Una exposición de la Guardia Civil tilda de “sublevados” a la resistencia antifranquista
Quieres protagonizaron el golpe de Estado de 1936 en España para derrocar la democracia electa de la II República no fueron “sublevados”. En cambio, sí lo fueron los guerrilleros antifraquistas, 'los del monte', el puñado de hombres que huyendo de la represión protagonizaron durante años una más que desigual lucha contra el régimen militar impuesto en forma de dictadura.
Esta distorsionada realidad histórica es la visión que muestra una exposición que ha montado la Guardia Civil esta semana pasada en León dentro de sus actos de la festividad nacional del instituto armado con motivo de su patrona, culminada con la presencia en una gran parada militar del propio ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y la directora del cuerpo, María Gámez, entre otros.
La muestra, bajo el título “La Guardia Civil al servicio de la ciudadanía” y fue inaugurada por el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez en el Museo de Semana Santa de León, relata en uno de sus paneles dedicados al Franquismo el fenómeno del “maquis” que “hasta 1952 no se eliminará como amenaza”, dice textualmente.
La exposición resalta que a su final contribuyó el éxito de las llamadas “contrapartidas”. Éstas estaban formadas por guardias civiles que se hacían pasar por guerrilleros, vestidos y armados como tales, en las mismas zonas de monte y pueblos por donde se movían los auténticos.
La violenta acción de las contrapartidas
Su misión fue hacer uso de una extremada y calculada violencia, con un doble objetivo: por un lado, intentar sonsacar información de los movimientos de la escasa milicia republicana superviviente para acabar con ellos en batidas, como así fue ocurriendo; y por otro, generar confusión e incluso rechazo a los auténticos guerrilleros entre los habitantes de los pueblos de comarcas como La Cabrera o el Bierzo, en León, donde a los verdaderos guerrilleros se les había dado amplio cobijo y apoyo tras la Guerra Civil.
Es al relatar sus andanzas cuando en la exposición de la Guardia Civil se relata esa “lucha contra las partidas del Maquis -término que jamás se usó en España hasta después de la II Guerra Mundial- de las contrapartidas, camufladas y dispersas por el terreno en el que debían actuar, lo que causó un gran daño a los sublevados”, es decir, a los guerrilleros antifranquistas.
León, foco de la 'resistencia'
Cabe recordar que precisamente León, en concreto en la localidad de Ferradillo (Bierzo), fue la provincia donde nació la 'resistencia', la primera guerrilla formal y organizada contra la dictadura en España. Era la llamada Federación de Guerrillas de León-Galicia, con miembros de todas las ideologías políticas de izquierdas y otros míticos miembros de la lucha contra el fascismo como Manuel Girón, que tuvo en jaque a la Guardia Civil y al ejército durante años, hasta el punto de darle por muerto dos veces y acabar finalmente con él en una traición tras la que hicieron estallar el cadáver.
Pero la exposición adolece, además, de otras muchas imprecisiones, inexactitudes y enfoques poco acordes con la Ley de Memoria Democrática, recién aprobada en el Congreso de los Diputados.
Por ejemplo, en el apartado dedicado a la Guerra Civil no se hace mención en lugar alguno al golpe de estado contra el Gobierno democrático legítimo sino que se reitera en varias ocasiones los términos “alzamiento” y “sublevación”, y ni siquiera militar.
Incluso se indica literalmente de manera muy destacada que “la veteranía, disciplina y abnegación de los Guardias Civiles constituyó un factor decisivo para el triunfo o fracaso de la sublevación del 18 de julio de 1936”.
Se refieren víctimas de ambos bandos, el republicano y el golpista, y ocurre de manera muy desigual. En el lado 'nacional', la exposición resalta el caso de “los guardias civiles sublevados en Albacete son asesinados” y “arrojados al mar en Cartajena”, y hace gran hincapié en heroicos “episodios de resistencia de las fuerzas gubernamentales (...) donde la República mantiene el control, como ocurre en el alcázar de Toledo y en el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaen)”.
Además, personaliza tales situaciones en las biografías del teniente coronel Romero Basart, responsable de la “defensa del Alcázar”; el capitán López Anglada, que “defendió su cuartel (en Gijón) hasta que se le agotaron las municiones, fue capturado y fusilado”; o el guardia Antonio Moreno Rayo que “defendió el solo el cuartel de Caravia (Asturias) contra 500 mineros”, disparando “desde diferentes ventanas para que pareciera que había más defensores”. “Los mineros le fusilaron sentado en una silla, por las heridas que sufría”, concluye bajo una foto de todos ellos.
Hasta el general Mola
También hay un espacio para el general Mola, el artífice de la famosa Instrucción Reservada del General Mola nº 1 de 25 de abril de 1936 en la que postulaba que “la conquista del poder ha de efectuarse aprovechando el primer momento favorable y a ella han de contribuir las Fuerzas Armadas”: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.
Del otro bando, relata el panel que fueron fusilados y condenados al acabar la guerra “el coronel Escobar y el general Aranguren en Barcelona”, por ser “fieles a la República”, y les dedica sendos apartados biográficos.
A continuación, otro panel se centra en el Franquismo (1939-1975), que comienza relatando que “Franco -primera mención-, al llegar al poder (...) estudia la disolución” del instituto armado, cosa que al final no hizo. Pero se vuelve a hurtar la explicación de cómo llegó al poder.