El museo familiar en Cuadros que contiene la historia de los carteros rurales de España

Francisco García Rodríguez, 'Paco el cartero'.

Abel Aparicio

Cuadros —

Hay una frase, entre otras muchas, que deberíamos enviar a la papelera de la historia, y la que nos trae aquí no es otra que “abuelo, abuela, no me cuente usted más batallitas”. Partiendo de esta premisa, dos hermanos, Andrés y Francisco García Mediavilla, en la localidad leonesa de Cuadros, están haciendo justo lo contrario de lo que dicta ese mensaje. Bisnietos, nietos e hijos de carteros y cartera, tienen en este pueblo un museo familiar, o quizá mucho más que eso, sobre la historia rural de Correos durante la segunda mitad el siglo XX.

En lo que era la cuadra, concretamente en los pesebres, hoy acondicionados, iluminados y cubiertos por un cristal, se encuentra tanto la documentación como el material del bisabuelo y del abuelo de Andrés y Francisco. El bisabuelo era Manuel García Fernández (1885-1950), peatón de Santibáñez a Cuadros de 1926 a 1930, año en el que desaparece la plaza de peatón y se queda de cartero en Cuadros hasta el año 1947. El abuelo se llamaba Francisco García Rodríguez 'Paco el cartero' (1923-2013), cartero/agente entre los años 1947 y 1988. “No es habitual que se guarde tanto la documentación como el material laboral de tus abuelos, pero menos común es que los nietos la rescaten, la cataloguen y la expongan con orgullo”. Quién pronuncia estas palabras es Andrés, el pequeño de los hermanos y en ocasiones guía de este museo.

En lo que fue la cuadra, se puede observar la bicicleta con la que repartía “Paco el cartero”, la estantería donde se ordenaban las cartas, las carteras de reparto, la máquina de escribir o la mesa donde se clasificaba. “Mi abuelo empieza a repartir con una Vespa, pero debido al frío que hay en esta zona durante casi todo el año, la vendió y compró esta bicicleta”, indica Andrés, al que todos conocen como Sito. Otro de los elementos es una saca de Correos con el año 1980 impresa. “En esta saca se guardaba la ordeñadora, un día la desempolvamos y vimos que tenía el sello de Correos, la sorpresa no fue pequeña”, indica Sito con una leve sonrisa.

Francisco heredó la plaza de cartero de su padre, aunque esto no fue exactamente así. De aquellas pedían un local que sirviese de oficina, y no todo el mundo disponía de él. También pedían conocimientos de lectura y escritura, y en los años cuarenta no todos los poseían. Para terminar, durante las vacaciones de su padre, Francisco lo sustituía, sumando con ello algún punto. Con esto a su favor, de las tres personas que se presentaron a la plaza del cartero de Cuadros, él fue quien se la llevó.

“Como ves, mi abuelo guardaba todo, desde su carnet de cartero hasta manuales y cartillas”, índice Sito. De los documentos que más pueden llamar la atención están el de “Carteros y peatones” y el “Manual del Agente Postal Rural”, con fecha de 1949. Según explica García, el peatón era, por decirlo de alguna manera, el puesto más bajo, y se encargaba de transportar las sacas desde la estación de tren, en este caso Santibáñez, hasta Cuadros.

Tanto la madre de Andrés y Francisco (al que también se le conoce como cartero) no son carteros de profesión, aunque si trabajaron de ello en alguna etapa de su vida. “Mi padre ya no fue cartero, pero hasta que se emancipó, desde bien pequeño ayudaba con el reparto cuando mi abuelo tenía que ir a las tierras”, indica Andrés, para añadir que “lo hacía en burra y luego en la bici, que no llegaba ni a los pedales”. Por su parte, y esto no es tan habitual, su madre también fue cartera de Cuadros. En el 1985 hizo la primera sustitución, ya que el titular todavía podía designar a dedo al sustituto. Luego cambió el sistema y se implementaron las bolsas de empleo. Hizo el examen para la bolsa de sustitutos, sacó la mejor nota y por eso pudo quedar adscrita como sustituta/vacaciones a la cartería de su suegro. “Total, casi tres años trabajando de cartera, por eso a ella hay gente del pueblo que también la llama cartera”, explica Andrés.

La visita que realiza Andrés, que lleva más o menos una hora de duración, es todo un manual sobre lo que significaba ser un cartero rural en el siglo pasado. García finaliza la visita diciendo que “el cartero era y es algo más que un vecino. No solo repartía y cogía cartas”, indica, explicando como punto final que “es una de las profesiones más dignas que conozco, y si es un cartero rural, el respeto y la admiración aumenta. Por eso es tan necesario que sigan llegando a todos los pueblos”.

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