Ni de coña se ha muerto Robe Iniesta
Si te vas me quedo en esta calle sin salida; que este bar está cansado ya de despedidas…
En efecto éramos amigos cuyas identidades se fundían como sombras de aquelarre, creíamos que la literatura estaba muerta en nuestros libros de texto pero viva en las canciones cruciales de Extremoduro y no teníamos miedo a reventar.
Sí, fue aquella una adolescencia dura de poetas fuera de sitio de los que beben sexos, fuman flores e intentan que el entusiasmo reflexione mientras caminan sobre el barro de lo genuinamente popular.
Eso, fue un tiempo de esparto en el que de vez en cuando bailamos sobre el fuego: todo en aquellos días en que mirábamos el cielo buscando ovnis al tiempo que fumábamos cigarrillos liados dulcemente (todavía no sabíamos que la puta nostalgia miente como toda herida delicada sobre el pómulo del amistad, pues –ya lo tenemos claro– nada es para siempre igual).
Pero sí, en las noches crudas en que intentábamos de manera defensiva ser malos de algún modo nos iluminó el Extremoduro de Robe Iniesta.
Y nos iluminó por eso, porque nos enseñaba a pertenecer con dignidad a la aristocracia del dolor (ésa que conduce a un entendimiento multiplicado de las cosas cuando se ama la poesía, y cuando se entiende que no escribir tampoco es suficiente).
Días eternos en pos de causas perdidas. Letras de Robe Iniesta que hoy parecen embargos de lo que no hemos pagado; pedazos de algo rentable que nos llevábamos entonces hacia nuestra intemperie para no malvivir sin enterarnos.
Eso, el gran recordatorio de que entonces éramos posibles… Y que la fe en la música nos ha hecho crecer y nos ha llenado de ramas humanas con las que amplificar la vida.
Ahora el blues de la muerte viene y nos cobra las heridas.
Por eso jode tanto decir que la música de Robe Iniesta fue una taza de café de termo que nos calentaba por dentro, y que ahora comprendemos como nunca eso de que si te vas me quedo en esta calle sin salida; que este bar está cansado ya de despedidas…
Grande el hueco que dejas, Robe… Taladrados quedamos. Pero gracias.