Las “trapalladas” en verso de Manuela López, la maestra depurada que envolvió en poesía el drama de la Guerra Civil

Manuela López junto a su primer marido, José Núñez.

César Fernández

Todos los sueños se le desvanecieron a Manuela López García (Cacabelos, León, 1910-2005) en el verano de 1936. Casada, enamorada y embarazada, se quedó sin marido, un republicano asesinado al comienzo de la Guerra Civil. Depurada y silenciada, tardó años en ejercer la docencia tras formarse como maestra en un ambiente librepensador en el Madrid de la Segunda República y esperó a la muerte de Franco para publicar. La poesía fue su refugio. Ella, que nunca salía de casa sin libreta ni bolígrafo y a la que recuerdan con papeles en los bolsillos, tiró ya de mayor de memoria para repescar poemas que evitó dejar por escrito para no comprometer a nadie. Ahora un libro publicado en feliz coincidencia con el Día Internacional de la Mujer rescata un poemario basado en esa traumática experiencia personal y en buena parte inédito.

“Ella contaba sus sentimientos a un papel”, sentencia su hijo Enrique López, fruto del segundo matrimonio de la autora, que nació en Cacabelos y se desplazó a León a hacer Magisterio. Terminó los estudios en Madrid,en la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu en la órbita de la Institución Libre de Enseñanza. Allí confirmó su vocación docente y se imbuyó de un ambiente cultural en el que sobresalía la poesía de Federico García Lorca o Rafael Alberti. Finalizada la carrera, dispuesta a ejercer como maestra, preparada para ser madre, regresa al Bierzo y se casa en vísperas de la Guerra Civil Española con José Núñez, un republicano de izquierdas que resulta asesinado en los primeros compases del conflicto fratricida. “La vida me robó la madrugada / que huyó de mi rosal tempranamente…”, dejó por escrito.

Mercedes González Rojo, que ya había coordinado una biografía de la autora cacabelense, buceó en la parte de la poesía dedicada a la "herida sangrante" de perder al marido embarazada. "Ella contaba sus sentimientos a un papel", dice su hijo Enrique López

Su biografía se convirtió en 2021 en el libro Manuela López García. Una vida, una obra para dar continuidad al homenaje literario que cada mes de marzo se rinde a autoras leonesas de ayer bajo la coordinación de la escritora, investigadora y gestora cultural Mercedes González Rojo, que profundizó en aquel trabajo hasta publicar el pasado 2022 Soñando infancias. Poemario (in)completo de Manuela López García, volumen volcado en su literatura infantil y juvenil. Con acceso al archivo personal que la autora legó al Ayuntamiento de Cacabelos, González Rojo buceó luego en la parte de la producción poética dedicada a la “herida sangrante” dejada por la experiencia de perder al marido embarazada en plena Guerra Civil. El resultado es Rescatar el olvido. Poemario íntimo de Manuela López García, editado por Lobo Sapiens y que, por circunstancias imprevistas pero finalmente oportunas, sale a la luz en el entorno de este 8M.

Muerto su esposo y vedado el acceso a la docencia en un contexto de depuración del magisterio vinculado al bando republicano por políticas como las lideradas por el entonces ministro de Educación y polémico primer ‘honoris causa’ de la Universidad de León, José Ibáñez Martín, la autora se refugió en la poesía. Fue su válvula de escape. Con “un lenguaje muy sencillo y metáforas maravillosas” envuelve en versos el drama personal, señala Mercedes González Rojo para añadir que a veces escribe, memoriza y rompe para no comprometer a su familia. La Historia vuelve a cruzarse cuando, con la comarca del Bierzo convertida en un escenario colateral de la Segunda Guerra Mundial por la explotación del wolframio, hace llegar parece ser que a través del supuesto espía británico Alexander Easton la grabación de unos poemas a la BBC de Londres.

Con papeles en los bolsillos

Los más próximos recuerdan a Manuela López con papeles escritos en los bolsillos. “A veces le venía una idea y la anotaba en una servilleta de un bar. Y había cosas que tenía que ocultarlas”, recuerda su hijo Enrique, que nació 1951 ya de su segundo matrimonio. “Son trapalladas”, advertía la autora para restar importancia a unos escritos en los que volcó los sentimientos basados en su experiencia personal, así como su rotunda oposición también a las guerras que llegaron después en otras latitudes. Aunque no pudo presentarse a las oposiciones a maestra hasta el año 1959, había empezado años antes a ejercer la docencia en una academia de Cacabelos regentada por el filósofo de Fabero Eloy Terrón. Luego comenzó un periplo por escuelas rurales del Bierzo y de Galicia. “Ella reivindicaba la palabra maestra. No quería que dijeran que era profesora”, señala su hijo al referirse a su principal vocación.

A pesar de que no publicó hasta el año 1977, Manuela López empezó a formar parte en los años sesenta de un ambiente cultural que deriva en una primera Fiesta de la Poesía en el parque El Plantío de Ponferrada. El periodista Ignacio Fidalgo Piensos, célebre director durante años de la revista Aquiana, fue “el gran aglutinador” de aquel movimiento, considera Enrique López para citar otros nombres como José Lainez Ros, Tino de la Torre o Andrés Viloria. La celebración poética coge galones cuando se traslada a Corullón y Villafranca del Bierzo, donde participan ilustres como Antonio Pereira, Victoriano Crémer, Ramón Carnicer o Gilberto Núñez Ursinos hasta asistir al nacimiento de una figura de tanto prestigio en la actualidad como la de Juan Carlos Mestre.

Manolita, como la conocían los más cercanos, es al principio la única mujer presente en estas citas hasta que luego aparece otra figura en cierto modo paralela en la comarca berciana, la de la también maestra y escritora Felisa Rodríguez, precisamente la protagonista del libro biográfico dedicado a las autoras leonesas por el 8M hace ahora un año. “Y hoy se sentiría orgullosa del bagaje literario de mujeres que hay en la provincia”, sostiene Mercedes González Rojo. “Ella no pensaba en género, pero compartía esa sensibilidad. Y se revolvía porque veía a mujeres con unos méritos impresionantes”, añade Enrique López al recordar la carta que ya en 1994 remitió a la Casa de León en Madrid para quejarse de que organizara un recital de poesía berciana sin apenas participación femenina cuando ya también destacaban otras autoras como Carmen Busmayor o Amparo Carballo.

Manuela López, que empezó a publicar tras la muerte de Franco, evitó ni siquiera dejar por escrito poemas que pudieran comprometer a los suyos y que repescó muchos años después gracias a una memoria portentosa

Manuela López era heredera de un tipo de educación. “Venía de la Residencia de Señoritas. Y la habían ayudado a dudar. Ella decía: odio las aristas y me encantan los cantos romos”, expone su hijo sin obviar su “gran componente religioso” a través del cual “busca la paz y el perdón” viendo “mucho más cerca a Cristo que a Dios”. “Su religiosidad va más allá de la figura de la Iglesia”, abunda González Rojo para remarcar otro factor que trasluce en una producción poética inscrita hoy en el entorno de la Generación del 27 hasta ser considerada una ‘sinsombrero’ de ideas avanzadas truncadas por la Guerra Civil hasta derivar en un exilio interior (“insilio”, en expresión de José Luis Ferris) marcado por un silencio que Manuela López asumió hasta evitar publicar poemas recuperados por una memoria portentosa muchas décadas después.

Fue el paso del tiempo el que puso en su lugar a Manuela López, que renunció a la trascendencia. “Ni sabía ni quería aprender a hacer marketing”, cuenta su hijo Enrique López tras evocar que se refería como “trapalladas” a los escritos que la ayudaron a lidiar con un drama personal que también fue el de una generación condicionada por la Guerra Civil y sus consecuencias. Ella salió del trance con versos sin ninguna concesión a la galería: “Me decís que es muy triste mi poesía, / que mi palabra en ella está sangrando; / que voy por entre sombras caminando / sin darle opción alguna a la alegría…”.

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