La arriería maragata y argollana que transportaba de todo hace más de cien años para financiar la expansión de León

Arrieros con su bagaje pasando por un pueblo leonés.

En líneas generales, no fue hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando la ciudad de León comenzó a crecer, con un aumento considerable del comercio y, sobre todo, con la llegada del ferrocarril y la mejoría del transporte y las comunicaciones. La población rural podía vender excedentes en los diferentes mercados. La ciudad comenzó a acoger una emigración interna del resto de la provincia. La llegada del ferrocarril (1863) supuso la paulatina ruina de la arriería, sobre todo la argollana (de Los Argüellos) y la maragata. Sus comarcas, con un suelo muy improductivo, decayeron rapidísimamente y buena parte de su población hubo de emigrar a otras ciudades españolas, y particularmente a América.

Se ha apuntado a la arriería argollana como representativa del comercio y trasporte de pescado y vino hacia cualquier parte de la península, y particularmente hacia Madrid; cierto es, pero a comienzos del siglo XIX en la ciudad de León los principales transportistas y almacenistas vinateros eran maragatos (familia De Paz). Lo cierto es que tanto unos arrieros como otros se dedicaron secularmente a cualquier tipo de actividad y transporte, y prueba de ello es este curioso documento en el que se acuerda el traslado de un cadáver. Dice así: “Digo yo, Pedro Tablado, que recibí del Sr. alcalde de Leitariegos la cantidad de 24 reales por haber llevado los huesos del difunto que [a]pareció en el alto [puerto] Ventana el año 1862 a Cangas. Pedro Antonio Tablado”. En aquellos tiempos llevaban de todo porque no había otra forma de traslado más allá del ferrocarril, antes de la llegada de éste y en el siglo XX de los vehículos a motor en las carreteras.

Hubo un privilegiado grupo de arrieros en León, especialmente maragatos con importante capital acumulado, que sí pudo adaptarse a los nuevos tiempos que trajo consigo el ferrocarril. Algunos hicieron grandes fortunas en Asturias, Madrid y otras ciudades. A otros los vemos asentados en la floreciente calle Ancha leonesa de comienzos del siglo XX (denominada a lo largo del tiempo con otros nombres), cuando se empezaba a alinear, a poner recta.

Los negocios en Busdongo

Y fueron ellos, los arrieros maragatos, los que hicieron importantes negocios alrededor del ferrocarril y las nuevas infraestructuras y abastecimientos en la zona de Busdongo, quienes terminarían ejecutando, precisamente en 1923, el acto más simbólico de lo que supuso la modernidad urbanística para la ciudad de León: el derribo de la muralla oeste, la desaparición del antiguo hospital de San Antonio Abad y la construcción de la impresionante 'Casa Roldán'. Entre 1936 y 1941 a su principal propietario, Luis González Roldán, el franquismo, pese a ser a priori de los suyos, lo arruinó a base de fuertes multas en un acoso orquestado que ya se contó en este reportaje. Esto le ocurrió a muchos más adinerados que habían contribuido a crear el León de primeros del siglo XX. No fue algo aislado: de esta manera también financiaron los falangistas la Guerra Civil.

Entre ellos también fueron desvalijados buena parte de las familias que pusieron recta la calle Ancha. En particular su tramo superior se fue poblando de antiguos arrieros maragatos procedentes de Murias de Rechivaldo y Castrillo de los Polvazares, de donde eran originarias las familias Botas –los Botas regentaban rentables negocios en Oviedo–, González Prieto, Roldán, De Paz, Del Río, Alonso y Salvadores: familias acostumbradas a emparentar secular y exclusivamente entre miembros de su comunidad, es decir, entre la élite arriera.

Algunos habían hecho negocios en torno al ferrocarril, sobre todo en la zona de Busdongo –sobre antiguos negocios y propiedades que les vendió Secundino Gómez–, alrededor de la inmensa obra de ingeniería que supuso acometer las obras del puerto de Pajares; se dedicaban al comercio de textiles, bebidas (vino y aguardiente) y comestibles (cereales), pero con el paso del tiempo su acumulación de capital les permitió dedicarse a ampliar sus industrias con otro tipo de actividades más lucrativas como la compra de acciones en sociedades azucareras, eléctricas y mineras, así como en operaciones inmobiliarias derivadas del propio ensanche de la ciudad. 

Al socaire del nuevo alineamiento de la parte más cercana a la catedral, los edificios –que habían sido propiedad de tan importantes y olvidados propietarios como Mauricio González Reyero– fueron derruyéndose para erigirse los que todavía hoy admiramos, cambiando su propiedad de unos a otros con una amplia representación de arrieros maragatos encabezados por los Botas y seguidos por Francisco González Prieto (casado en segundas nupcias con Manuela Roldán Salvadores).

Comerciantes y transportistas

Por supuesto que nada de esto fue casual, ni el fruto de algo espontáneo en un corto espacio de tiempo… es decir, los viejos propietarios dan paso a los forasteros. En los protocolos hemos localizado a muchos arrieros maragatos falleciendo a cientos de kilómetros de su tierra natal; por ejemplo, en Andalucía, o transportando toneladas de hierro desde Cacabelos hasta Cataluña, e incluso hasta Francia.

Y en esos documentos aparecen estos arrieros maragatos armados. Esto nos indica que estaban especializados, ya desde el siglo XV, en el transporte de mercancías a larga distancia, y que podían ser víctimas de asaltos, a los que correspondían a costa de sus propias vidas.

Los arrieros maragatos, debido a su especialización, cobraban más que el resto de transportistas, pero se responsabilizaban, avalaban y garantizaban la mercancía a costa de su propio patrimonio, lo que los llevó a ser contratados por bancas y por la realeza para el transporte de caudales. 

Hubo un reducido e influyente grupo de antiguos arrieros maragatos que sí se adaptó a los nuevos tiempos, incluso antes de la llegada del ferrocarril, gracias a otros negocios típicos del siglo XIX como la compra de bienes en desamortización, la inversión en sociedades mineras y altos hornos, la venta de vino y tejidos o la creación de empresas de diligencias para el transporte de personas. Tal vez, el ejemplo más conocido sea el del Maragato Santiago Alonso Cordero (1793–1865), nacido en Santiago Millas. 

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