'Puñales por la espalda (III): de entre los muertos'
Existe un subgénero dentro del suspense denominado whodunit, termino que es la contracción de la expresión inglesa who has done it? Es decir: ¿Quién lo ha hecho? A diferencia de la literatura o el cine policial más convencional, estas historias no solo desarrollan la resolución de un crimen, sino que proveen al lector o espectador de numerosos indicios y múltiples sospechosos, generalmente confinados en un mismo espacio físico o psicológico. Esto permite que la trama se convierta en una especie de juego de espejos donde nada es lo que parece y donde el lector debe participar de forma activa para intentar descubrir al asesino. Y aunque no es un elemento obligado, en muchas de estas historias también encontramos a un sesudo detective que se apoya en las pistas dejadas en la escena del crimen o en su intuición para ir descartando a los posibles involucrados hasta dar de forma sorpresiva con el asesino, alguien que por supuesto aparece en la trama desde el principio y que suele ser el menos evidente de todos.
Imagino que a todos ustedes les ha venido enseguida un nombre a la cabeza: Agatha Christie. Ella fue la reina de este subgénero durante décadas y sus novelas empujaron a la lectura a varias generaciones. Pero no solo ella, en la que se considera la era dorada del whodunit, entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, surgieron multitud de escritores en el ámbito anglosajón que darían rienda suelta a su imaginación para producir sin descanso este tipo de misterios tan entretenidos y atractivos para el público de ambos lados del Atlantico: Dorothy L. Sayers, Gladys Mitchell, Chesterton, Innes, Nicholas Blake, Edmund Crispin, John Dickson Carr… Con el paso del tiempo ese mismo público ávido de enigmas irresolubles empezó a verle el truco a todas estas tramas y su condición de mainstream iría decayendo ante la aparición de nuevos paradigmas argumentales, dentro del mismo genero policiaco o de suspense pero más realistas y crudos.
Lo que siempre ha existido en las diferentes épocas vividas por este subgénero es una relación envidiable con el cine. Son tramas que han encontrado en la gran pantalla un inmejorable vehículo para lucir en todo su esplendor. Hay grandes películas que adaptan las famosas novelas de Agatha Christie, por ejemplo, con grandes presupuestos, lujosos escenarios e impresionantes repartos llenos de estrellas, como Asesinato en el Orient Express (1974) o Muerte en el Nilo (1978). Ambas revisitadas por cierto por un Kenneth Branagh que no aporta nada nuevo a los clásicos.
Ahora llega la tercera parte de esta saga de Puñales por la espalda que actualiza todos los ingredientes de este tipo de historias que dan al espectador contemporáneo lo mismo que daban al de hace cien años: un entretenimiento sin paliativos para cualquiera de estas tardes de sofá y manta que llegan con el calendario navideño. La pócima sigue siendo tan sencilla como difícil de ejecutar: un misterio peliagudo, unas dosis de humor, algo de terror gótico y nuestro detective preferido eliminando sospechosos.