¿Se ha contado bien el inicio de la Guerra Civil en León?

Inicio de la Guerra Civil en la Plaza Mayor de Ponferrada.

La necesaria y sistemática gran revisión histórica sobre la Guerra Civil en León –como en el resto de España– no pudo comenzar a realizarse hasta entrado el siglo XX debido a que las fuentes archivísticas conservadas, que son inmensas, estaban cerradas a los investigadores.

Así, hasta poco antes de 2010, el libro o investigaciones editadas sobre el tema correspondía a algunos profesores de la Universidad de León y, sobre todo, a lo publicado por Wenceslao Álvarez Oblanca y Secundino Serrano, que culminaría con el libro titulado La guerra civil en León. Aquí vino el primer contratiempo o fraude, porque ese libro, en realidad, es un zafio plagio (hasta las fotografías sobre León copiaron) de una parte de la gran obra del historiador y periodista franquista Joaquín Arrarás sobre la Guerra Civil Española publicada en varios tomos décadas antes.

Estos autores leoneses se limitaron a copiar el excelente trabajo del bueno de Joaquín Arrarás Iribarren, especulando sobre los temas que el propio Arrarás no mencionó sobre León (es lógico tratándose de tan amplia, rigurosa y profunda obra que abarca provincia por provincia todo el espectro nacional); el problema es que esos huecos o vacíos argumentales de Arrarás los rellenaron los autores leoneses con teorías indocumentadas. 

O sea, que contaron la Historia tal y cómo a ellos les hubiese gustado que sucediese, pero no como sucedió, y claro, en cuanto se abrieron los archivos militares (más o menos a partir del año 2010, como si en viejos caminos vecinales se construyeran autopistas hacia la información) cualquier ciudadano o historiador 'picado por el veneno del conocimiento y la curiosidad', comprobaba que esas teorías se desmoronaban, como se desmoronaron –y se desmoronarán aún más con los documentos conservados– las enormes y vergonzantes mentiras lanzadas al aire y por escrito a los cuatro vientos por tan ilustres leoneses como Victoriano Crémer, Vela Zanetti y tantos otros. Porque interesados y mentirosos profesionales han existido siempre, como en la actualidad.

Y es que algunos perseverantes historiadores aportan hoy muy buenas informaciones basadas en las inexploradas documentaciones sistemáticamente conservadas en los excelentes archivos españoles, pero obvian citar la parte de la Historia que su ideología (esa ideología desinteresada de la que presumen carecer) no les permite contar, tal vez porque se financian con las subvenciones del Ministerio de Cultura del partido de turno.

Todo está perfectamente documentado en archivos

Así, está perfectamente documentado en los archivos (el Ferrol, por ejemplo) que los militares sublevados en León eran plenamente conscientes de que el partido socialista (escisión estalinista, que en julio de 1936 era la dominante en el seno del PSOE) preparaba a nivel nacional un nuevo golpe o revolución violenta mucho mejor planificada para octubre de 1936 que la que ya se había producido en octubre del 34.

Es en esta incomprensible mediocridad personal donde estos historiadores se equivocan de pleno y tienen perdida la batalla a medio y largo plazo, porque a menos que a los gobiernos venideros les dé por quemar los archivos nacionales (sin dar pistas e ideas), antes o después todas estas informaciones saldrán editadas y meticulosamente documentadas, porque los documentos no mienten, y si se han conservado hasta la actualidad ha sido porque a las autoridades franquistas jamás les dio por avergonzarse de la realidad. Es más, en la mayoría de los casos se sentían orgullosas de lo sucedido y por eso se tomaron la enorme molestia de conservar la ingente documentación.

Figuras 'exageradas': el capitán Lozano

Y tal vez porque lo que hoy se debe contar se obvia, en medio de esta premeditada ceremonia de la confusión, en León se desvía la atención con temas que mueven a mofa como lo sucedido con el capitán Rodríguez Lozano, cuando el capitán más díscolo e influyente en la sociedad leonesa era sin duda el capitán Eduardo Calleja, y cuando al bueno e ingenuo capitán Lozano se le fusila por estar voluntariamente en el lugar inapropiado en el momento más inoportuno (algo que se le advirtió), y por hacer unos disparos “de risa” dentro del Gobierno Civil cuando todos los que permanecían dentro eran plenamente conscientes de que las tropas sublevadas iban a tomar de inmediato la ciudad, dispuestos ya “los militares insurgentes” del cuartel del Cid a prender con fuego al mismísimo Gobierno Civil con todos los funcionarios en el interior por “tan estúpida” reacción del capitán Lozano. Esto es lo que realmente cuentan los documentos conservados y lo demás son fuegos artificiales…

Cosa que sí se contó, como honrosa excepción, en el Especial de 7 Días del 36 de ILEÓN publicado en 2016 en los ochenta años del comienzo de la Guerra Civil en León, en el que participé junto a Carlos J. Domínguez, un periodista que sí acudió a los archivos para desmentir muchas de las cosas que se habían dicho sobre el fusilamiento del alcalde Miguel Castaño y desmontar ciertas leyendas en su trabajo Asesinaron La Democracia. Gracias al cual pude desvelar la famosa carta en la que el obispo y todos los burgueses pedían la liberación de Castaño, que les costó una multa de más de cien mil pesetas de entonces, documento al que no podía haber accedido al estar oculto entonces en el Archivo de la Banca Fernández-Llamazares que mi familia gestiona.

Informes de primera mano que desmienten lo contado

Todo esto bien lo sabía el coronel Vicente Lafuente Baleztena, figura clave de la Historia leonesa, de quien se conservan los detalladísimos, fríos, precisos y profesionales informes militares de aquellos días de julio. Los encontró la profesora e historiadora Ana Merayo en el archivo militar de Ávila hace ya muchos años, y dejó que los fotografiara quien esto escribe. 

Que le quiten una calle o le pongan tres o cuatro al general Lafuente para nada va a influir en lo que los documentos firmados y conservados por él hoy significan y trascienden, guste o no a los historiadores presentes y venideros. Vicente Lafuente fue el militar clave en la provincia de León, muy por encima del general Carlos Bosch y Bosch, a quien su ambigüedad le costó que una vez consumado el golpe fuese apartado de cargos tan relevantes por los propios militares alzados.

Que todas las sentencias militares del Ferrol estén custodiadas por el actual diputado del PSOE Javier Alfonso Cendón, y que para acceder a ellas haya que contactar con esta persona obligatoriamente, es algo que mueve a risa, y más cuando todas esas copias de la documentación se realizaron con dinero público. Flaco favor se hace así a la denominada 'Memoria Histórica', que ciertamente resulta histérica e histriónica. Porque no importa quién sea el guardián de la información, lo importante es que haya acceso a dicha información, cosa que a día de hoy no sucede.

Así que habrá que esperar varios lustros o décadas a que León recomponga debidamente su Historia sobre la guerra civil, porque, a pesar de los avances –notables en el caso de la investigación arqueológica del Frente Norte entre Asturias y León, aún con las limitaciones del Grupo Hismecon de la Universidad de León; y notorios en el caso de sacar a la luz tantos documentos de archivos de José Cabañas–, hasta ahora ha sido tarea fallida.

Es sabido que mientras no se corrijan los excesos esto no va a funcionar, y se llega al punto de que a Joaquín Arrarás, nacido en 1898, nadie le pueda objetar un solo error en lo publicado y siga siendo el mejor historiador que haya tenido esta provincia sobre lo acontecido en la guerra fratricida de 1936. Porque no es cierto que la Historia la escriban los vencedores.

Lo cierto es que un pueblo que oculta y quiere reescribir su Historia está condenado al fracaso, y León no es excepción, como dando la razón a Aldous Huxley cuando afirmó que “quizá la más grande lección de la Historia es que nadie aprendió las lecciones de la Historia”.

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