Autonomía de León: una oportunidad histórica

El Consistorio viejo de la Plaza Mayor de León con la pancarta del Lexit.

La historia reciente del Pueblo Leonés ha estado marcada por una serie de derrotas colectivas desde la época de la Transición, que han dejado su huella social y económica, y explican en gran parte el contexto histórico actual en que nos encontramos.

En este artículo haremos un repaso de cuáles son estos acontecimientos (al menos, desde la óptica de este humilde servidor). Una serie de debacles que pueden tener un punto final, la creación de una Autonomía Leonesa.

De este modo, exploraremos las potencialidades que se abren ante nosotros con la posible constitución de esta nueva entidad administrativa.

Un pasado de derrotas colectivas

El proceso autonómico de la Transición Española, que comenzó en la década de 1970, fue un periodo de gran expectación y esperanza para muchas regiones de España. Sin embargo, para el Pueblo Leonés, este periodo se convirtió en una sucesión de frustraciones. A pesar de los esfuerzos y las reivindicaciones, el proceso autonómico leonés no logró consolidarse, y León quedó incorporada en la comunidad autónoma de Castilla y León. Esta integración fue percibida por muchos leoneses como una disolución de su identidad histórica y cultural y, como ya advirtieron algunas voces entonces, iba a suponer que León perdiera peso político y sus intereses económicos quedarán relegados.

Aquellas sospechas iniciales pronto se pudieron comprobar. El cierre del tren de la Ruta de la Plata en 1985 supuso un duro golpe para las comunicaciones y el desarrollo económico de la región. Este ferrocarril, que conectaba el norte y el sur de España a través de León, Zamora y Salamanca, era una arteria vital para el transporte de personas y mercancías. Su clausura no solo aisló a muchas comarcas leonesas, sino que también simbolizó el abandono y la desatención hacia las necesidades en materia de infraestructuras de la región por parte de la administración central y autonómica, pues, aunque la iniciativa de cierre partió del gobierno socialista de Felipe González, se dio la posibilidad a las autonomías de mantener esta infraestructura, siendo Castilla y León la única que se negó a continuar con su gestión, dando como resultado el cierre del trayecto entre Plasencia y Astorga, no así en el resto de la línea que fue asumido por Extremadura y Andalucía.

Dos años más tarde, sucedió otro episodio traumático que fracturó a la sociedad leonesa. El cierre de la presa de Riaño en 1987 supuso el desalojo y la inundación del valle, siendo uno de los episodios más dolorosos de la historia reciente leonesa. La desaparición de pueblos enteros y el desplazamiento de sus habitantes dejaron una cicatriz imborrable en la memoria colectiva. Este hecho no solo destruyó uno de los valles cantábricos más espectaculares, sino que también contribuyó a la sensación de pérdida y abandono entre los leoneses, donde la Junta de Castilla y León fue parte impulsora de este atropello medioambiental y humano que se cometió en Riaño, a través de su primer consejero de Agricultura, Jaime González, quien propuso al Gobierno de Felipe González retomar las infames obras del embalse por los “beneficios” que esta infraestructura traería al regadío de León, Palencia y Valladolid. Después de 36 años, para más inri, las promesas de regadío en el sur de la provincia leonesa, quedaron en simplemente eso, promesas.

El último de los grandes acontecimientos más trascendentales, que ha profundizado la sensación de abandono entre la sociedad leonesa, fue el proceso de cierre de la minería del carbón. Durante décadas, este sector fue el corazón de la economía de la provincia norteña de la región. Sin embargo, el progresivo desmantelamiento, debido a factores económicos y a las políticas energéticas nacionales e internacionales, ha devastado el tejido económico de las cuencas mineras, al no haber existido una Transición justa y real en estos territorios por parte de la Junta de Castilla y León y el Gobierno central. Un proceso que culminaba en el año 2018 con el cierre de la última mina de interior, el pozo Salgueiro, en el municipio de Torre del Bierzo. Así, la pérdida de miles de empleos y la falta de alternativas viables han llevado a una profunda crisis socioeconómica que aún persiste.

La Autonomía Leonesa: un punto de inflexión

Son las mociones por la autonomía del País Leonés que se iniciaron en 2019 en diferentes ayuntamientos leoneses, y que reciente ha sido aprobada en la Diputación de León, las que marcan un punto de inflexión en la deriva de los últimos cuarenta años. Que se haya aprobado en la máxima institución provincial no es solo un acto político; es un símbolo de esperanza y un testimonio del espíritu resiliente de la ciudadanía leonesa. Esta moción, a pesar de no ser la única (ya hubo otra similar en 1994), puede ser el germen que abra la puerta a la creación de la comunidad autónoma número 18 en España, siendo esta una estructura política e institucional que podría proporcionarnos las herramientas necesarias para revertir la debacle económica y social de los últimos años. Un intento, quizás el último, para que la ciudadanía leonesa recupere un halo de esperanza y un proyecto de futuro.

La constitución de una comunidad autónoma leonesa tendría múltiples beneficios potenciales. En primer lugar, permitiría una mayor autogestión y capacidad de decisión en asuntos clave como la educación, la sanidad, las infraestructuras y los ejes de desarrollo económico. Con un gobierno más cercano y sensible a las necesidades específicas de la región, las políticas podrían diseñarse y aplicarse de manera más eficaz y adaptadas a nuestra realidad territorial.

La autonomía también brindaría la oportunidad de revalorizar y promover la identidad y el patrimonio cultural leonés. A través de políticas culturales y educativas, se podría fomentar el conocimiento y la conservación de la historia, las tradiciones y promocionar nuestra diversidad lingüística (en la región se habla asturleonés, gallego y castellano). Este proceso de revalorización cultural no solo fortalecería el sentido de pertenencia, sino que nos ayudaría a potenciar nuestros lazos con Asturias, Galicia, Extremadura y Portugal. No olvidemos que somos una región del noroeste ibérico, con todo lo que ello implica. Colaborar y cooperar en áreas de interés común con las regiones del Oeste y Noroeste español, así como con Portugal, será fundamental para lograr grandes acuerdos en proyectos de futuro (por ejemplo, la comunicación León-Braganza o la electrificación de la línea entre Salamanca y Portugal).

Uno de los mayores desafíos para la nueva comunidad autónoma sería promover un desarrollo sostenible y modernizar la economía. La autonomía permitiría la implementación de políticas específicas para potenciar sectores económicos claves como la industria agroalimentaria, el sector energético, el sector biotecnológico, las nuevas tecnologías, el sector logístico y el turismo. Con una gestión más ágil y adaptada, se podría atraer inversión, crear empleo y establecer un modelo de desarrollo que combine crecimiento económico con el respeto por el medio ambiente. Sobre todo, apostando por las nuevas energías sin convertirnos en una colonia energética que dañe nuestra rica biodiversidad, pues hay que tener en cuenta que las tres provincias leonesas son una potencia agrícola con 23 Denominaciones de Origen Protegidas, Indicaciones Geográficas Protegidas y Especialidades Tradicionales Garantizadas, siendo el 65% de todas las que hay en Castilla y León. El sector primario en nuestra región adquiere un papel fundamental.

Eso sí, para que esta oportunidad prospere y que el proceso autonómico tenga éxito, es fundamental que exista un amplio consenso y unidad entre las diferentes fuerzas políticas y sociales del País Leonés. Las divisiones internas y los conflictos podrían debilitar el movimiento y hacer fracasar esta oportunidad histórica. Es esencial que todos los actores involucrados trabajen juntos, con un objetivo común y una visión compartida de futuro, la ocasión lo merece. Por ello, resulta interesante la descentralización administrativa como punta de partida, para acercar la administración a toda la ciudadanía (especialmente a comarcas como El Bierzo, donde el sentimiento de abandono es profundo), con un reparto de las principales instituciones entre las ciudades de Ponferrada, Zamora, Salamanca y León, y teniendo en cuenta a las cabeceras comarcales como punto de localización de otros entes autonómicos.

Conclusión

La aprobación de la moción por la autonomía del País Leonés es un acontecimiento de enorme trascendencia que puede marcar un antes y un después en la historia de nuestra región. Si se gestiona con inteligencia, unidad y visión de futuro, esta oportunidad podría convertirse en el primer gran éxito colectivo del Pueblo Leonés en décadas, siendo un punto de inflexión que permita revertir la profunda crisis económica y social y abrir una nueva etapa de prosperidad y desarrollo.

La autonomía no es una panacea y, por sí sola, no resolverá todos los problemas del País Leonés. La posible constitución de una Autonomía Leonesa marca un momento crucial en la historia del Pueblo Leonés. Representa una ventana de oportunidad sin precedentes. Una posibilidad que, de materializarse, podría transformar significativamente el panorama económico y social de nuestra región. Será necesario diseñar e implementar políticas económicas eficaces, fomentar la innovación y la competitividad, y gestionar de manera responsable los recursos disponibles. El camino no será fácil y los desafíos son muchos, pero con esperanza y determinación del conjunto de la ciudadanía leonesa se puede hacer posible lo que durante tanto tiempo ha parecido inalcanzable. La constitución de la comunidad autónoma leonesa no es solo una reivindicación identitaria; es una apuesta por un futuro mejor, más justo y más próspero para todos los habitantes de nuestra querida tierrina.

En definitiva, tenemos ante nosotros una oportunidad histórica demasiado buena como para desaprovecharla.

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