El tiempo festivo no lo cura todo
Siempre, los alumnos y compañeros de profesión, se lo escucharon decir a un viejo Maestro, de los vocacionales, de los que preferían pasar hambre antes que dejar de enseñar, precisamente cuando no teníamos los leoneses que estar a diario haciendo saber, en los medios de tinta, y también de voz entonces, quiénes éramos los leoneses como pueblo.
No como ahora nos ocurre cuando el cerrojazo autonómico nos aísla, y aun deseándolo no sabemos muy bien como posicionarnos con firmeza en pos de la libertad perdida. Esto es, liberarnos del cepo castellano. Y los Maestros sufren coacciones a la hora de difundir Historia. De modo especial la nuestra. Y no hablo de pequeños escarceos, sino de toda una línea argumental definitoria de lo leonés. ¿Tener que ceñirse estrictamente a un currículo, que los políticos imponen incluso con tergiversaciones en los textos escolares, acaso no va encajado como muestra coercitiva?
Y como don Marcelo, que tal era su gracia, sin duda habría otros. Pero de él tuve la primera y más veraz referencia de boca de mi hermano mayor –también Maestro, como mi padre–, saga que no supe o quise continuar, y que ahora trato de sustituir mediante la escritura, en verdad una vocación muy motivadora, si se quiere transmitir o defender algo.
Mi hermano, tipo serio donde los haya, empezó el ejercicio, “en prácticas” en la escuela unitaria que nuestro padre tenía en propiedad, el destino se entiende, en una zona que empezaba a ser industrial y fabril, en el Alfoz de León, allá por la carreta que decíamos de Zamora, hoy doctor Fleming. Estoy aludiendo al Barrio Canseco, donde en una vega se empezó a construir una fábrica que empezaríamos a llamar así, escuetamente, La Penicilina.
Maestros: nada de discrepancias en el régimen
Cortos meses después, nuestro padre fallecería sin poder alcanzar la jubilación que tenía en puertas, y Paco, mi hermano conseguiría una escuela en la vecina Asturias. Se les denominaba entonces Maestros Nacionales. En atención a este último adjetivo, tenían que impartir docencia con enorme prudencia, si no se era plenamente afín al régimen. Nada de discrepancias en las aulas. incluso más allá donde el párroco del lugar, casi siempre un guardián celoso de lo divino y humano, quería tener mucho que decir en cuanto a lo conductual del Maestro.
En uno de los destinos que tuvo en tierras asturianas, no ástures como algunos interesados desean amarrar cual sinonimia, durante uno de sus periodos vacacionales navideños, incuestionables siempre en el hogar paterno, recuerdo haberle escuchado contar algunas peripecias con relación al párroco de la aldea, a quien mi hermano, siempre muy respetuoso, pero firme, dedicó la expresión: “Me ha tocado un cura de lidia”.
Al parecer éste, exigía que los niños, los alumnos, acudieran casi en formación militar acompañados y dirigidos por el Maestro, a su misa dominical. Años más tarde comprendí, que aquello de la ·'lidia', no era de toreo, lo usaba dada la dificultad de manejarse con el sacerdote, probablemente de los que aplaudían lo de llevar 'bajo palio' al dictador.
Mi intención escritora hoy, la de esta opinión en torno a los Maestros, y su papel esencial en la formación de los alumnos por los cauces que marcan lo pedagógico, y para que eviten los silencios en ocultación de una verdad, aunque en versión más breve quería enlazarla con el sugerente final del espectáculo de drones componiendo imágenes mediante luces de colores, y en especial con el Lexit. Al parecer ya había estado de acuerdo en soltarlo Diez, el alcalde legionense, para finalizar las fiestas de San Juan y San Pedro, mas, Imponderables climatológicos de última hora lo impidieron, pero ahí quedó para San Froilán.
Dediqué un tiempo ante el ordenador, tratando de calibrar cómo hubiera reaccionado don Marcelo, el que preconizaba un pueblo en libertad, cuando la dictadura ya estaba asentada, y eran peores los asentadores que el propio dictador, al ver el conjunto regional de pendones enhiestos, amante como era hasta el extremo de las tradiciones cuando partiendo de lo lúdico, pasan a lo institucional y reivindicativo. Le imagino diciendo aquella expresión “manto festivo” que nos identifica, y con él que nos envolvemos orgullosos lo leoneses.
Y como colofón, dejar aquí otra afirmación de mi hermano respecto a don Marcelo, quien muy a última hora, sentencioso y sobrecogido, en su aula, y respecto a las tradiciones dedicó frases de exaltación a lo leonés, y entre ellas una recomendación: ¡A ver como allá por el año 1980, os aprestáis a celebrar en plan pueblo vivo el cincuentenario de la Coronación de la Virgen del Camino como Patrona de la Región Leonesa!
Yo abro la expectativa para el 2030, que no nos enmascaren desde el ente autonómico esa centenaria celebración regional leonesa, y menos con un pasaje histórico (800 años de una unión de reinos que no fue tal), y que maliciosamente, con dineros de todos, intentarán montar a su medida, de forma paralela y con anticipación y alevosía, para dar cuerpo a la autonomía que nos está hundiendo en la miseria a los leoneses.