El gran error del derribo de Puerta Obispo en 1910, con toda la ciudad en contra del Ayuntamiento de León

En 1901 la Puerta del Obispo de la Catedral de León decorada con hermosos tapices.
15 de junio de 2024 07:59 h

Con la verdad y el rigor para contar la Historia, fluye la personalidad, que es lo que un pueblo tiene de particular y lo define y diferencia de otros lugares. Esto se persigue desde el rigor documental y la nobleza, no desde la única perspectiva del cotilleo, el oportunismo económico y vanidoso o la procaz ignorancia, algo a lo que acostumbra desde hace décadas el Ayuntamiento de León y otros desvergonzados intereses públicos e indocumentados en nombre de la denominada 'Cultura' para, de este modo, conseguir que León se convierta objetivamente en la abúlica e impersonal sede de la despoblación, el envejecimiento y el arribismo.

De este modo, en nombre y enseña del progreso se han realizado barbaridades que han acabado con lugares y edificios singulares como el que hoy protagoniza este reportaje. Caprichos del Ayuntamiento y los munícipes en contra de todos o de una gran mayoría que un siglo después aún se miran con bastante vergüenza.

Quizás hoy se pueda vislumbrar algo similar con la opinión de los ciudadanos actuales al ver peatonalizar las principales calles de lo que fue el Ensanche porque “esto se hace en todas las ciudades”, Mientras tampoco se termina de progresar porque en las entrañas de esas nuevas calles que se peatonalizan se mantienen miles de vehículos estacionados en los respectivos garajes subterráneos que entran y salen sin parar circulando, paradójicamente, en esas mismas calles que se han peatonalizado. Y mientras tanto, la Corporación Municipal se apropia de varias calles en Gran Vía de San Marcos, Héroes Leoneses y Fajeros para que los concejales –dando cumplido ejemplo–, puedan estacionar gratis y sin molestias; ya que han perdido el sitio al peatonalizar Alfonso V. Un pequeño abuso municipal nada comparable, eso sí, con el enorme que supuso el derribo de Puerta Obispo en agosto de 1910 contra todo y contra todos. Incluso el Cabildo de la Catedral y hasta las máximas autoridades estatales de Patrimonio.

Doctores tiene la Iglesia, pero lo cierto es que cada vez se publican más libros y artículos sobre León en lo que todo, absolutamente todo, “es emblemático” y en los que abundan lo mítico, legendario y misterioso. Pero lo cierto es que el mito y la épica, lo burdo, la imaginación y la especulación, son justo lo contrario al rigor histórico, que en los últimos tiempos el León 'oficial' se jacta, como “en los tiempos más oscuros de la Edad Media”, de milagros y milagritos; que hasta el Santo Grial se encuentra aquí... y así lo aseveran los cultísimos guías turísticos con acento andaluz (trabajando para empresas privadas de fuera de León) a los cada vez más ingenuos e ignorantes turistas que visitan la ciudad.

El mito de que “no pasaba” el coche de Merino

Mitos y leyendas absurdas, como el viejo y repetido cuento, siempre contado a posteriori, de que el político e industrial Fernando Merino –quien en 1910 suspiraba por encima de cualquier otra pretensión política a llevar a la práctica el encauzamiento del río Bernesga a su paso por la ciudad–, apoyó el derribo de Puerta Obispo porque su coche a motor no pasaba por el arco de Puerta Obispo...

Lo cierto es que el derribo de Puerta Obispo se realiza en 1910, y su espléndido Cobron Brillé –que sí hubiese pasado perfectamente por el arco abierto siglos atrás– no vino desde París para matricularlo en León hasta 1911 con el número 14.

La fuerte oposición del Cabildo Catedralicio

Hasta el obispo de Jaca, el leonés don Antolín López Peláez, ya había precedido a Merino en la compra de un coche (matrícula LE-10) y se había negado tajantemente a dicho derribo. ¿Por qué se negaba el Cabildo al derribo de Puerta Obispo? En primer lugar, porque independientemente del valor arquitectónico o artístico de las construcciones, consideraba que esos terrenos eran suyos. Lo del valor artístico llegó después… pero llegó.

Para comienzos del siglo XX solo quedaban en pie dos puertas en la ciudad de León: Puerta Castillo y Puerta Obispo; en parte se mantenían en pie porque la primera estaba ubicada en el punto más septentrional de la ciudad, y la segunda en el oriente, mientras el ensanche y las principales alineaciones se orientaban, al contrario, hacia el río Bernesga, o sea, hacia la estación del ferrocarril. Y, en parte o proporción igualmente importante, que estas dos puertas se mantuviesen en pie a comienzos de siglo era provocado por la propia monumentalidad de ambas puertas, con tremendas construcciones adosadas. 

El alcalde, Alfredo Barthe, con muchos intereses en un periódico de la época llamado León de España, afirmaba que los terrenos sobre los que se erigían todas esas construcciones pertenecían al Estado, no al Cabildo, y además argumentaba que debía derribarse por

[…] ensanchar una gran plaza, abrir una gran vía hoy cerrada, como taponada por ese edificio, higienizando esa parte de la población y facilitando extraordinariamente las comunicaciones con barrios populosos, hoy aislados […] Por estética, para que la catedral luzca mejor su gentileza y pueda admirársela desde nuevos puntos de vista, hoy ocultos por esa fea mole cuyo derribo se pide […] Por higiene, pues el aire en esa rinconada no circula; aparte del inmundo retrete, de la humedad del arco, de lo expuesto que se está a enfermedades […] Por la prosperidad y porvenir de la ciudad […] Porque así lo quiere el pueblo, pues estamos seguros de que si escribiese una instancia la firmaban todos los habitantes de León […]

Lo cierto es que los barrios (se refiere al de San Pedro y San Lorenzo, pues el barrio del Ejido aún no existía) sí estaba perfectamente comunicado, y esto lo demuestran las fotografías de la época. En este texto de la mano del alcalde Alfredo Barthe, él demuestra una supina ignorancia sobre el valor cultural e histórico del edificio que derribó. Lo vamos a ver en este artículo.

El Cabildo, por el contrario, argumentaba que todas esas construcciones pertenecían a su jurisdicción. El pleito, largo y tedioso, se presentaba inevitable. La demolición comenzó a ejecutarse en 1910.

El responsable de la demolición: el arquitecto Torbado

Juan Crisóstomo Torbado Flórez, arquitecto responsable de dicha demolición. Ttambién era partidario, como la mayoría de las autoridades civiles de la provincia, de que los terrenos pertenecían al Estado, no al Cabildo. Opinión que le costaría graves y sucesivos problemas profesionales y personales. Además, para Torbado, la Catedral debía quedar expédita de cualquier elemento considerado espurio adosado a dicha Catedral; como era la moda que ya se venía llevando a cabo en otros puntos de Europa y España.

El asunto era definir lo que realmente era espurio y lo que no (como sigue sucediendo en la actualidad en cualquier tipo de restauración, lo que conduce a la inevitable picaresca confabulada entre los intereses particulares y los del Ayuntamiento). El asunto es que una buena e importante parte de Puerta Obispo no disponía de elementos espurios, sino bien al contrario, contenía importantes elementos artísticos coetáneos a la construcción de la Catedral, como, por ejemplo, una hermosa chimenea del siglo XIII (hoy prácticamente inexistentes en el mundo entero, particularmente después de la destrucción europea de la II Guerra Mundial).

Mientras, la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia tenía un criterio muy claro, porque al poco de comenzar el derribo hubo sorpresas; lo que se ocultaba debajo de lo que aparentemente dejaba entrever Puerta Obispo era de gran importancia histórica y artística. Exponemos sus argumentos en palabras de Juan Eloy Díaz-Jiménez Villamor, su vicepresidente, quien lo relata de mejor modo que cualquier historiador actual. El informe se publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia [tomo 58 de 1911, paáginas. 135-140], aunque se transcribe del manuscrito original, y se reproduce sólo en parte para no hacerlo tedioso al lector:

[…] Solo alguno tenía noticia de ello desde la época en que fue director de las obras de restauración el Excmo. Sr. D. Juan Madrazo, noticia que vino a confirmarse recientemente al levantar el enlucido de uno de los muros interiores, con el fin de reparar algunos desperfectos. Llegado que hubo a esta ciudad el Sr. Martos, la Comisión de Monumentos celebró junta extraordinaria presidida por el señor gobernador de la provincia. Después de discutirse razonada y tranquilamente el asunto, la Corporación acordó, no sin que hiciera constar su voto en contra el arquitecto municipal Francisco Blanch [Pons], que si bien debería desaparecer en el edificio cuanto careciese de importancia, debía procurarse la conservación de lo que en aquél apareciese de reconocido mérito.   […]

[…] Son estas ventanas ajimezadas, de maineles prismáticos, coronadas por arquillos apuntados de macizados tímpanos. La severidad de las líneas, la falta de todo ornato, la regularidad y proporción de sus estructuras, unidas a la calidad de la piedra empleada en la construcción, revelan que el segundo cuerpo del edificio que se describe, es coetáneo de la Catedral legionense. Al mismo siglo XIII pertenece la chimenea construida en el muro divisorio de las dos estancias, y cuyo hogar se encuentra en la estancia oriental, volando el tras-hogar a la crujía de poniente. La planta es rectangular, el cañón cilíndrico, la campana, por la penetración que de ella queda en el muro, afectaba forma de pirámide, y los fragmentos de la decoración del dintel son repetición de motivos vegetales, empleados en la Catedral. ¿Cuáles son el carácter y destino de este original edificio? Su carácter es el de construcción cívico-militar; así lo patentizan el estar construido formando un solo cuerpo con el lienzo de muralla, la salida de la ranura del rastrillo á la parte superior de aquel y las tres aspilleras que perforan el muro central dirigiendo su tiro al interior de la galería de poniente, para defenderla de las revueltas populares que con no poca frecuencia alteraron la tranquilidad de la ciudad. Sus destinos cambiaron con las necesidades y el trascurso del tiempo. Gran parte de la estancia que mira a saliente, fuera de aquella que servía para el manejo del rastrillo, sirvió para celebrar sus cabildos los prebendados de la 'iglesia de León, hasta que en la primera mitad del siglo XVI se terminó la fábrica del nuevo Cabildo sobre el claustro de la Catedral, por Juan de Badajoz, sirviendo hasta el año I515, la galería más estrecha de poniente, para tránsito del Prelado desde su palacio a la Iglesia; pero desde el expresado año diósele acceso por el Tesoro, en virtud de acuerdo capitular de 22 de Septiembre. Aún subsisten puerta y pasadizo trazados en este viaje a la conclusión de la galería abierta, obra del siglo XVI. En el año de 1609 el limo. Sr. D. Francisco Terones del Caño, Obispo de León, instaló en el edificio que estudiamos, el Provisorato de la Mitra, siendo su último destino el de oficinas y almacenes de las obras de restauración de la Catedral.

Tal es, excelentísimo señor, el hallazgo reciente, del cual esta Comisión de Monumentos, cumpliendo sus acuerdos y deberes que su reglamento le impone, da cuenta a esa Real Academia de la Historia, uniendo a esta relación las fotografías y planta de este edificio medioeval, por las cuales podrán apreciarse, aún mejor que por lo escrito, la época, condiciones y estado de estos antiguos restos.

Dios guarde á V. E. muchos años. 

León, 15 de noviembre de 1910.

Es curioso, salvo interesadas excepciones como las de Torbado y Barthe, que fuesen precisamente los 'prohombres' considerados conservadores (familia Molleda, De Blas, Argüello Vigil, Díaz-Jiménez Villamor, Canseco, y hasta el propio Merino, etcétera), quienes además eran coleccionistas privados de arte, quienes abogaron y defendieron hasta la extenuación que se mantuviera toda la construcción de Puerta Obispo. 

Una conservación que no se aceptó, ejecutándose la completa demolición y que, vista con los ojos de hoy, a muchos sectores 'progresistas' les parece uno de los mayores agravios históricos, urbanísticos y artísticos cometido en nuestra ciudad, en una época en que las murallas del antiguo reino están contempladas y protegidas actualmente como bien de interés cultural. No nos engañemos: el problema de España no es la envidia. Fue, es y será, cada vez de modo más acentuado, la hipocresía anglosajona y el secular arribismo político español. Que se lo cuenten a la familia Molleda…

Juan Eloy (1842-1918) aparece junto a su mujer Claudia Molleda Melcón (1850-1916), hermana del jurista y comerciante Antonio Molleda (1838-1906). Alrededor, sus hijos. Arriba, a la izquierda, Manolo (1890-1958), notario; Matilde (1888-1961) y Eloy Díaz-Jiménez Molleda (1885-1944).  Eloy Díaz-Jiménez Molleda fue catedrático de Literatura en León hasta 1921, y después en Valencia y Salamanca. Escribió, como su padre, multitud de artículos y libros sobre arte y literatura. Padre e hijo coincidieron en la Comisión Provincial de Monumentos ostentando diferentes cargos. Abajo, Juana (1887-1961), y María del Rosario (1884-1946), que fue teresiana y vicedirectora de la Institución.

15.500 pesetas, el presupuesto del derribo

El presupuesto para la demolición del complejo de Puerta Obispo lo determinó inicialmente el arquitecto Torbado en 15.481,91 pesetas de 1910, que, por supuesto, terminaría ascendiendo a más cantidad, pues sólo los jornales (se conserva la documentación en el Archivo Catedralicio) superaron las previsiones iniciales. Una verdadera barbaridad de dinero para aquella época.

Para la fecha del derribo, el canónigo y archivero de la Catedral, don Manuel Díez y Díez, mientras aludía a la importante y singular historia de la construcción, advertía en otro informe que se conserva en el archivo catedralicio que:

El 15 de abril de 1499 mandan poner cerraduras a la puerta de la capilla de San Miguel que daba al palacio del señor obispo. El 16 de mayo de 1516 mandaron al tesorero que hiciere el pasadizo para la casa del obispo donde le pareciere con consejo del maestro de la obra. El 14 de marzo de 1520 que se acabe el palacio del tesoro e que puedan empeñar cualquier prenda o plata para haber dinero para que se acabe dicha plata. El 18 de junio de 1520 que puedan tomar Diego de [ilegible] y Álvaro García de los maravedíes o de Santa María del Camino o del Arca de la Misericordia para acabar la obra del palacio del tesoro con tanto que tomen una prenda de la sacristía para dejar por los maravedíes que tomaron. En 1868 se instalaron las oficinas del arquitecto director. Artesonado del siglo XVI. En él estaba el Tesoro que deshizo D. Demetrio de los Ríos. Chimenea del siglo XIII. La parte que mira al saliente sirvió para celebrar Cabildo hasta la primera mitad del siglo XVI, hasta que se terminó el actual Cabildo por Juan de Badajoz. Hasta 1516 sirvió la galería más estrecha para tránsito del prelado, pero desde el expresado año désele acceso por el Tesoro en virtud de acuerdo capitular de 22 de septiembre. En 1609 el obispo instaló en él el Provisorato [tribunal eclesiástico]

Así que los leoneses deberían preguntarse por qué tradicionalmente siguen las modas foráneas varias décadas después de que triunfen en otros lugares de España y Europa, y si todas esas modas no serán en ocasiones contraproducentes. Porque uno puede imaginarse lo que hoy supondría para el mayor atractivo turístico de la provincia, y la Cultura en general, poder presumir ante el resto del mundo, por cualificados y rigurosos historiadores (sin mitos y leyendas vergonzantes),  de aquella particular construcción –en parte construida en tiempos de la propia Catedral– con un bellísimo artesonado del siglo XVI, la historia de la torre del tesoro (derruida por el arquitecto Demetrio de los Ríos en 1885), la historia del provisorato y del Cabildo, y una espectacular chimenea del siglo XIII de la que apenas se conservaría hoy alguna comparable en el mundo entero.

Porque hay ciudades tan insulsas y decadentes que, a pesar de sus gestores, milagrosamente, hasta tienen una bellísima catedral.

Y no, los terrenos no eran del Estado, sino del Cabildo. Porque el obispo de la Diócesis de León, José Álvarez Miranda, recurrió las actuaciones… y ganó el pleito. Eso sí, casi diez años después de ejecutado el derribo, a pesar de las argumentaciones partidistas o de la moda del momento representadas por el alcalde Alfredo Barthe, el Ayuntamiento hubo de indemnizar al Cabildo. El clero exigió una indemnización por el derribo, pues consideraba que era suyo, e independientemente de su valor artístico, era solo él quien podía decidir sobre su pervivencia o su desaparición.

No se conservó. Sencillamente se demolió. El modo en el que el Ayuntamiento hubo de indemnizar al Cabildo podría ser motivo de un posterior artículo…

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