El factor humano

Película 'El Factor Humano' basada en la novela de Graham Greene.

Según el conocimiento enciclopédico, el factor humano sería la suma de características físicas, psicológicas y sociales que afectan la interacción humana con los equipos, sistemas, procesos y equipos de trabajo. Maurice Castle, ese agente del servicio británico de inteligencia que está punto de jubilarse de la amoral tarea de espiar a los otros, sabe de lo que estamos hablando. El protagonista de esa estupenda novela de Graham Greene llamada El factor humano (1978) decidió finalmente escoger el amor, una lealtad tan pura como complicada a lo que le dictaba el corazón y la piel, algo que está mucho más allá de los abyectos intereses de la Guerra Fría. Esa elección que la burocracia del sistema no supo anticipar responde a una última pero fundamental variable que solo puede ser explicada desde el calor domestico, desde los besos que compartimos con la persona que hemos elegido para querer y ser queridos.

El factor humano, además de ser una de esas novelas que leídas a cierta edad nunca te abandonan, es una abstracción literaria que esconde un significado esencial y bello. Básicamente sería lo que nos distancia de ser un idiota insensible en todos y cada uno de los actos que ejecutamos en nuestra vida cotidiana. Es la amabilidad sincera del ciudadano común y responsable, la ambición mañanera de ese tipo digno y generoso que se asoma a los días con la tierna predisposición de ser un buen hijo, un buen padre, un buen marido o un buen amigo. Es lo que distingue a ese banquero, farmacéutico, médico, camarero, tendero, ganadero o empresario de aquellos otros que no han entendido casi nada de la vida, sujetos ajenos a la buena educación que cabe en un simple gracias o por favor, tipos que miran a los ojos sin ver, que no sienten ni padecen. Es también algo que echamos mucho de menos en la mayoría de políticos, o en el discurso de Navidad del Rey, en el de todos los reyes.

El factor humano es lo contrario de la inteligencia artificial, del algoritmo que solo sabe lo que le han repetido, de esa estadística tan fría como la palabra matemáticas, de esa nueva deidad que llaman Big Data. Y quizás por eso aseguran los expertos en seguridad cibernética que esta cualidad tan intrínsecamente humana de podernos equivocar, es la principal responsable de todas las infecciones tecnológicas que afligen a nuestras máquinas.

El factor humano es reír y llorar, nos distancia tanto de la zoología como la conciencia de saberse mortales. Es lo que explica el beso más torpe y la danza silenciosa de tus dedos con los de esa mano que tanto buscas, la dulce embriaguez de un vaso de vino o aquella trompeta cálida e infinita de esa melodía de jazz que no te sacas de la cabeza. Explica el frío de tu hijo y el calor de tu amante, el vértigo de sentirte vivo, el tiempo que fluye por tus venas. 

Pero el factor humano es también lo que ha empujado a uno a escribir textos tan erráticos como el que usted acaba de leer. Quizás sea cierto aquello de que en el fondo no somos más que primates con pretensiones.

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