La logia masónica de León en los años 30 del siglo XX: una docena de miembros

La Biblioteca de Azcárate en Sierra Pambley fue sede de reunión de masones leoneses.

De “secretismo y oscurantismo” con la Masonería en León, absolutamente nada. Por ejemplo, en 1927, se puso el nombre del masón Emilio Menéndez Pallarés a la calle de La Torre (entre la torre de San Isidoro y la avenida de Padre Isla). Es más, el principal impulsor de la idea fue el conservador contratista y concejal Julio del Campo Portas, gran amigo de la familia Pallarés y uno de los fundadores de Unión Patriótica, máximo valedor en León de Miguel Primo de Rivera, dictador en España de 1923 a 1930.

Emilio Menéndez era hijo del comerciante Juan Menéndez Cisneros, proveniente de La Bañeza y uno de los mayores contribuyentes de la provincia durante la segunda mitad del siglo XIX.

Gracias a su talento y a la influencia de otras familias leonesas en Madrid, como la de los banqueros de la familia Fernández-Llamazares, el abogado Emilio Menéndez Pallarés, hijo del comerciante bañezano Juan Menéndez Cisneros y de Agustina Pallarés Nomdedeu, con domicilio y negocio en la plaza Mayor n.º18 de León, consiguió mejores resultados en sus exámenes de Leyes en la Villa y Corte, llegando a ser reconocido e influyente, donde su despacho en la calle Fuencarral n.º 107 fue prestigioso. Hasta en los triángulos de la fotografía con su retrato se apreciaba su descarada, pública y simpática militancia masónica.

Su Madre, Agustina Pallarés Nomdedeu (hija de Pascual y María), viuda de Juan Menéndez Cisneros, se había hecho cargo del negocio de su difunto marido ayudado de la gestión de Hermenegildo Zaera Herrero. La familia Zaera fue otra saga propietaria leonesa. Se puede apreciar una vez más la relevancia de las miles de mujeres en la vida comercial e industrial española en el siglo XIX. El fenómeno viene de siglos atrás, a pesar de tanta insidia y falacia que retrata a las mujeres en casa e incapacitadas legalmente para los negocios, esto no es cierto; quedando más bien en una grosera falsedad extendida en los campus universitarios.

Durante los años previos a la Segunda República, ni siquiera existía masonería en la ciudad de León. Fue en 1931 cuando se constituyó un Triángulo masónico llamado 'Libertad' compuesto por Ángel Arroyo Lescún (contable de profesión), Germán Martín Gómez (contable) y Julio Marcos Candanedo (maestro nacional).

Cuando un triángulo (compuesto de tres personas) masónico aumentaba a más de 7 miembros, el triángulo pasaba a denominarse logia, que en agosto de 1933 pasó a pertenecer a la logia con el nombre del antiguo masón leonés Emilio Menéndez Pallarés. Así, para 1933, la Logia Menéndez Pallarés en la ciudad de León estaba compuesta por once personas, como demuestra el documento de aquí debajo.

Estos son los verdaderos masones de la ciudad de León en ese momento. Escribir la historia política de cada uno de ellos no cabe en el espacio de un reportaje. Una historia y devenir político, que en muchos casos acabó en desgracia personal tras la sublevación militar de 1936. Pero al principio, en el momento de la sublevación y durante los meses siguientes, a las nuevas autoridades militares no les importaba en absoluto la pertenencia o no de estos encartados a la masonería, y buena prueba de ello es que, entre las acusaciones al verdadero líder de los socialistas (escisión estalinista dentro del Partido Socialista), Alfredo Nistal, en su proceso de incautación de bienes, ni siquiera se cita su pertenencia a la masonería, cuando era de dominio público. No, no era influyente la masonería leonesa en 1936.

Para saber más, es conveniente leer el libro Los leoneses que financiaron a Franco. Por ejemplo, Juan Rodríguez Lozano (abuelo del ex presidente del Gobierno) aún no había ingresado en la logia para esa fecha. Rodríguez Lozano sería uno de los primeros condenados a muerte tras el alzamiento militar, después de su desafortunada intervención en el Gobierno Civil de León sito en la avenida Padre Isla número 5 (edificio de Blas Alonso), cuando se le ocurrió disparar con su pistola un ridículo proyectil mientras los militares sublevados tenían completamente controlada la situación, con la aviación dispuesta a actuar contra el edificio, y con fehacientes noticias ya sabidas en el mismo Gobierno Civil de que los militares sublevados de otras provincias estaban muy cerca de entrar en la ciudad sin resistencia alguna. Los reproches de los funcionarios y otros políticos retenidos en el edificio administrativo hacia la actitud del capitán Lozano consiguieron crispar aún más la situación. Las causas militares conservadas, con las declaraciones de los testigos presenciales, lo relatan concienzudamente; como, por ejemplo, la causa militar número 467 conservada en el archivo militar intermedio del Ferrol.

Lo que está claro es que el posteriormente manido asunto de la masonería (a partir de 1938) es algo que no interesaba en absoluto a los militares al comienzo de la guerra. De hecho, en el expediente de incautación abierto a comienzos de 1937 contra el huido Alfredo Nistal –reconocido y comprobado masón, y líder de la Revolución de octubre de 1934 en León– ni siquiera se menciona su pertenencia a la masonería. Sí se interesan las autoridades por otros asuntos (desconocidos hasta hoy) relacionados con la vida pública y privada de Alfredo Nistal:

«[…] fue Diputado a Cortes por el Partido Socialista y primer Director General de Comunicaciones que tuvo la República, cargo que desempeñó corto tiempo, del que fue destituido después de una intervención en las Cortes del Diputado Rodrigo Soriano, que leyó el expediente administrativo, cuya copia se adjunta. En la Revolución de Octubre de 1934 fue presidente del Comité revolucionario de esta provincia, inspirador y director de las fuerzas revolucionarias que intentaron apoderarse de la capital y del Aeródromo de la Virgen y, después de detenido, siguió en contacto con los principales dirigentes del marxismo provincial, como lo prueba la correspondencia intervenida, de la que existen copias en esta Comisaría. En junio de 1936 fue nombrado Presidente del Comité Ejecutivo Provincial de la Federación de Agrupaciones Socialistas, y era Secretario de la Agrupación de León en el momento de comenzar el Movimiento Nacional. Fue Nistal, tanto en el Movimiento Nacional, como en otras ocasiones, principal figura marxista. Intervino abiertamente en la política del Frente Popular, y de manera destacadísima en el Gobierno Civil en esta provincia. El día 20 de julio pasado, al estallar el Movimiento, huyó con otros significados marxistas, organizando las fuerzas rojas en la zona no liberada de esta provincia, desempeñando el cargo de Delegado en la provincial de León del Gobernador General Rojo, con residencia en Villamanín. Laico rabioso […] Según confidencias, en el expediente por falta de pliego de 5.000 pesetas consta la declaración del encartado, en que confiesa que lo sustrajo por salvar de un apuro a su padre».

La Comisaría de Investigación y Vigilancia adjunta copia de los expedientes administrativos incoados a Alfredo Nistal, expedientes que utilizó el diputado –en su día los publicó el periódico La Tierra– Rodrigo Soriano en enero de 1932 para acusar gravemente a Alfredo Nistal en el Congreso de los Diputados (ver su expediente de incautación de bienes conservado en el A.H.P.L., en el que se le embarga y tasa una biblioteca de más de 900 volúmenes en su domicilio, piso 2.º izquierda de la Casa de Don Valentín [Gutiérrez Alonso]. Los tasadores judiciales fueron los conocidos libreros e impresores Saturnino Díez Alonso y Mariano Santander Garzo).

Lo mismo sucedió con otros componentes de la Logia Menéndez Pallarés que fueron perseguidos, detenidos o asesinados tras la sublevación militar. Si se les represalió fue por su significación pública (Marcos Candanedo, Pío Álvarez, Mollá, Rafael Álvarez, Germán Martín Gómez, Rodríguez Lozano y demás) a favor de la Segunda República o su descarada transformación hacia postulados estalinistas, pero jamás por pertenecer a la masonería.

Porque lo que es evidente es que muchos de estos componentes de la Logia Menéndez Pallarés simpatizarían y pertenecerían activamente y con posterioridad a defender hasta donde fuese necesario al conocido como Frente Popular.

El persecutor de los (pocos) masones leoneses: Enrique García-Tuñón

Otro misterioso y siniestro personaje vinculado a la represión de la masonería que aparece con frecuencia a partir de 1938 era el ingeniero Enrique García-Tuñón y González-Palacios, quien pertenecía al Servicio de Inteligencia Militar (SIM), quien efectúa otra importante declaración sobre otro reconocido masón leonés el 4 de septiembre de 1941, cuando la masonería anti-marxista (real o ficticia) adquiría ya cierta relevancia y obsesión para los intereses de Franco. Un informe de la época dice así:

“D. Enrique García-Tuñón, de 49 años de edad, de profesión propietario, de estado casado, natural de Pola de Lena, vecino de León y con domicilio en calle Julio del Campo n.º 5; 1º, preguntado convenientemente manifiesta: que conoce al expedientado José Mollá Herrero [antiguo Venerable de la Logia Menéndez Pallarés] con posterioridad al Glorioso Movimiento Nacional, y aunque no recuerda la fecha con seguridad, cree es desde enero de 1937 y con motivo del declarante ser el 'Jefe del Noroeste de España del Servicio de Información del Estado Mayor del Ejército del Norte', precisó hacer un interrogatorio al referido señor Mollá [en la cárcel] y pudo apreciar que debido a las declaraciones e informes prestados por el mismo, dieron gran luz para conocer de ciertos elementos pertenecientes a sociedades secretas, y por tanto prestaron gran servicio a La Causa”. Según otro informe emitido por el Ayuntamiento de León y firmado por el alcalde Diego Mella Alfageme, “le cogió el Movimiento Nacional en Oviedo, desde donde fue traído a esta ciudad ingresando en la prisión de San Marcos, donde permaneció desde el mes de abril de 1937 hasta abril de 1938, habiendo sido separado del Cuerpo de Correos”.

Los 'misteriosos' documentos másónicos del XIX

¿Y qué pasó, por tanto, con los misteriosos documentos masónicos del siglo XIX y primer tercio del XX a partir de 1936 en León, que tanto se buscaron? Pues que estaban custodiados en el local donde uno de los principales masones leoneses de finales del siglo XIX, el francés y mecánico de profesión, Alberto Laurín, tenía su taller, permaneciendo allí cuando Laurín dejó ese local y lo regentó otro mecánico llamado Graciano Díez, dueño de un próspero negocio de carruajes dedicados a todo tipo de servicios públicos y privados.

¿Y por qué Laurín no se llevó la documentación masónica a su nuevo negocio en la calle Sierra del Agua (actual avenida de la Facultad de Veterinaria)? Muy sencillo: porque Graciano Díez también era un importante y reconocido masón bastante más joven que Laurín, quien en realidad ejerció durante algún tiempo como digno sucesor del francés en los asuntos relacionados con la masonería leonesa.

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