Según entramos me dice: —No. Mal. Te pasa siempre. O vas muy a la derecha o muy a la izquierda. Es una cuestión de actitud. Igual es porque eres hombre y no lo puedes evitar. Y pones mal las manos. Dejas una como colgando. Es muy masculino. No os dais cuenta, pero sois bruscos. Acelerando, frenando. Hay que hacer las cosas suavemente. Debe tener que ver con la testosterona. Como no generáis oxitocina de forma natural para criar y cuidar, pues sois más agresivos. Que igual pensáis que es vuestro deber para proteger a la tribu o cazar el mamut y tal. Pero las tareas de la tribu son más sociales ¡cuidao con ese! más sociales digo que violentas. Que yo le echo la culpa a la educación también. Ahí no sois culpables. Porque hay muchas madres y muchas abuelas que perdonan o hasta estimulan tales comportamientos. Creen que es su deber porque fueron condicionadas también por el entorno cultural. Oye, si no hay otra cosa alrededor, pues no puedes comparar. Reproduces lo que te han enseñao que crees que es la verdad de Dios. Lo de no hacerse la cama o poner la mesa. Así te lo explican: la verdad revelada. ¡¡Pero déjale pasar!! ¡No ves que quiere pasar! Pues déjale. Es eso. La rigidez. Que no tienes visión periférica. Igual es también cosa de todos los hombres, que estáis como paralizaos así con los brazos colgando como los gorilillas y el cuellaco. Y el pelo. Que todos descendemos del mono, pero vosotros, más. Quiero decir que se os nota más. A las mujeres no nos salen pelos en las orejas o en las narices que igual valía para algo antes en las cuevas o en los bosques. Para sujetarse a los árboles o algo. ¿Pero ahora? ¿Para qué queréis tener pelo en la espalda? No es atractivo, desde luego. Ni lo considero útil para el uso de herramientas. O sea ¿vais a ser más listos o más hábiles porque criais más pelo? Donde no es, además. Pues no. No hay relación. En cambio las mujeres tenemos la fama de manejar herramientas torpemente ¡no ya de inventarlas! Que las habéis inventao todas vosotros. Todo lo habéis inventao. Claro, escribís la historia como os da la gana. Y ¿quién tiene más accidentes? Pues los hombres. —Ya. Mi mujer también me da la brasa en el coche bastante. —¿En el coche? Esto fue cuando entramos en el ascensor.