Noemí Sabugal, escritora: “Nadie en España debería ser ajeno al mar, pero ahora pensamos más en la playa”

La escritora Noemí Sabugal, en un barco pesquero.

César Fernández

En la primera página de su nuevo libro, Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) es una niña que se mete a la playa de San Lorenzo de Gijón (Asturias) para aprender a nadar; en la última, es una mujer que se sumerge en el Mar de las Calmas, en El Hierro (Islas Canarias) ya para bucear. Del extremo norte al extremo sur de España, han pasado cuatro décadas de vida; los tres últimos años zambullida en un intenso trabajo de investigación que ha desembocado en una obra literaria que combina datos, testimonios y descripciones hasta componer un volumen mezcla de ensayo y crónica de viajes. Sabugal repite la fórmula de Hijos del carbón, publicado en 2020 por Alfaguara coincidiendo con el final de la minería y las térmicas. Ahora la familia crece con este especie de gemelo marino, que llega de la mano de la misma editorial y con el título Laberinto mar. Un viaje por la vida y la historia de nuestras costas tras recorrer el litoral español con navegantes que descubrieron nuevos mundos, rastrear oficios en peligro de extinción o acompañar a viudas que no pueden enterrar los cuerpos de sus maridos víctimas de naufragios.

Noemí Sabugal no era de las que tenían que elegir entre playa y montaña. Nacida y criada en una localidad minera literalmente enclavada en la Montaña Central Leonesa, pasaba vacaciones de verano y otras en Gijón. Los dos universos estaban conectados por su abuelo José, un antiguo minero aquejado de silicosis que atendió los consejos médicos que le recetaron paliar esta dolencia en un clima costero. Con parte de su familia asturiana, a los vínculos con el Cantábrico se unieron los lazos con el Atlántico por su pareja, Pablo J. Casal, nacido en A Coruña y criado en Vigo, un “faro” que guía esta navegación (son palabras de la dedicatoria) aportando buena parte de las fotografías que acompañan el relato. Con esos mimbres, Sabugal se embarcó en un viaje que también resultó un ejercicio de “descubrimiento”. Con el territorio de la minería ya en parte pisado antes de afrontar Hijos del carbón, ahora se enfrentaba a la inmensidad de océanos con una premisa: “Nadie en este país debería ser ajeno al mar”.

Los paralelismos entre la mina y el mar afloraron nada más emprender la ruta y abordar la cuestión laboral. “Los dos sectores se desarrollan en contacto con un elemento natural”, comienza la autora para resumir esta reflexión con una sentencia: “La mina habla, y el mar también”. Los dos se sustancian en “trabajos duros”, oficios que han pasado de padres a hijos, que en el carbón ya son historia en las cuencas con explotaciones cerradas y en el agua ya empiezan a perder la batalla por el relevo generacional. Hay también en ambas esferas un marcado sentido de comunidad. “Y las desgracias se viven de forma colectiva”, señala Sabugal sin obviar un matiz: el drama se agrava en el caso de viudas de marineros que afrontan el duelo sin un cadáver al que velar y enterrar en el caso de naufragios como el del Villa de Pitanxo, hundido en febrero de 2022 en aguas de Terranova. Como en este caso no hay nada más ilustrativo que las palabras de esas mujeres, el libro reproduce una entrevista en la radio en la que una de las afectadas, una de esas que no tienen a donde llevar flores, concluye: “Todos los días te levantas, sigues, y por las noches te destruyes”.

¿Son los casos de esas viudas la cara más dura del mar? Noemí Sabugal pone otro ejemplo. “El mar que cruzan está en calma ese día de finales de julio. La tempestad ocurre en su interior. Olas de miedo les golpean el corazón, el estómago, la cabeza. La joven pareja se ha casado hace menos de dos meses”, escribe para abrir uno de los capítulos del libro. El relato, a ojos del lector, podría parecer el de un matrimonio de africanos que se acercan a las costas españolas a bordo de una patera y protagonizan una noticia del telediario de ayer. La realidad es que corresponde a una familia gallega de camino al Reino Unido hace varias décadas. La crisis de los cayucos la cuenta a través Gorgui Mbengue, un pescador senegalés que llegó a Canarias en plena crisis del coronavirus. La dimensión de la tragedia queda subrayada en este caso por un dato: las más de 1.400 personas muertas o desaparecidas en el mar (“y, en realidad, fueron más”, añade al limitar el dato concreto a las registradas por Naciones Unidas) tratando de llegar a España sólo en 2023.

A la hora de abordar la realidad socioeconómica, Noemí Sabugal sí encontró notables diferencias con respecto a Hijos del carbón. Pasó de peregrinar por cuencas que se desangran demográficamente a viajar por un litoral que acapara el 40% de la población española, a la que se suma un aluvión turístico volcado preferentemente hacia territorios costeros. Nacida en la cuenca minera del Gordón y radicada en Ponferrada, la autora vive en tierras que suspiran por alternativas económicas a monocultivos pasados. Ahora ha transitado por lugares teóricamente boyantes que, sin embargo, también sufren las consecuencias del monocultivo del turismo. Y ahí se remite a Verano sin vacaciones. Las hijas de la Costa del Sol, un libro obra de Ana Geranios en el que se exponen los efectos secundarios. “El turismo”, resume Sabugal en conversación telefónica, “es tan potente que no deja que se desarrollen otros sectores. Supone, además, un encarecimiento de la vivienda; y una saturación de servicios”. Y el resultado desde el punto de vista urbanístico es lo que denomina legolización (“el apilamiento de ladrillos como si fuera un juego de Lego”), que también ha generado movimientos de oposición ciudadana y cadáveres en forma de edificios que se quedaron en los pilares en La Manga. “Eran”, escribe, “como dientes tronchados que alguien hubiera arrancado de sus encías”.

La mina habla, y el mar también. Los dos sectores se desarrollan en contacto con un elemento natural. Y las desgracias se viven de forma colectiva

Noemí Sabugal Autora de 'Laberinto mar. Un viaje por la vida y la historia de nuestras costas'

Donde sí hay coincidencia es en el estilo, basado en el empleo de las claves del periodismo narrativo hasta poder considerar el libro como un reportaje de largo aliento. Noemí Sabugal comenzó su trayectoria con novelas como El asesinato de Sócrates, Al acecho y Una chica sin suerte. Ahora abunda en el camino de la no ficción, si bien cambia el recorrido en orden geográfico de Hijos del carbón por el temático en Laberinto mar. “El trabajo del lenguaje es el mismo. No diferencio por géneros. Para mí todo es escritura. Y elijo según como creo que estará mejor contado”, sostiene Sabugal, que ha ejercido el periodismo en medios nacionales y provinciales. “Y ahora lo he llevado a los libros”, señala para citar a referentes latinoamericanos como Martín Caparrós y Leila Guerriero sin esconder que también es una fórmula desarrollada en España desde los tiempos de Emilia Pardo Bazán y Manuel Chaves Nogales. En un libro en el que ya en la primera página cita a Miguel Delibes, las alusiones literarias van desde Julio Verne, pasando inexcusablemente por Manuel Rivas, hasta Ander Izagirre.

Labertinto mar llega a las librerías apenas unas semanas después de que lo hiciera Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España, de Raquel Peláez, y antes de que lo haga Cordillera, una novela de Marta del Riego Anta, quien habla en una reciente columna en La Nueva Crónica de 'La hora de las escritoras leonesas'. Sabugal dice “seguir la estela” de una tradición literaria en la provincia en torno a grandes nombres como Luis Mateo Díez, José María Merino o Julio Llamazares sin obviar el peso que ya tuvieron entonces autoras Elena Santiago y Josefina Aldecoa. “Y lo que sucede ahora es que hay muchas más mujeres que antes, porque también hay más juezas o más médicas”, apunta para citar otros referencias como Violeta Serrano o Ana Flecha Marco en una provincia que “sigue siendo muy rica en escritores” que, además, publican “en géneros muy distintos”.

Noemí Sabugal regresa ahora al mercado editorial. Lo hace bordeando la costa, pero entrando de lleno en todas las aristas de un ámbito tan complejo. La premisa de que “nadie en este país debería ser ajeno al mar” se reformula como pregunta. “Ahora pensamos más en la playa que en el mar”, responde la autora, que cierra el libro poniendo el termómetro para comprobar la salud de los océanos de la mano de científicos que pulsan las consecuencias del cambio climático. “Al mar le están pasando cosas; y hay que escucharlo”, dice Sabugal, que aprendió a nadar al norte en Gijón (“nunca nadé demasiado bien porque no aguanto el agua pesando sobre las pestañas”, anota) y en La Restinga (El Hierro), el pueblo más al sur de España, antes de sumergirse con un equipo de esnórquel, encontró el título de su nuevo libro en unos versos inscritos en un mural: “Al mar, me dicta / mi instinto, al mar / que es un laberinto”. Su salida fue la escritura. 

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