Una tierra deshidratada llamada León

Las filtraciones en los túneles de Pajares que desvían un 'Bernesga' de agua a Asturias.

Cuenta la leyenda que cuando Ciro el Grande, emperador de Persia trataba de sorprender a ejército babilónico, mandó a sus tropas cruzar el río Gyndes, hoy llamado Diyala, (afluente del río Tigris, que discurre en casi su totalidad por Irak) en el intento uno de sus caballos preferidos, de color blanco, fue tragado por las aguas del río. Furioso por la pérdida, mando desangrar aquel curso de agua, caudaloso aunque no muy profundo, en 360 canales, hasta que cualquiera pudiera cruzarlo sin mojarse más arriba de las rodillas.

Eso por lo que se refiere a la leyenda, vamos ahora con la realidad presente. Hace ya bastantes años, cuando la Saprolegniosis, la carencia de depuradoras que depuren y el excesivo vertido de contaminantes, hacían de León el paraíso de la pesca fluvial, sin posible competencia, y podíamos presumir con orgullo de ser la provincia con mayor personalidad, no sólo de las redes hidrográficas del Duero y del Miño, sino de toda España, hasta el punto de que el Concurso Nacional de Pesca de la Trucha solía celebrarse en León.

Pero la proverbial torpeza y desdén por su tierra de los políticos leoneses dio al traste con todo ello y los miserables cotos, reservados a figuras relevantes de la vida pública y señoritos con posibles, fueran autóctonos o de importación, aunque fuera en detrimento de la afición de los lugareños que podían verse privados de los entretenimientos que ofrecían sus aguas, languidecieron. La caza del urogallo fue otro ejemplo de la nefasta gestión de los recursos naturales desarrollada por nuestros gobernantes. Con todo, aún podríamos perdonarles tamañas incompetencias, lo que no podemos perdonarles es dejarnos sin agua. 

Los 'pagafantas' leoneses

León acaba cediendo el agua de sus ríos a otras provincias llegando a perderse en el mar océano en Oporto, La Guarida o la costa asturiana. Hasta ahí todo normal, es inviable tratar de almacenar todo el agua que generosamente nos regala la naturaleza sea en forma de lluvia, nieve o manantiales. Lo que ya no es tan normal es que seamos los pagafantas de la comunidad de Castilla y León, de Asturias, de España e incluso de Portugal. El agua es un bien público que se ha de compartir ¡Admitido! Entonces póngase una playa con mar en León. 

La gestión de las aguas en León no ha podido ser más funesta, amén de embalses sin cuento, algunos de ellos causando desgarros entre el tejido social –léase anegando pueblos y su historia, con la carga emocional que eso conlleva–como sucedió con Oliegos, un éxodo vergonzoso hacia los predios de un noble en Valladolid, un desarraigo forzado. Pero la calamidad sigue azotando a León, de cuyas aguas ya no sólo no es dueño, ni siquiera es su gestor y eso que hasta el Papa actual ya advirtió al mundo de que los problemas del siglo XXI vendrían marcados más por el acceso al agua que por el acceso al petróleo.

El agua del Bernesga, es a decir de los entendidos, un fraude que el AVE ha traído a León en beneficio involuntario de Asturias. Se supone que diariamente se pierde una cantidad que puede sufragar el gasto del líquido elemento a la ciudad de Oviedo. Si los pueblos y la ganadería de la vertiente leonesa de Pajares se queda sin agua, poco importa, a fin de cuentas sólo es cuestión de un poco más de tiempo que desaparezcan de seguir el ritmo actual de pérdida de población y contracción económica que venimos arrastrando. 

¿Alguien que pueda revertir esta situación?

La pregunta ahora es ¿Hay alguien en León con capacidad y voluntad de revertir esta situación? La respuesta es de todos conocida: ¡Evidentemente NO! Quienes podrían no quieren y quienes quieren no pueden. Por más que en León estemos emperrados en negar la evidencia y por más reclamaciones que algunos particulares e instituciones desesperadas quieran sustanciar en los tribunales, la solución será política o no será. Los partidos estatales, anverso y reverso de la misma moneda, con su pléyade de diputados, senadores, alcaldes, concejales y presidentes de la Diputación y su cortejo fúnebre de incondicionales no osarán importunar a las altas instancias, así es que ese camino, a diferencia de los acuíferos perdidos, está cegado. El presumible bienestar de España es lo único que les importa.

También están los poquitos que quieren y no pueden, estos en desigual combate contra la realidad, hasta se hicieron representar por senadores de Levante porque, muy señores míos, parafraseando el título de la obra de García Márquez, León no tiene quien lo represente. Los políticos leoneses que teóricamente podrían querer recuperar esa agua, carecen de poder alguno, son la voz que clama altiva en casa y deja de oírse fuera. Es León quien está solo en mitad de la tierra y no Asturias, como pregona la canción del asturiano Victor Manuel. Esto el mundo al revés: El amarillo Reino de León cediendo su agua al verde Principado.

Ni Cendones ni Muñoces ni Pollanes...

Ni Cendones ni Muñoces ni Pollanes moverán un dedo por el agua y ¿saben por qué? pues porque moverlo supondría hipotecar su carrera política y entre su carrera y los intereses de un desahuciado León, la elección es simple. Tampoco demonicemos a los políticos leoneses con apellido propio, son consecuencia de un axioma que casi nadie quiere aceptar: la inmensa mayoría de los leoneses cree en España pero no cree en León. Para muchos León es sólo un mero accidente en su peripecia vital, y nuestros políticos son el fiel reflejo de este parecer.

Así pues dejemos que el Bernesga se desangre, regalemos el caudal de los Payuelos, olvidémonos de Lagüelles, Oliegos, Anciles, Lodares o Bárcena, y así hasta 34 pueblos sumergidos bajo el agua y el olvido, a mayor gloria de León y sus ilustres gobernantes. Inundemos Carrizo con balsas, cedamos agua para cumplir con el Convenio de Albufeira, pero nunca olvidemos que la sagrada misión de León en España es contribuir a que otros vivan mejor, sin compensación alguna a cambio. El río Gyndes acabó recuperando su esplendor después de Ciro el Grande, León no tendrá tanta suerte. En fin, quedémonos con el frío y la nieve y dejemos ir el agua.

¡Mucho vale contar con políticos de raza como los que tenemos!

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

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