Javier Menéndez Llamazares: “León es el pedazo del mundo que rodea mi casa”
Leonés del barrio de La Palomera, el narrador, columnista, bloguero y poeta Javier Menéndez Llamazares, que antes fuera jugador de canicas, cazador de grillos y lector voraz de tebeos y clásicos juveniles, es consciente de que también se puede vivir en la literatura, “sólo es cuestión de dar la lata hasta que acaban dejándote un hueco”, además, “a fuerza de leer; es un proceso natural, el paso siguiente es escribir”, sostiene el autor de 'La teoría del vaso de agua', su última novela hasta ahora, ambientada en el Berlín revolucionario del 68, “Berlín era una fiesta”, caracterizada por su humor, “que es la mejor forma de abordar los temas serios de verdad”. Esta obra, según Javier, también podría resumirse en plan consigna: 'sexo, revolución y rock&roll'. Se sonríe su creador que si hubiera hecho más hincapié en lo morboso le iría mejor comercialmente, “pero no veas lo difícil que resulta sacudirse la educación que nos daban en los ochenta”.
El columnismo es disciplina, el talón de Aquiles de casi todos los escritores. Ajustarse a una extensión o respetar plazos, por mucho que moleste, sirve para ejercitar el músculo literario; cuando consigues que lo mecánico funcione por sí solo, puedes dedicar toda tu energía a lo verdaderamente importante, la parte creativa.
El polifacético Javier, entre cuyas labores está la de presentador de un programa literario en la Cadena Ser –antes ya había hecho sus pinitos como director en una emisora de La Bañeza– y director de la Feria del Libro Independiente en Cantabria, es uno de tantos leoneses que emigró, en este caso a Santander. “Como en todas las emigraciones, uno se va por hambre, sea real o metafórica. Claro que yo tuve la fortuna de acabar en un lugar que tiene casi todo lo que le falta a León: autonomía, turismo, costa... Y un dinamismo cultural enorme”. En esta comunidad ha podido desarrollar, asimismo, su faceta como columnista en 'El Diario Montañés' y publicar el libro de artículos, 'Todos los charcos'. El columnismo es, según él, disciplina, el talón de Aquiles de casi todos los escritores. “Ajustarse a una extensión o respetar plazos, por mucho que moleste, sirve para ejercitar el músculo literario; cuando consigues que lo mecánico funcione por sí solo, puedes dedicar toda tu energía a lo verdaderamente importante, la parte creativa”.
Sin embargo, Javier, que se reconoce como leonés y se siente marcado por su tierra en cómo ha aprendido el mundo, la lengua que habla, la forma de relacionarse... –todo lo cultural, que acaba aflorando en lo que escribe, sin remedio–, siente morriña por su tierra natal, porque hasta los veinte años se pasó la vida deseando escapar de León, y ahora que está fuera sólo piensa en volver. “León es el pedazo del mundo que rodea mi casa”. Y añade: “Debe de ser alguna especie de maldición sentimental que arrastramos los leoneses, que adoramos nuestra tierra en relación directamente proporcional a la distancia que nos separa de ella... Por eso me duele tanto la postración en la que está sumido el viejo reino, arruinado en lo económico y languideciendo demográficamente, postrado en una humillante sumisión a Valladolid que nos está matando”. A pesar de todo, pues “lo que nos hicieron los políticos en la transición fue un genocidio cultural”, está convencido de que León es una provincia de escritores y artistas que gozan de valoración social, algo que no ocurre en otros sitios. “En León, ser escritor o poeta, o cantante de Los Flechazos o artista, es algo tanto o más importante que ser rico o hasta guapo (e infinitamente mejor que ser político, banquero o empresario)”, matiza. “Imagino que se deba a figuras como Crémer o Gamoneda, cuya dimensión social excedía lo habitual en un escritor de provincias; para hacerse un idea, cuando Crémer hablaba por la radio, en muchas familias el padre hacía callar a todo el mundo, para no perderse ni una línea de las cartas a su tía Federica. Y también tienen mucha culpa de todo esto periodistas como Fulgencio Fernández, López Castellanos o el equipo del Filandón”. A este respecto, Menéndez Llamazares, cuyo autor preferido siempre fue Boris Vian, del que adora su desenfado, aunque su estilo se acerca más al de John Irving, y le gustaría que se pareciera al de Tabucchi, también ha leído mucho a los grandes autores leoneses. “Esos a los que cuando les pides ayuda te ofrecen muy buenas palabras pero no te dan ni la hora. Aún así, son grandes escritores, claro”.
Alemania como estado vital
Antes de irse a Cantabria, tuvo la ocasión de vivir en Alemania, en concreto en Colonia, donde trabajó como documentalista, una ciudad que le ha aportado mucho, tanto a su vida como a su obra literaria, “hay lugares que te dejan huella, como en mi caso Alemania, a la que he dedicado ya dos novelas y quién sabe cuántas más. Claro que para mí Colonia, más que un punto geográfico, es un estado vital, el de la euforia de la juventud”.
Debe de ser alguna especie de maldición sentimental que arrastramos los leoneses, que adoramos nuestra tierra en relación directamente proporcional a la distancia que nos separa de ella.
Vivir fuera de la tierra ayuda a ver las cosas de otro modo. Y en su caso viajar es más una afición personal que un recurso literario. Confiesa que todos los sitios le gustan, “y si no llueve demasiado y la gente es más o menos maja, enseguida me imagino viviendo allí, mimetizándome con los lugareños; lo mismo me vale Venecia que Praga o Buenos Aires. Lo que pasa es que uno acaba escribiendo siempre sobre sí mismo”.
Uno acaba escribiendo sobre lo que conoce y lo que inevitablemente deja huella. Y Javier ha escrito dos novelas ambientadas en Alemania, y un libro de relatos breves, titulado 'Con amigos como tú', que contiene buenas dosis autobiográficas, como él mismo reconoce: “Yo diría que el noventa y cinco por ciento de lo que cuento en esos relatos es absolutamente verídico, son historias propias, o de amigos muy cercanos, que en ocasiones resultan de lo más insólito, y a mí me encanta esa confusión entre ficción y biografía que tanto ha enriquecido a la prosa de este nuevo siglo, saturados como estamos con tanto telefilm y tanta telenovela”. Y añade con sentido del humor: “Se trata de aprovecharse de los amigos, y hasta de uno mismo, para convertir la vida real en literatura”.
Como en todas las emigraciones, uno se va por hambre, sea real o metafórica. Claro que yo tuve la fortuna de acabar en un lugar que tiene casi todo lo que le falta a León: autonomía, turismo, costa... Y un dinamismo cultural enorme.
El autor de 'El método Coué', su primera novela, cuyo escenario es un Berlín prostibulario, de alcohol y drogas, bombardeado, y el protagonista un joven divisionario Azul, que el poeta Colinas definiera como una obra clásica, redonda, con un ritmo y garra que atrapan al lector desde el principio, confiesa que también les debe mucho a todos los grandes narradores europeos, de Dostoievski a Kundera, aparte de periodistas como Ramón Garriga.
Como poeta ha publicado 'Cosas que no se pueden encontrar en internet' y ha sido incluido en 'Poesía para vencejos'. “Hubiera preferido ser poeta, pero sin saber cómo he terminado haciendo novelas”, se expresa, mientras recuerda que a los quince años veneraba a Gamoneda, y poco después descubrió a Mestre y escribió miles de versos sin querer admitir que nunca podría llegar a emularles, y que tampoco tenía sentido intentarlo. “Lo necesario es encontrar una voz propia y, además, tener algo que contar, y ese aprendizaje a mí me llevó un par de décadas. Al final, cuando decidí prescindir de artificios y aprovechar recursos como la ironía y el humor, escribí un libro de poesía muy prosaica que pasó completamente desapercibido, en una flagrante 'injusticia poética'. Eso sí, de cuando en cuando me invitan a hacer una lectura y suelen funcionar bastante bien”.
En estos momentos, anda liado con una nueva novela, esta vez ambientada en Cantabria en los años veinte. “Una de anarquistas y fútbol, con muchos disparos y chicas guapas paseando por el Muelle de Santander. Creo que quedará algo dinámico y divertido, pero aún habrá que esperar una buena temporada, me temo”.
Entrevista breve a Javier Menéndez Llamazares
“Creo que no nos merecemos el desastre al que nos llevan políticos y empresarios”
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
'El libro de todas las cosas (y otras muchas más)', de Quevedo. Es mi debilidad.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida)
John Kennedy-Toole. Su tragedia vital es tan sobrecogedora como deslumbrante su obra.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable)
Hay tantos... pero habiendo tantos buenos, ¿para qué perder el tiempo hablando de los malos?
Un rasgo que defina tu personalidad
Irónico. O de eso me acusan siempre. De pequeño, mis hermanos decían que yo hablaba al revés.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
La bondad. Podría decir la inteligencia, pero para qué engañarte...
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
Creo que no nos merecemos el desastre al que nos llevan políticos y empresarios.
¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?
Es que es ilegal en muchos países...
¿Por qué escribes?
A fuerza de leer; es un proceso natural, el paso siguiente, supongo.
¿Crees que las redes sociales, facebook o twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
No. Literariamente, sirven para el autobombo, poco más.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
La poesía de los setenta y la narrativa de los ochenta, imagino.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
Claro; durante años he escrito sobre cultura digital en 'El Diario Montañés'. Allí llevo un videoblog, 'A toda página'.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo
¿Dónde han puesto el manual de instrucciones?