El año que yo nací Franco y los Beatles estaban en activo. Mucho. En la cima de su especialidad. No había conocido antes a otro Franco o a otros Beatles, pero en muchas disciplinas sí vi las caricaturas al mismo tiempo que los originales y me volvía loco. Oí a Esteso y Pajares remedando a Julio Iglesias o Camilo Sesto antes que al auténtico Julio Iglesias o al verdadero Camilo Sesto. Me reía con las parodias en el ABC de Ángel Palomino –premio Planeta por Divorcio para una virgen rota– sobre los autores del boom latinoamericano mientras el boom latinoamericano sacaba libros. Delibes no había escrito Los santos inocentes. No solo eso. ¡Ni siquiera habían hecho la película! Leía Moby Dick por primera vez mientras miraba la historieta de Fontanarrosa descojonándose. Astérix y Obélix hacían referencias a cosas que vería –y comprendería– décadas después. Entreví con tres años a través del cristal esmerilado del salón de casa el alunizaje que no sabía luego si era el de Méliès, el de Julio Verne o el de Tintín. Me costó años descifrar que la historia solo resulta lineal en las novelas malas y que los acontecimientos como novedad, como farsa y como tragedia conviven y hasta se adelantan en las chicanes. Igual que afirmaba Groucho de Doris Day, a la que había frecuentado antes de ser virgen, yo conocí a Bob Dylan antes de que fuera facha, a Fuerza Nueva antes que a Vox y a Alianza Popular antes... que a Vox; al bombero torero antes que a Leo Harlem y a Nueve semanas y media antes de a Cincuenta sombras de Grey. Al melenudo aunque no oriundo Cruyff que sabía tres palabras de español –literalmente: Yo, pinturas Bruguer–, antes de que Guardiola decidiera las reglas del balompié. Los macroconciertos en estadios, porque siempre ha habido macroconciertos en estadios; a Eurovisión cuando era un chiste. Cuando nadie contaba chistes. Cuando todo el mundo contaba chistes. A los mods cuando eran nostálgicos del revival de un revival. A Lorca cuando le mataron los luctuosos hechos de la Guerra Civil y cuando le mataron por maricón y hasta cuando Lorca hubiera votado al PP. A todos los artistas de los ochenta que no tomaban cocaína entonces y no la toman ahora. Y a la Cultural en Tercera. Porque no había Segunda B.