Fab Lab León, diez años acercando el futuro a los leoneses, España y al mundo

Las instalaciones de Fab Lab León. // Uribe

Jesús María López de Uribe

Al Fab Lab leonés le pasa lo mismo que a León, hay tantas cosas, bonitas e increíbles que son lugares “imposibles de contar”, como hay tantas cosas alucinantes la gente tiende a no creérselo o asustarse. Pese a que las cosas que se ven en el centro molan mucho y dejan claro que uno se puede llegar a construir una maquinita de las de matar marcianitos (con cientos de juegos) con no mucha dificultad –sólo echándole tiempo–, al final hay tantas posibilidades que el cerebro colapsa y no sabe uno muy bien qué hacer con ello. Aparte de que hay que echarle horas. La tecnología es fácil y asequible, pero aprender cosas nuevas siempre cuesta. Y luego hay que compartir todo lo que uno hace y documentarlo para la comunidad; para que cualquier otro haga lo mismo que has hecho tú.

Y esa barrera es la más complicada de superar, porque todavía la gente cree vivir en un mundo en que la exclusividad, el ansia de tener la patente que te saque de pobre, es posible. Un mito que se desmonta de forma muy fácil: en un mundo absolutamente interconectado, lo que tú has pensado posiblemente lo esté haciendo, o lo haya hecho, otro; y el que saca beneficio de las creaciones es el que mejor lo sabe vender. No todos los inventos han de ser perfectos u originales, sino que han de ser aceptados por el público y ser usados.

Fab Lab León es uno de esos milagros desconocidos de la provincia (y la capital) leonesa donde un inventor, ingeniero, o cualquier persona, puede conseguir crear aquella idea que le ha venido a la cabeza: prácticamente lo que quiera. Como tantos otros –la empresa Tecoi en Sahelices de Sabero, compañía puntera mundial de máquinas de corte láser por control numérico de gran formato, lo que viene siendo Fabricación Digital a escala astilleros es otra muy relacionada con la Industria 4.0; que es la evolución industrial de la Fabricación Digital–, que los leoneses tendemos a ignorar; posiblemente porque no nos lo creemos.

Es, en esencia un centro, o laboratorio, en el que hay una serie de máquinas que permiten hacer “casi cualquier cosa”. Tiene impresoras 3D, una máquina de corte láser, una fresadora CNC, un plotter de corte de vinilos, fresadoras de pequeño formato (con las que se pueden crear placas electrónicas a medida entre otras muchas cosas) y un taller electrónico para cacharrear con Arduino o las RaspBerry Pi o crear tus propias versiones de aparatos electrónicos... además de repararlos.

Los fablabs surgieron gracias al director del Centro de Bits y Átomos del Instituto Tecnológico de Massachussets (el famoso MIT), Neil Gershenfeld, que en colaboración con el Grassroots Invention Group consiguió en el año 2000 financiación para comprar una serie de máquinas “para construirlo (casi) todo” y crear el concepto de Fab Lab. En este artículo de 'Yorokobu' se explicaba en 2013 cómo comenzaban a surgir por todo el mundo. En España el primero fue en 2007 el de Barcelona, que creó el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña, donde se formaron los primeros leoneses que llevaron a cabo la botadura de Fab Lab León en 2011 (en las instalaciones de la empresa de tecnología ferroviaria Telice): Nuria Robles, la actual gerente, y el primero, Rubén Ferrero.

Hace diez años –aquí la noticia de la inauguración del de León en noviembre de 2011– tan sólo había siete de ellos en nuestro país (hoy son decenas), siendo entonces uno de los pioneros en Europa en la creación de este tipo de centros, por delante de Alemania y sólo por detrás de Estados Unidos, Holanda y Francia en todo el mundo. Hoy hay miles distribuidos por el planeta, e interconectados, que es una de las características fundamentales que tienen que tener: que tengan videoconferencia para compartir el conocimiento de forma rápida y sencilla. Con ello se pueden formar más personas en la Fabricación Digital, y, de hecho, el de León se ha convertido un nodo internacional de formación para decenas de personas en todo el planeta. El potencial máximo de un Fab Lab es que con una tecnología asequible y sencilla se sea capaz de crear soluciones en cualquier parte del mundo para resolver los problemas que se planteen en cada una de ellas. Al estar interconectados, un inventor en Uganda puede pedir consejo a un experto en Estados Unidos, España o Japón. O mostrar a los demás países su propia solución, que tiende a dejar boquiabiertos a todos porque en estos lugares más pobres los Fab Labs llegan a hacer cosas con materiales aparentemente 'pobres' que fascinan por el uso del ingenio humano.

Cosas como las de los Makers, los creadores y 'hacedores', que se unieron en la pandemia mediante las redes sociales –los Coronavirus Makers, que tienen un grupo de siete mil personas en Telegram– y en pocos días, apoyándose al compartir el conocimiento ingenieros, médicos y todo tipo de personas, consiguieron construir respiradores viables por que faltaban alarmantemente en aquellos días. Ventiladores médicos que ya han conseguido hasta la validación técnica de las autoridades para poderse usar en hospitales. Aunque el producto estrella fueron las viseras para protegerse del coronavirus debido a la falta de mascarillas. Fabricaron miles con sus impresoras tridimensionales, y llegaron a refinar tanto el diseño (iteracciones, las lllaman ellos) que, al final, las industrias han podido trasladarlo a las fábricas y producirlo por millones. Este es el verdadero potencial de la Fabricación Digital: que en un momento de emergencia y absoluta escasez, los ciudadanos son capaces de sustituir el producto que falta. Es decir, un vector ciudadano de resiliencia y a una velocidad asombrosa, como comenta en esta opinión el que se propuso llevar a cabo en León la idea de montar un FabLab, Cesáreo González Álvarez.

Esto muestra que aprender este tipo de nuevas tecnologías, y de forma de pensar –la filosofía Maker–, en realidad es sencillo, pero a la vez complicado. “llevamos diez años acercando a la gente tecnología al alcance de todos”, apunta Cesáreo González. Pero Nuria Robles, la gerente del espacio tecnológico y social, matiza que “al principio pensábamos que íbamos a estar más allá, teníamos otras pretensiones, parecía que iba a causar mucho interés, pero no fue así y hemos tenido que ir probando nuevos modelos”. Aunque también reconoce que “fue mala época cuando empezamos”. “La década ha sido horrible”, reafirma Cesáreo.

Fab Lab León se trasladó a su nave actual en la carretera de Lorenzana (frente a Espacio León, en Google Maps se indica cómo llegar) en 2015 –reformando la primera de la empresa Telice, ya que toda su familia participa del empeño en mantener esta iniciativa que ha merecido un premio nacional por su política de Responsabilidad Social Corporativa–, donde acoge todas sus actividades y las de otros, como las del StartUp Grind León, ya que es un espacio para mostrar y pensar y tiene las puertas abiertas a cualquier tipo de evento eneste sentido. El espacio se estrenó prácticamente de cara al público en general en la tercera edición de la Mini Maker Faire, tras haber organizado las dos ediciones anteriores en el MUSAC, el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León.

Han trabajado en diversos modelos para atraer gente a un laboratorio donde pudieran crear prototipos, y, de paso, empresas nuevas. Pero ha costado mucho y han tenido que adaptarse a la realidad: por mucho que se han movido, han salido en los medios de comunicación y han efectuado charlas en los colegios, incomprensiblemente sigue siendo un gran desconocido.

En la actualidad han cambiado el logo, tiene nueva imagen. Muy adecuada a los tiempos que corren. Tecnológico y sencillo. También con una página web muy completa e interesante. De acuerdo con las expectativas tras diez años de experiencia y buscando una nueva política de márketing que les quite la espinita de que no lo conozca (y aproveche) una mayor cantidad de personas. Está abierto a todas ellas.

“Si lo construyes, él vendrá”

“Esto fue un proyecto de responsabilidad social de la Fundación tMA (Telice Magnetic Anomaly), que en un primer momento podía hacerse por temas culturales, humanitarios, deportivos, artísticos; pero nosotros no íbamos por ahí, porque queríamos que fuera una expresión del ADN de una empresa tecnológica”, explica Cesáreo. “Que fuera algo que tuviese impacto y un retorno para la empresa. De atracción de talento, de familiaridad con las tecnologías, utilizarlo como un centro de producción e innovación, de ampliar nuestro capital relacional, para tener un retorno también para Telice”. Pero también se habían impuesto el objetivo de que fuera financieramente sostenible y que tuviera vida propia, que no fuera un mero spin off de la empresa. A nivel de sostenibilidad “antes de la pandemia estábamos a punto de conseguirlo, pero mira lo que ha pasado”, asume. “Hemos cambiado cosas y estamos otra vez en la senda”, apunta.

También se basó en la famosa frase de la película de Kevin Costner 'Campo de Sueños', en la que un granjero estadounidense construye un campo de béisbol en medio de su sembrado de maíz, porque sueña con la frase “si lo construyes, él vendrá” (en referencia a su padre muerto). Han venido muchos, y muy buenos, gente de mucho nivel; pero todavía creen que deberían venir muchas más personas. Es su objetivo principal: que vengan.

La inversión inicial en 2011 fue de trescientos mil euros. “Llevamos ya invertidos medio millón”. La empresa familiar se siente vinculada al territorio: “Que le vaya bien a León entendemos que es bueno también para nosotros, pero también buscamos un impacto que beneficie a la empresa. Sobre todo en cuestión de conseguir retornos, lejos de los que esperaba que fuera a tener y todavía mucho más lejos del potencial que creemos que pueda tener, pero hemos conseguido atraer talento –menos del que él esperaba, también lo reconoce– como la incorporación de Alejandro Moratiel a Telice, que vino por aquí y demostró su valía”.

“El Fab Lab te cambia la vida”

Todos los que han intervenido en este reportaje dicen lo mismo: “Fab Lab León ha cambiado mi vida”. Eso es lo que le ocurrió a la actual gerente, Nuria Robles Miguélez, que estudió la carrera superior de Ingeniería Industrial en Gijón, y que durante años trabajaba en Telice.

Pero la ingeniería en sí misma puede ser muy árida, porque muchos de los que terminan la carrera, y sobre todo las chicas, terminan en trabajos admistrativos que olvidan la gran máxima de uno de los más entusiastas promotores de Fab Lab León, Eduardo Puebla Guisuraga, con el que estudió la carrera, pero tristemente fallecido de forma repentina en 2012. Tanto Nuria como Cesáreo coinciden: “Fab Lab León hubiera sido muchísimo más con él aquí, le echamos todos muchísimos de menos”. No en vano una de sus frases típicas, con su sonrisa siempre presente era: “¡Para ser ingeniero sólo hay que tener ingenio!”. Lo demostró fabricando una silla con la fresadora de gran formato en el poco tiempo que pudo disfrutar de este lugar que para él era “algo maravilloso”.

“El Fab Lab para mí ha sido un gran esfuerzo”, confiesa Robles. “Pero también un cambio importantísimo en mi vida”. Pasó de un trabajo que no le satisfacía en Telice, a tener, “con todo lo sufrido porque ha costado mucho sacarlo adelante y a veces una perdía las fuerzas”, una tarea que es prácticamente el objetivo de una vida: enseñar a la gente, sobre todo a los niños y jóvenes, a prepararse para el futuro.

Quizás lo que más han querido trabajar, el retorno social –cuando pensó en invertir en un laboratorio de Fabricación Digital, Cesáreo comentaba que “en León pasó de largo la primera Revolución Industrial, la segunda y es el momento de subirse al tren en la tercera”– es lo que más les ha costado en el propio territorio leonés. Lo han intentado todo: acuerdos con la Universidad de León, hablar con las autoridades, cambiar de estrategia para atraer Makers cuando veían que no funcionaba; pero resulta que fueron los niños, las niñas y los jóvenes los que sí han conseguido darle este sentido a Fab Lab León. Sus programas de actividades de verano y las extraescolares para niñas, Poderosas, y para pequeños, Fabitos, y el de Jóvenes Makers están dando sus frutos, con muchos de ellos volviendo cada año. Sin olvidar su participación en el Programa Breakers de la Fundación Orange y la financiación que han conseguido para enseñar ciencia y tecnología en modo STEAM en más actividades tras el cole con la Fundación FECYT.

“Hay de todo. No todos han repetido. El año pasado al no haber extraescolares en los coles, para nosotros fue una oportunidad. Si hay un lugar de formación que estaba preparado para impartirla a distancia, eso es un Fab Lab en los que se aprende literalmente así. Pero este año algunos han preferido hacer cosas de deporte u otras actividades, pero tienen que hacer lo que les gusta obviamente. Normalmente cuando vienen los chavales de visita, primero se les abren los ojos y algunos lo disfrutarán más que otros, pero lo que ocurre es que no se quieren ir. Tenías que ver ayer a los pequeñitos que vienen a las siete de la noche y terminan la actividad y empiezan a cacharrear con todas las cosas que hay, y vienen a divertirse además de aprender. Lo de aprender es muy importante para los padres, sobre todo de cara al futuro, pero lo de divertirse lo ves en los chavales... ¡Y no quieren marcharse aunque sea tarde!”.

Esto lo dice, referiéndose a los que vienen nuevos, los de primer año. “Los que ya han repetido, y sobre todo las Poderosas, que son increíbles, tienen ya sentimiento de grupo. No te imaginas lo mal que les sentó cambiar el logotipo. Cuando vinieron y vieron el nuevo, les costó aceptarlo. 'Me encantaba el otro', decían. ¿Era como ”es que es lo mío“, sabes? Y después ya se habituaron, pero sienten esa pertenencia al grupo en plan 'Poderosas es algo mío, Fab Lab es algo mío'. Esto que te digo de los pequeños, con las poderosas más a lo bestia: de no quererse ir, de mandarte regalitos, y diciendo 'es la mejor cosa que me ha pasado en la vida, quiero que vuelva a ser martes'; y es lo que hemos detectado en los niños, que Fab Lab es un sitio donde les mola venir”.

Pero olvidan también, posiblemente por la humildad que les caracteriza, que Fab Lab León se ha convertido en un nodo de formación internacional, con los programas Fab Academy, que ha formado incluso a los directores de los Fab Labs de varias universidades españolas, y el Fabricademy, que se centra en la tecnología futura de los textiles y la moda. Fab Lab León ha sido padrino de varios centros de este tipo en España y también en el extranjero (como si fuera la piedra filosofal de su transmutación de los bits a los átomos en esto de la Fabricación Digital). Algo que pocas instituciones pueden llevar a gala en nuestro país.

“Dentro de la Red sí tenemos un buen prestigio. Nuestro verdadero impacto ha sido realmente a nivel de evangelización y formación. Pero nos falta poder mostrar a las empresas el potencial de esta filosofía Maker”, se lamenta González.

Una bonita 'anomalía' en León

Fab Lab es una bonita anomalía en León. No pensó Cesáreo cuando nombró a la Fundación como Telice Magnetic Anomaly (en referencia al monolito de '2001, una Odisea del Espacio', que Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick bautizaron Tycho Magnetic Anomaly) al final se convertiría en algo similar: un sorprendente centro de conocimiento que poco a poco cambia a los seres humanos que lo 'tocan'. Y en León, un sitio inesperado.

Eso le pasó a Adrián Torres, un ferroviario apasionado por las maquetas de trenes que se interesó hace unos años por las posibilidades de placas electrónicas de fácil manejo –pero de una potencia asombrosa como para manejar robots y todo tipo de aparatos–, y de la impresión 3D para ver cómo aplicarlo a sus creaciones. Entró, vio... y se quedó. De hecho hoy es uno de los formadores internacionales de Fab Lab León.

“Para León es una joya en bruto. Muy poco potenciada, porque muy poca gente nos conoce, pero poco a poco van dándose cuenta de lo que hay. En el mundo nos quieren muchísimo a nivel de la Red de Fab Labs, en la red del Fab Academy y en la del Fabricademy (de tecnología textil y moda del futuro) es tremendamente valorado. Y hay alumnos graduados de toda España y el mundo”, explica.

A él, como a tantos otros le ha cambiado la vida. “Sobre todo a nivel de apertura de mente, de conocer nuevas tecnologías, de seguir aprendiendo, de investigar y estoy muy orgulloso de formar parte de él, porque a nivel local, nacional, pero sobre todo internacional nos conocen mucho y hacemos grandes cosas y yo creo que tenemos que estar muy orgullosos”, continúa.

Respecto a las posibilidades de la tecnología “al alcance de todos”, él lo tiene claro: “No hace falta gastarse un pastizal para aprender y empezar a aprender a usar la fabricación digital. Simplemente desde un Arduino, pasando por una impresora 3D, que no hace falta gastarse mogollón de pasta para tenerla y poquito a poco ir aprendiendo. Y sobre todo yo creo que hay algo que no se puede pagar, que es el conocimiento, que es abierto en el mundo de los Fab Labs. Todo el mundo lo comparte y todos pueden aprender de otros”..

Él tiene claro eso de que en un Fab Lab “se puede construir casi cualquier cosa”. Yo he hecho desde un mueble, pasando por una placa electrónica que funciona con casi cualquier cosa, hasta una maqueta modular de tren automatizada.

El corte láser es una maravilla, con eso puedes crear formas en 3D, edificios completos, partes de maquetas, es una pasada. Hay muchas más herramientas de las que la gente conoce, también está el plotter de corte con el cual podemos hacer placas de cobre flexible que con otra tecnología no podríamos hacerlo, una fresadora de gran formato con la que se pueden crear muebles personalizados y también crear tus propios composites y la cortadora láser es magia lo que hace“, comenta entusiasmado.

Fab Lab León es un lugar perfecto para los ingenieros, según él, “pueden prototipar ese proyecto que tienen en mente, a baja escala, bajo nivel y después con ello lo que pueden hacer es ver la viabilidad y pegar el salto a mandar esa placa a China que me la van a fabricar mucho más rápido o en otro lugar”.

¿Pero Fab Lab son las máquinas o las personas? “Son las personas, las máquinas es el medio con el que transformamos estos pensamientos que tenemos en grupo, que intercambiamos, y al final lo que hacemos es llevar a cabo esas ideas en proyectos gracias a ellas, pero sin personas e ideas las máquinas no funcionan”, transmite, para felicitar el décimo cumpleaños de este centro y desear “que siga cumpliendo muchos más”.

De los bits a los átomos

Hablando de ingenieros, otro de los formadores de Fab Lab es Pablo Núñez (@eltercerlugar), que era un programador informático que se acercó curioso por el Fab... y se quedó para siempre. Es el perfecto ejemplo de lo que es el concepto de “pasar de los bits a los átomos”, la verdadera revolución de la Fabricación Digital. Aprendió a reproducir el mundo real, los objetos y las formas de hacer las cosas y replicar los procesos físicos a los ordenadores... y cuando vio lo de “compartir cómo hacer cosas” se dio cuenta de que la tecnología había dado la vuelta: podía diseñar cosas en el ordenador y hacerlas realidad (más allá de la única herramienta que lo permitía hasta entonces, la impresora de papel).

“Ha cambiado mi forma de pensar y mi forma de trabajar, de pensar en los objetos con los que convivo habitualmente en mi entorno. Y también mi vida normal, porque yo pensaba tener para siempre un trabajo y me hice autónoma para fabricar cosas chulas por estar en este Fab Lab. Yo creo que fue como el empujón, tener un espacio como éste, de poder crear lo que me diera la gana”, valora.

“Yo era programador, desarrollador de páginas web y esas cosas. Lo normal. Pero cuando vi Fab Lab, digamos que hice el paso de lo que es la Fabricación Digital: pasé de los bits a los átomos. Yo tenía mucha cultura de Open Source en el Software, porque yo intenté trabajar en Linux, era formador de este sistema operativo abierto en servidores, tenía un background de esto importante. Pero yo no me imaginaba que eso también se podía aplicar a los objetos físicos”, reconoce. “Entonces claro, ese cambio de programo cosas y las comparto a ”fabrico cosas y las comparto“ a mí me moló mucho, porque fue un paso que me cambió la vida. A partir de entonces mi vida ha ido más encaminada a la forma de ganarme la vida y de compartir lo que sé, pero en forma de átomos, no de bits”, confiesa Pablo, al que han definido como “un artesano digital del siglo XXI”. Ahora hace de todo por encargo, a todo el mundo con su marca Fabrico tus Ideas.

Para él, Fab Lab León “siempre ha sido una ventana al mundo” pero en la actualidad, tras tantos años de trabajo y repensar cómo hacerlo atractivo a muchas más personas apunta que “ahora mismo es como abrir una puerta y entrar en otro mundo diferente. Para León es una forma de que las mentes inquietas tengan un lugar donde poder juntarse. Es aire fresco, como cuando abres la ventana por la mañana y entra el fresquín, pues es eso: algo totalmente inesperado, innovador y que te motiva. Te tira a hacer cosa que igual no harías si estuvieras en otro sitio de León. Yo creo que para León lo importante de Fab Lab no es que esté aquí o no, sino que la gente lo conozca. Y una vez que lo conoces, eres tú mismo el que sacas ese lado de genio, investigación e innovación”.

Por ello agradece a Telice, a la familia González que le dio la vida al Fab Lab León, porque si no yo no hubiera sido lo que soy ahora, y sobre todo quiero tener esperanza en que el mundo va a cambiar y nosotros hemos sido los primeros en apuntar hacia el camino correcto.

Otra ingeniera, pero aeroespacial, ésta con premios nacionales antes incluso de terminar la carrera en la Escuela de Aeronáutica de León, es Laura González-Llamazares. Según vio las posibilidades de Fab Lab León se enamoró de la Fabricación Digital y, como es una polvorilla, también creó el Club Maker de la Univerisdad de León. Para ella, que ahora trabaja en fabricación aditiva en el Reino Unido fabricando motores de cohetes con impresión 3D de metal, también ha sido vital Fab Lab, ya que aplica “muchos de los conceptos que aprendí allí”.

“En el Fab Lab León fue donde descubrí mi pasión por la ingeniería y la fabricación, donde empecé a hacer los primeros proyectos, aprendí sobre fabricación digital, impresión 3D, CNC, cortadoras láser... El Fab Lab y el mundo maker despertaron mi inquietud por la tecnología pero sobre todo me enseñaron que lo importante no son las máquinas, sino las personas que las rodean: compartir conocimientos y trabajar en equipos multidisciplinares no solo implica un mejor resultado sino que también te permite disfrutar y aprender mucho del proceso”, cuenta. Y da en el clavo: no son las máquinas, sino las personas que las manejan... y deciden qué es lo que quieren hacer y cómo. Y para qué. En este caso el sueño de conquistar el Espacio.

Formación nacional e internacional

Para crear un Fab Lab hay que pasar lo que se dice un 'bootCamp' o sacar la formación del Fab Academy, en la que el alumno tiene que aprender los conceptos y las técnicas de la Fabricación Digital llevando a cabo un proyecto. León es nodo internacional de este curso, con lo que makers de todo el mundo han podido aprobarlo gracias a ello. Y también muchos españoles.

De los primeros que vinieron cada fin de semana a León desde Madrid, la arquitecta Sara Alvarellos, habla maravillas de este centro de innovación y aprendizaje: “Para mi el Fab Lab de León en mi vida pues fue como una ventana, la puerta de entrada a un ámbito de conocimiento apasionante, increíble. Yo creo que eso es una buena forma de definirlo, me permitió que descubriera que era capaz de crear casi cualquier cosa. Una vivencia muy empoderadora”.

Y continúa, “para el Mundo Maker español, es una incubadora de makers, ha sido como una 'madre' de Makers. Todo el mundo que ha adquirido conocimiento ha pasado por ahí, o una buena parte a nivel de España y ahora mismo es una referencia en lo que es el ecosistema de Fab Lab, claramente una referencia en toda la red, que es internacional.

Junto a César García (@elSatch) fueron los dos impulsores del MakerSpace Madrid. Éste, además, tiene un podcast veterano llamado 'La Hora Maker' (en este programa habla del surgimiento de la Cultura Maker y se refiere a la importancia de Fab Lab León), y también tiene clarísimo que ha sido crucial en España.

“Dentro del mundo Maker, Fablab Leon ha sido lugar de encuentro y aprendizaje para muchos de los managers de nuevos espacios por todos los lugares de la geografía española. Por su ubicación y predisposición para acoger a gente de otros lugares ha permitido que mucha gente cursara estudios de fabricación digital y que luego se lanzaran a crear sus espacios o se hicieran cargo de las instalaciones del Fablab en sus instituciones. A nivel internacional, Fab Lab Leon ha mentorizado a multitud de estudiantes remotos para que pudieran adquirir nuevas habilidades, cuando la distancia lo hacía imposible. Desde mi punto de vista es un conector clave dentro del ecosistema mundial de fablabs, implicado en todos los programas que se están llevando a cabo a escala global en estos momentos”, opina.

Casi nada.

“A nivel personal nos sirvió para realizar Fab Academy y nos animó para lanzar el proyecto de Makespace Madrid. Nos daba mucha rabia no poder contar con uno de estos espacios en nuestra ciudad, asi que nos pusimos manos a la obra. A lo largo de todos estos años he intentado mantener el contacto para estar informado de las últimas novedades de los programas educativos, proyectos y para impulsar iniciativas conjuntas a nivel nacional”, señala.

Y no puede evitar expresar el agradecimiento a la gente que lleva el día a día de Fab Lab, “la hospitalidad y cariño que le ponen en el día a día, Nuria, Pablo, Adrián y Cesáreo”. Un día se propusieron crear un lugar para generar nuevas oportunidades en su ciudad... ¡Y ya han pasado diez años! ¡Enhorabuena y a por los diez siguientes!“.

Un cambio vital de cara al Futuro

Fab Lab León es una ventana al futuro. Un lugar donde comprender cómo funciona la tecnología y saber interactuar con las máquinas. ¿Cómo? Simplificando: haciendo que hablen como uno quiera, que actúen como uno les ordene, no que otros les hagan hablar como ellos quieran o actúen como ellos les ordenen.

Todas estas máquinas, toda la Comunidad Maker, lo que pretenden es ser los que comprendan cómo funcionan unos aparatos que, hoy en día, ya cumplen la Tercera Ley de Clarke: “Toda tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Lo que intentan es aprender cómo hacerlo y, de paso, y enseñar a niños y niñas, a mayores y no tan mayores, (a todos, vamos) a acostumbrarse a esa tecnología, a hacerla suya, a controlarla en unos años en que la fuerza física puede desaparecer como elemento para conseguir un trabajo cuando vengan los robots. Y serán quienes controlen y sepan cómo funcionan esos robots los que consigan empleo, sea de diseño o mantenimiento. En esencia, en Fab Lab enseñan a cómo te ha de cambiar la vida, y cómo has de cambiar la vida a los demás.

¿Y cómo les ha cambiado la vida a sus dos promotores? En ILEÓN se lo preguntamos:

“¿Qué ha supuesto Fab Lab en mi vida?”, se pregunta retóricamente Cesáreo González para iniciar un discurso que no ha podido calcular. “Pues esto me ha puesto totalmente fuera de mi zona de confort, me ha puesto en una posición muy incómoda. Con todo lo bueno que eso implica, a nivel de baño de cura de humildad y de aprendizaje. Ha sido... no, no ha sido... está siendo brutal. He tenido que aprender un montón de cosas y las que todavía faltan por aprender. Ha sido fundamentalmente eso, como tirarse a una piscina pensando inicialmente que iba a ser más fácil... pero al final te das cuenta que es como montar una StartUp, aunque haya sido un tema de acción social, en algo donde pensabas que más o menos podías tenerlo controlado y tenías claro lo que había que hacer para que las cosas funcionaran... y... darte cuenta de que no. De qué va (se ríe). No era tirarse a una piscina, era nadar en mar abierto. Y bueno, han pasado diez años, seguimos vivos pero todavía falta mucho. He aprendido muchas cosas, pero me faltan todavía muchísimas más por aprender”.

“Lo que ha supuesto para mí... es un enamoramiento”, reconoce Nuria Robles. Muchísimas personas que han conocido el mundo de los Fab Labs se han sentido encandiladas. Esto mola mogollón y das más de lo que recibes. Y digo esto cuando pasan los años y lo pones en la balanza. Te das cuenta que has dedicado muchísimo y lo que tú has recibido a lo mejor no es tanto, si podemos cuantificarlo. Después vinieron unos años muy complicados hasta el punto de que quieres tirar la toalla, no sabes si vas a a salir... estás invirtiendo mogollón de esfuerzo y de dinero también. ¿Pero qué pasa? Es que después llega la comunidad y el equipo de trabajo y se integra dentro de tu vida (se emociona). Realmente para mí el Fab Lab es parte de mi familia. Y cuando vienen los momentos difíciles tú dices: esto tiene que seguir adelante, que hay mogollón de gente que quiere que esto siga adelante“.

Y que siga diez años más. Y que todo León lo vea. Y lo aproveche de verdad. Nos va en ello el Futuro.

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Nota: el autor de este artículo estuvo colaborando en la creación de Fab Lab León y en promocionarlo a lo largo de los años, así que puede certificar en primera persona todo el esfuerzo realizado por una familia, la González Álvarez, que merece un premio, y por todo el equipo maravilloso de este centro de “tecnología al alcance de todos”. De hecho, también le cambió la vida, ya que organizó tres ediciones de la 3D Printer Party en León, convirtiendo a la ciudad en la capital española de la impresión 3D; y también, como le describen, en el 'Maker de la Palabra'. Gracias por todo lo aprendido y por lo que queda por aprender. Ahora, de verdad, sólo queda que todos los leoneses sepamos aprovecharlo: si mi admirado amigo de la infancia, Cesáreo, lo construyó... ¡Vayan!
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