Los astronautas de León se consagran como las nuevas estrellas 'del rock' de la ciencia y la tecnología

Los astronautas Pablo Álvarez y Sara García Alonso en la Universidad de León.

“Por fin dos años de universidad han servido para algo”, exclamaban dos alumnos esta mañana según salían del acto en el auditorio de la Escuela de Ingenierías de la Universidad de León en el que los dos astronautas leoneses explicaron a sus compañeros cómo habían llegado a ser elegidos por la Agencia Espacial Europea. “Míralos, no se va nadie y eso que tienen clase por la tarde, es lo nunca visto”, indicaba justo antes el vicerrector de Infraestructuras Ramon Ángel Fernández Díaz.

La Universidad de León ha vivido hoy uno de sus días más importantes de sus 43 años de existencia. No hay ninguna en Europa que pueda vanagloriarse de haber formado a dos astronautas. Hoy Sara García Alonso (grado y máster en la Facultad de Biotecnología) y Pablo Álvarez Fernández (ingeniero aeronáutico en la Escuela de Ingenierías de León y máster en ingeniería aeroespacial por la Universidad Politécnica de Varsovia, a la que fue de Erasmus) han visitado la institución académica leonesa y han vivido –se notaba en sus caras emocionadas– una jornada inolvidable. Un día digno de dos rockstars.

Fotos, fotos y más fotos. Autógrafos. Premios. Alumnos aplaudiendo a rabiar, otros preguntando cómo se llega a ser astronauta. Admiración por los pasillos. Pablo y Sara (o Sara y Pablo, indistintamente) tuvieron una jornada digna de estrellas 'del rock', pero de la Ciencia y la Tecnología. No hace muchos años que ellos mismos estudiaban en esas clases, iban por esos pasillos y vivían su formación en el Campus de Vegazana. Nunca hubieran imaginado vivir un día así con todo el mundo agasajándoles y admirado por ellos. Profesores incluidos. Quizás estos los que más.

Comenzó la esperada visita (“mira son los astronautas”, decían en los pasillos los funcionarios del Albéitar) con un encuentro con la Prensa en el Salón de Grados Gordón Ordás. Allí el rector Juan García Marín –que les acompañaría en todo momento–, se congratuló de “ser la única Universidad de Europa con dos astronautas egresados” y el decano de la Facultad de Biología, Antonio José Laborda, y el director de la Escuela de Ingenierías, Joaquín Barreiro, anunciaron que el nuevo Hangar de la ULE y un laboratorio de la Facultad de Biotecnología serían nombrados como los dos astronautas leoneses. Primera cara de sorpresa y agradecimiento –y de verse un poquito superados–, de Sara y Pablo del día.

Ya en la rueda de prensa ambos comentaron lo “increíble que habían sido estos días” desde que se conoció que habían sido elegidos en la promoción de 2022 de la ESA. “Y la cantidad de entrevistas que hemos hecho, y las que quedan, si vieras lo larga que es la excel te quedarías asombrado”, explicaba Sara García. “Pero todo el mundo ha sido muy majo con nosotros”, apuntaba Pablo Álvarez. Los dos dijeron que tenían “mucha ilusión de venir a León”. “Estar aquí, en nuestra Universidad, poder visitar nuestros institutos y nuestros colegios es un honor y un placer, porque gracias a la Educación Pública estamos aquí”, destacaron. Y también, cómo no, de ver a sus familias; algunos de cuyos familiares les acompañaron en una curiosa singladura en la que brillaban como verdaderos mitos 'del rock'.

“Es importante tener referentes femeninos”

Sara García Alonso dio una charla en el Salón de Grados de la Facultad de Biología. En ella explicó a los asistentes (que rompieron en aplausos) cómo una biotecnóloga había logrado ser parte de la ESA. Y quiso dejar bien claro a las alumnas, “que aparentemente parece que las mujeres no podemos hacer cosas importantes, y no es así, aquí tenéis un ejemplo de que sí”.

“Es importante tener referentes femeninos –reclamó– ”porque así no tendremos esas barreras mentales que a veces nos hacen decir que no es lo nuestro“. Durante la charla se produjo la anécdota de que el decano de la Facultad, que fue profesor suyo, reconoció que viendo su expediente quizás fue ”uno de los que le bajó la media del expediente“, mientras Sara se sonreía. No sería la primera vez que se escuchara algo de la exigencia de los profesores de la Universidad de León.

Al terminar, cuando la astronauta se dirigía al Salón de Actos, unas alumnas mostraban su total admiración por Sara García. “Es que es increíble, ha estudiado lo mismo que nosotras”, decían. “Y como para no estar orgullosas”, exclamaba otro alumno de su grupo. “Está claro que tenemos que tomar ejemplo, ella sí que es una gran referente para ver que podemos conseguir grandes cosas”, aseguraban.

La promesa de Pablo: Cecina de León en el Espacio

Mientras Sara estaba dando sus consejos a los compañeros de Biológicas, Pablo visitaba el nuevo hangar de la ULE (con un dirigible y un planeador en su interior), donde se había dispuesto un vino español en su honor como padrino de excepción de estas instalaciones. Justo después se dirigieron ambos al Salón de Actos de la Escuela de Ingenierías, cuyo público que lo abarrotaba rompió en una sonora ovación con aplausos al entrar en él.

Allí el vicerrector de Infraestructuras (anterior director de la Escuela y profesor de Pablo) reconocía que no le había puesto matrícula de honor, y uno de los alumnos preguntó al astronauta oficial de la ESA cuál había sido su expediente académico. Y él reconoció que sacó la carrera “año por año” y reconoció que algún suspenso había cosechado: “Aconsejo a todos los estudiantes que le echen horas a Satélites”, indicó con no cierta ironía al añadir: “Y os lo dice un astronauta, así que hacedme caso”.

Pablo explicó que le quedan dos años de “fuerte entrenamiento en Colonia” para “lo que sería el curso básico de astronauta, como quien dice” y luego otros dos más para entrenar específicamente la misión que le asignen. “Estoy muy ilusionado, sé que va a ser duro, pero es que tengo que aprender a pilotar un avión, a hacer submarinismo, vuelos parabólicos de 20 segundos para simular la gravedad cero (o más bien caída libre) o a entrenar actividades extravehiculares en trajes de 200 ó 300 kilos sumergido en piscinas; vamos, la ilusión de cualquiera desde crío”.

“Espero que todos pongamos en nuestro currículum que hemos estudiado en la Universidad de León, que estemos orgullosos, que no tiene nada que envidiar a nadie y que ahora mismo somos la Universidad con más astronautas de Europa”, quiso dejar claro con la gran sonrisa que le caracteriza –anteriormente, ante los medios de comunicación explicó que “de no haberse creado Ingeniería Aeronáutica en León, dos años antes de que yo empezara, nunca habría podido estudiarla porque no tenía para estudiar fuera de León–, momento en que rompió a aplaudir todo el auditorio. ”Lo diré siempre en León, en España, en el mundo y si puede ser, fuera del planeta también“. Ilusionado, hizo la promesa del día. ”Prometo llevar algo de Cecina de León al espacio“. Ahí ya se volvió loca de contenta la audiencia.

Los 'exámenes' de astronauta

Los alumnos preguntaban de todo. Pero el “cómo se llega a ser astronauta” o “cuáles eran las pruebas”, fueron las más interesantes. Ahí Sara, con una capacidad de comunicación que dejaba maravillado a todo el mundo –su compañero Pablo indicaba que, “una vez que habla ella uno ya no sabe qué decir porque no se puede mejorar”– contó que pasaron por cinco fases. “Empezaron 23.000, luego bajó a 1.500, luego a 500, luego a 100, luego a 25 y al final eligieron a 22”, apuntó. “A las primeras pruebas sí nos dieron algunas pistas, pero luego te convocaban en un lugar a una hora y no sabías nada”, confesó.

Una de ellas consistía en ser capaz de “situar la cara de un dado de seis en el espacio con unas instrucciones, sabiendo que al principio está arriba y luego una grabación te decía, abajo (giro hacia uno mismo), derecha, derecha, derecha' y tenías que decir de memoria en qué posición estaba. Y así cinco horas sin parar y con muchos más movimientos”. O la de escuchar una serie de números, con cadencias de locución distintas, desde cinco a cincuenta cifras seguidas, “y ser capaz de decir los más posibles, pero al revés de cómo las habías escuchado”. Por si hay curiosidad, la solución al primero es que la cara que hay que identificar (con una cruz imaginaria) queda a la izquierda... y que la mayoría de personas es incapaz de recordar más de cinco números hacia atrás.

Doce días sin contárselo a nadie

El caso es que al final los dos fueron superando las pruebas –“apoyados en la familia, la pareja y los amigos porque el proceso (que ha durado 18 meses) es de completa incertidumbre y a veces uno tiene momentos mejores y peores” y llegó el momento decisivo. “La última prueba fue como en las películas, porque nos hicieron entrevistas muy duras con la directiva de la ESA. Si uno ve las series policiacas en la que te hacen un interrogatorio de esos que al final crees que eres culpable... pues eso es lo que vivimos”, aseguró Sara García Alonso.

“Al final, la prueba más importante fue una entrevista personal con el director general de la ESA. Y fue él el que nos llamó uno a uno para decirnos el 11 de noviembre que habíamos sido elegidos”, contó la astronauta. “¿Soy Josef Aschbacher, sabes quién? Me dijo cuando recibí la llamada. ¡Cómo no iba a saber quién era! Y me indicó que no podía decírselo a nadie, pero a nadie. Pero la verdad es que Pablo y yo teníamos un acuerdo y al final sí nos lo contamos; y también tuve que decírselo a mi pareja y mi familia; pero no salió de allí”.

Pablo reconoció que no pudo esperar y se lo contó a su padre dos días antes de ir a París, donde les habían convocado. “Una de las cosas curiosas de todo el proceso es lo mal que se pasa sabiendo esto y estando doce días sin contárselo a nadie... pero al final uno piensa: esto es como una prueba, no vaya a ser que por no aguantar 12 días la mangues y pierdas la oportunidad”, confesó ante un público rendido completamente ante él.

Finalmente, diez minutos antes de que comenzara el evento en el que anunciaron la Promoción del 2022 de Astronautas de la ESA, se filtró que los dos astronautas españoles eran leoneses. “Afortunadamente no fue por nuestra culpa”, reconocieron aliviados los dos jóvenes.

Otra de las preguntas que les hicieron era si habían recibido las felicitaciones de Pedro Duque. Sí, les llamó inmediatamente y Pablo contó cómo les había dado la enhorabuena y consejos. “Ahora mismo es nuestro Obi Wan”, destacó Sara en modo friki, provocando la alegría y complicidad de todos.

Participar en la Universidad, la clave

Sara explicó que “cuando fui viendo lo que pedían para ser astronauta, me di cuenta que, sin pretenderlo, mi vida académica y personal se había ajustado a lo que requerían”, y comentó cómo era muy participativa en el asociacionismo cultural de la Universidad de León. “Yo sí que estuve muy implicada en las Asociaciones de Estudiantes. Muchos temas burocráticos, pedir dinero congresos, más formación complementaria y participar en todo; lo que me enseñó muchísimo”, contó. Cosa que que no impidió que sacara un excepcional expediente; aunque el decano de su facultad le pusiera una nota que no favorecía a su media, cosa de la que hoy se arrepintió públicamente entre sonrisas.

“El mío es más normalín, aunque sí pasé curso por curso”, reconoció Pablo, que lamentó, “una vez conozco la cantidad de cosas que hizo Sara en la vertiente social universitaria”, no haberse implicado más. Claro que él estaba muy centrado en sus estudios y compitiendo nacional e internacionalmente en el Equipo de Tenis de Mesa de la ULE.

Luego trabajó en Airbús. “Me tuve que ir a Inglaterra para entrar y volver a España” y se apuntó a la selección de la Agencia Espacial Europea porque lo tenía ahí “desde pequeñito”. Y, como trabajaba “haciendo pruebas para un rover de marte, eso me picó... y aquí estoy”. Para Sara lo de ser astronauta es “un trabajo multidisciplinar, multicultural, el mejor trabajo que uno pueda soñar”.

Este reportaje es demasiado corto para poder mostrar la intensa jornada de estos dos jóvenes que se han visto arrastrados por la vorágine de haber sido seleccionados para, posiblemente, el empleo más importante e impactante del planeta Tierra. Sus caras han sido siempre de una sonrisa constante, su trato excelente; siempre atentos a todos los que, evidentemente, querían un momento de atención suyo. Como buenos astronautas han mantenido el tipo perfectamente. Además, son encantadores y muy majos. Son los buenos y amigables vecinos del barrio a los que la ESA quiere mandar al Espacio, literalmente, mientras todos los demás se suben por las paredes de alegría y admiración.

Y hoy han hecho felices a muchos estudiantes, que han tomado ejemplo. Les han transmitido su felicidad. Estrellas 'del rock' en su casa, su universidad, pero mostrando el poder de la Ciencia y la Tecnología. Sólo queda decirles, como bien diría Buzz Lightyear que todos esperan que su carrera sea “hasta el infinito y más allá”.

Y, para cuando se vean en la cápsula con un montón de combustible a punto de iniciar su ignición debajo, que recuerden las palabras del primer astronauta, Yuri Gagarin. Que dijo “allá vamos”. En ruso Poyejali!

[Y que no se olviden de la cecinina, que allí arriba tienen que dejar epatados a sus compañeros con “lo bueno de León”. Como ellos].

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