Treinta años del atentado al comandante Cortizo que hizo que la Lotería de Navidad dejara de ser noticia en León

Así quedó el coche del comandante Cortizo tras la explosión de la bomba lapa.

Redacción ILEÓN

Infografía: Dativo Rodríguez —

Era sobre la una y media de la tarde del 22 de diciembre de 1995, justo cuando estaba terminando el tradicional sorteo de la Lotería de Navidad, que había dado un tercer premio en la montaña leonesa, en Maraña. Pero la suerte estuvo y no estuvo en la provincia leonesa y todo lo que era interés por el Gordo y el tercer premio que había tocado en la Montaña de Riaño, en las estribaciones de los Picos de Europa, de repente dejó de ser noticia.

Hace treinta años los teléfonos colapsaron durante todo el día. Una explosión en la calle Ramón y Cajal, justo antes del cruce con la calle Renueva y Abadía hizo que las redacciones de los periódicos (entonces El Diario de León y La Crónica 16) vivieran una de las tardes más surrealistas de que han pasado los periodistas en León. La banda terrorista ETA había matado a un comandante del Ejército en León. La desgracia se cebó sobre el comandante Cortizo, cuando una bomba lapa que habían colocado en su coche (entrando en el aparcamiento cerrado del edificio en que vivía en la calle San Mamés) explotó matándolo en el acto e hiriendo gravemente a su hija, que le acompañaba. El sorteo de Navidad, en aquellos años en que los periódicos sacaban un especial vespertino con toda la lista de los números premiados y las pedreas, dejó de ser la noticia del día y los periodistas tuvieron que dividir la tarea centrándose en la tragedia terrorista que golpeaba por primera vez la capital leonesa.

Han pasado treinta años desde aquella trágica tarde del 22 de diciembre de 1995, pero en León aún se recuerda el impacto que dejó la muerte del comandante de Artillería Luciano Cortizo Alonso. Aquel día, como tantos otros leoneses que se preparaban para las fiestas, Cortizo había salido de casa acompañado por su hija Beatriz, de 18 años. Ambos se dirigían en coche a comprar los regalos de Navidad, sin imaginar que lo que iba a ocurrir iba a enlutecer para siempre estas fiestas para su familia.

Eran alrededor de las 13.30 horas cuando su vehículo se detuvo ante un semáforo en rojo. En ese instante, una bomba lapa colocada en los bajos del coche estalló (el mecanismo percutor aprovechaba la inercia del frenazo haciendo que una bola de acero se moviera hacia adelante sobre un carril para hacer contacto eléctrico y detonar la bomba). La explosión fue devastadora: el comandante murió en el acto y su hija resultó gravemente herida. La autoría del atentado sería reivindicada poco después por la banda terrorista ETA.

Los periódicos dieron la noticia al día siguiente abriendo todas las portadas.

Luciano Cortizo Alonso había dedicado dos décadas de su vida al Ejército. Especialista en sistemas de dirección de tiro y en técnicas de localización de objetivos, estaba destinado en el cuartel de El Ferral de Bernesga, en León (hoy la Base Conde de Gazola). En el momento de su asesinato, acababa de iniciar unas vacaciones que jamás llegaría a disfrutar.

Esa bomba lapa de ETA segó la vida del comandante a la entrada del centro de León, a escasos centenares de metros de su casa, y dejó gravemente herida a su hija de 18 años.

Un mediodía de alegría roto por el atentado

Luciano Cortizo, tenía 44 años. Estaba casado y era padre de dos hijos. Salía de su vivienda en la calle San Mamés cercana a la plaza del Espolón para recoger a su hija Beatriz y regresar con ella a la base de artillería donde estaba destinado. Al detenerse su vehículo por el tráfico y un semáforo en rojo en la avenida Ramón y Cajal, estalló una bomba lapa de unos dos kilos de explosivo colocada bajo el asiento del conductor. El comandante murió en el acto; su hija sufrió heridas gravísimas y otras tres personas que se encontraban en las inmediaciones tuvieron que ser atendidas.

Momentos después los periodistas que estaban en el Pleno del Ayuntamiento (el mismo día en que se aprobó retomar la construcción del polígono de Eras de Renueva que había quedado desde hacía 20 años paralizado) se enteraron y fueron corriendo, junto a los concejales, al lugar de los hechos. Las radios leonesas dieron la noticia y los teléfonos (fijos en aquel momento) colapsaron en la ciudad. Todo el mundo se llamaba para saber si estaban bien. Todas las familias preocupadas por no poder contactar con sus seres queridos. Mucha gente sigue comentando años después el “pues estuve a punto de pasar por ahí” que define aquel terrorífico momento. No eran los tiempos de TwiXter ni redes sociales, la información corría de forma apresurada como en cualquier otro atentado de ETA. Las exageraciones fueron notorias y el impacto, al ser el primer atentado de ETA en la ciudad, fue mayúsculo.

Infografía de 30 años del atentado de Cortizo en León

La coincidencia con el sorteo del Gordo convirtió aquel día lluvioso en una metáfora macabra: mientras los niños de San Ildefonso cantaban los premios, León escuchaba el estruendo del coche destrozado, el humo elevándose junto a la muralla y las sirenas abriéndose paso por el casco urbano. La ciudad, que hasta entonces se sentía relativamente a salvo de la violencia de ETA, descubrió de golpe su vulnerabilidad cuando vio, en directo, los restos del vehículo y el acordonamiento absoluto del centro histórico.

En las redacciones de los dos periódicos de papel, aquellos que se habían destinado a la información del número extra vespertino de la Lotería de Navidad fueron enviados a casa cuando terminaron el trabajo. Periodistas, sí, con ganas de trabajar y de querer participar en la noticia no sólo del día, sino de la década. Pero no tenían mucho que hacer y tuvieron que marcharse a casa, ya que los demás se habían encargado de intentar dar la mejor información en el número del día siguiente.

De hecho, los redactores de La Crónica 16 que fueron a Maraña para realizar el reportaje del segundo premio de la Lotería de Navidad de aquel año se enteraron del atentado cuando volvió la señal de la radio al pasar por el puente del pantano de Riaño. Escucharon “atentado León” y se quedaron helados. El fotógrafo, Mauricio Peña, dio zapatilla para llegar cuanto antes a León.

Dio igual. No podían hacer nada más que escribir un reportaje de alegría de cómo había tocado la lotería en un pueblo de Picos de Europa en un ambiente plomizo, triste y desquiciado de una Redacción que no conseguía hablar por teléfono con nadie, ya que las líneas estaban completamente colapsadas.

Las fotos del atentado mostraban una explosión terrible, que había partido casi por la mitad el coche del comandante Cortizo. El shock era generalizado. El enfado de la gente se produjo al conocer que la salvaje banda ETA confirmaba que había sido ella la que había asesinado al militar. Era lo que pensaba todo el mundo en una época ya olvidada, en la que los terroristas vascos mataban varias personas al mes, atentando contra la democracia. Aquella tarde miles de leoneses salieron a la calle en una manifestación silenciosa de rechazo al terrorismo y de apoyo a la familia del comandante, una imagen que muchos participantes recuerdan aún como un punto de inflexión en la conciencia colectiva de la ciudad.

Dos décadas para conocer quien puso la bomba lapa

Durante casi dos décadas el atentado permaneció marcado por la impunidad, pese a que los servicios de información apuntaban desde el principio al etarra Sergio Polo Escobes, alias Lur, como autor material de la colocación de la bomba. No fue hasta la reapertura de la causa en la Audiencia Nacional, a instancias de la Fiscalía y de la acusación particular ejercida por la familia a través de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, cuando el sumario tomó nuevo impulso y se ordenaron pruebas clave para vincularle con la acción.

En 2018 la Audiencia Nacional condenó finalmente a Sergio Polo a 110 años de prisión por el asesinato de Cortizo y las lesiones causadas a su hija y a los viandantes, considerando probado que recibió la orden de la cúpula de ETA, fabricó la bomba lapa y viajó a León para colocarla bajo el asiento del coche la noche anterior al atentado. La sentencia incluyó cuantiosas indemnizaciones a la viuda y a los hijos del comandante, y subrayó la especial gravedad de una acción cometida en una zona muy concurrida y en vísperas de Navidad.

La cafetería Lleras 38, antes de la explosión el 6 de diciembre de 2004.

El asesinato de Cortizo fue el peor atentado de ETA en la provincia de León y se sumó a una larga lista de crímenes de la banda en 1995, año en el que asesinó a quince personas, ocho de ellas en el solo mes de diciembre. El último atentado de la banda terrorista en León se produjo casualmente a la misma hora: el 6 de diciembre de 2024, a las 13.30 horas —el Día de la Constitución–, Euskadi Ta Askatasuna actuaba por última vez en la ciudad. Su objetivo fue la cafetería de la Pícara Justina Lleras 38, que fue desalojada antes (y toda la plaza) de la explosión porque al menos esta vez avisaron, pero con la intención de incrementar el pánico. Otros seis artefactos estallaron en Ávila, Valladolid, Ciudad Real, Málaga, Alicante y Santillana del Mar en aquella jornada.

A partir de 2019 se empezó a realizar un homenaje cívico-militar al comandante Cortizo en el lugar del atentado. En el vigésimoquinto aniversario se subrayó de nuevo el compromiso de no olvidar a las víctimas del terrorismo y de reclamar que sus asesinos cumplan íntegramente las penas, un mensaje respaldado por mandos militares, responsables públicos y familiares que han seguido acudiendo, año tras año, a ese rincón de Ramón y Cajal donde la memoria se hace presente.

Treinta años después, la vida continúa a pocos metros de la placa que lleva su nombre, entre estudiantes, turistas y vecinos que cruzan la avenida rumbo al casco antiguo sin darse cuenta de lo que significa. Pero cada 22 de diciembre, cuando suenan de nuevo el canturreo de los niños de San Ildefonso, León vuelve la vista atrás para recordar que aquel día, junto al segundo premio del Sorteo de la Lotería de Navidad, le tocó también el peor de los premios: el asesinato de un vecino, un militar que defendía a su patria y un padre llamado Luciano Cortizo Alonso.

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