente a mejor actor de reparto en la gran noche del cine español.

Que la vida da tantas vueltas que a veces llega a un mismo punto lo sabe bien Mercedes Samprón. ¿Quién le iba a decir a esta berciana de Vega de Valcarce afincada desde hace años en Tarragona que iba a rodar como actriz la secuencia de una película de éxito en una casa de su pueblo natal? “Y con Denis Ménochet, que ya lo había visto yo en Malditos bastardos, de Tarantino, y que ha trabajado con Jodie Foster”, se apresura a precisar esta cinéfila que pasa parte del año en esa esquina occidental de la provincia de León, convertida en centro de operaciones y rodaje de una película que tiró de actores no profesionales de la zona para dar más verosimilitud a una historia que se desarrolla teóricamente en la vecina Galicia (realmente en la pequeña localidad berciana de Quintela de Barjas) con la implantación de molinos eólicos en el ojo del huracán.

La vida, la propia de una generación a la que le salieron los dientes subiendo al monte con el ganado antes de bajar a la mina en plena adolescencia, le dio las claves a Gonzalo García, que acudió al casting animado por sus nietas. Nacido en Bárcena de la Abadía (Fabero), tuvo que renunciar por unos días a su bigote para hacer el papel de Breixo. Minero fue también Poli Suárez, que nació en Villablino, trabajó en Cerredo (Asturias), pasa la vida en Ponferrada y estaba en Gijón cuando se enteró del casting, mandó un vídeo de presentación y entró en una rueda de la que salió convertido en Paulino en la cantina donde se dirimen las grandes discusiones del filme. Detrás de la barra en el papel de Eusebio estaba Melchor López Valle, berciano de Villadecanes que ya fue camarero en Toral de los Vados antes que profesor de varias generaciones de alumnos en Ponferrada.

La berciana Mercedes Samprón, aficionada al cine desde niña, acabó rodando una secuencia en una casa de su pueblo natal, Vega de Valcarce

Tras mandar el preceptivo vídeo de presentación, los actores se enfrentaron a un casting. Simulando una partida de cartas (luego transformada en la película en fichas de dominó), José Antonio Fernández cree que su clave para resultar seleccionado estuvo en una broma que lanzó en un diálogo improvisado sobre los beneficios de dejar de fumar. “Eso y mi hija Estefanía, que falleció hace cinco años. A ella le encantaba esto. Era muy intuitiva”, cuenta este arquitecto técnico que estaba en el paro y que sintió que Estefanía guiaba de alguna manera un “proyecto de vida” resumido en unas semanas. Melchor López Valle, que también sentía que cerraba un círculo tras haber estudiado de joven Historia del Cine en Barcelona, salió sin muchas esperanzas de una prueba en la que tenía reparos a echar una bronca y a admitir que había rodado. “A mí no me cogen”, confió a sus próximos antes de que la selección contradijera sus sensaciones.

“Dentro de algo muy grande”

Con la confirmación de que estaban ya dentro de la película, varios de ellos viajaron a Madrid, donde conocieron el guion y pasaron por vestuario y maquillaje entre retratos de personajes rurales en los que se iban a encarnar. “Yo ahí me di cuenta de la importancia, de que estábamos dentro de algo muy grande”, señala Poli Suárez, que ya había sido coordinador de voluntarios en el Mundial de Ciclismo de Ponferrada de 2014. “Ahí fue donde me jodieron el bigote”, sonríe Gonzalo García, que ya había hecho teatro aficionado y está acostumbrado a dar la cara al público tocando la batería o el órgano o durante su etapa como presidente de la Asociación de Pensionistas y Jubilados El Cangalón de Fabero. “Todo influye; tienes otra experiencia”, añade quien contaba con otro aval: la facilidad con el idioma en que iba a rodarse parte de la película, puesto que se casó con una gallega y tocaba por la comunidad vecina.

Melchor López Valle, que estudió de joven Historia del Cine, hizo el papel de Eusebio, el cantinero. 'Y a mí ya me llegaba con haber pasado por delante de la cámara'

José Antonio Fernández, que al principio lo intentó con el gallego (“Mejor habla como sabes”, le recetaron después para hacer el papel de Miguel), cree que en la caracterización ahondaron en sus puntos menos favorecedores hasta incluso llegar a decirle que no se cortara un pelo que afloraba en la superficie de su nariz. Y Melchor López Valle tuvo que dejarse el pelo largo y barba para hacer de Eusebio, el cantinero que sirve las consumiciones para unos protagonistas que reflejan la paradoja de que quienes son originarios del pueblo quieren irse y los que llegaron de fuera porfían por quedarse en una película que la crítica especializada ha llegado a catalogar como de 'western rural'.

El rodaje fue un regalo más que un trabajo para los improvisados actores. “A mí me llegaba con pasar por delante de la cámara”, admite el propio López Valle. “Yo quería ver cómo funciona el cine desde dentro”, apunta Mercedes Samprón, que recuerda ir sola a ver películas a los minicines de la Plaza de España de Madrid. Luego se trasladó a Cataluña. Prejubilada de Telefónica, desde la pandemia pasa la mitad del año en su tierra de origen. Los diferentes procesos de selección, rodaje y preestreno le coincidieron bien en el calendario. Y cree que la película también le llegó en un momento vital adecuado: “No lo viví con nervios porque no me sentía presionada. Quizá la edad te lleva a relativizar”.

Un ambiente familiar

En medio del proceso vital que comenzó con el casting y terminó con el preestreno, José Antonio Fernández se tomó en pleno rodaje al pie de la letra una indicación de Luis Zahera. “No toques nada. Lo que toques puede tener consecuencias”, había dicho el actor gallego. Así que el leonés no se movió del sitio el día en que se olvidaron de maquillarlo y ya le tocaba ponerse a rodar hasta que apareció el propio director. “El éxito de Sorogoyen es el ambiente que crea. Sientes como que estás en familia”, afirma. “¿Estás a gusto? ¿Te lo estás pasando bien?”, le preguntaba el realizador a Mercedes Samprón, quien reconoce que se esperaba “muchas más órdenes”. “Estaban tan pendientes de mí como de Zahera”, advierte Poli Suárez, mientras Gonzalo García recuerda cómo se apresuraban a abrigarlo cuando le castañeteaban los dientes por el frío en el monte en una escena en la que pudo retrotraerse a su infancia como pastor.

Mayoría en el reparto, los actores no profesionales vivieron el rodaje también con cierto grado de asombro. “Para mí todo era muy grande. Me desbordaba”, reconoce José Antonio Fernández al rememorar la jornada en la que “estuvieron media hora discutiendo si cerraban o no una contraventana”. “Sin entender nada de técnica, me llamó la atención el sonido”, cuenta Mercedes Samprón. “Para mí antes el cine era como el vino: sabía lo que me gustaba y lo que no”, abunda Poli Suárez, que se reconoce impresionado por el manejo de la banda sonora sin obviar el día en que le costó reconocer a su mujer, caracterizada como extra para la secuencia en el cementerio. Y Melchor López Valle, que ya tenía conocimientos por haber estudiado Historia del Cine, se queda con la máxima “menos es más” a la hora de recortar escenas: al final Poli Suárez se quedó en la película sin ninguna de las frases que pronunció en el rodaje.

Vivieron el rodaje con una parte de asombro, como el día en que el equipo debatió durante media hora si cerrar o no una contraventana, recuerda José Antonio Fernández

Con la incertidumbre precisamente de qué partes del guion se conservarían en la película estaba Mercedes Samprón en el papel de Aurora, la mujer de Pepiño, el oriundo que se hace amigo de la pareja francesa protagonista a veces a fuerza de recriminarles un método de cultivo ecológico que dejaba buena parte de la parcela en lo que en la zona se denomina a poulo. Pepiño era en la realidad José Manuel Fernández Blanco, nacido en Gijón, trabajador de Radio Nacional de España en Monforte de Lemos (Lugo) y afincado luego en la comarca del Bierzo, que murió en el tránsito entre el rodaje y el estreno. Ya en una cama hospitalaria, le confió a Poli Suárez lo que diría de la experiencia si un día le llegaran a hacer una entrevista: “Gracias, gracias y gracias a todos por el trato recibido”.

El proyecto de vida que José Antonio Fernández había comenzado pagando la gasolina para ir al casting a Villafranca del Bierzo y encarnar a Miguel terminó cuando acudió a Sabucedo (Pontevedra) al preestreno de la película (también tuvo su premier en Villafranca del Bierzo). No pudo disfrutarla. “Lo viví con una tensión brutal. Nada más estaba pendiente de ver lo que entraba y lo que no”, admite tras explicar que había dejado una fotografía de su hija fallecida que finalmente sale en la película. “Ella me había llevado allí. Fue el culmen. Todo fue positivo”, cuenta este leonés, uno más de los varios actores no profesionales que ponen su granito de arena en As bestas. El suyo fue así un final feliz.

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