'Las peras de Dios' que Antonio Pereira puso en 'El filandón': las primas y el “mundo de locos” del cine

Fotograma de 'El filandón', en la parte correspondiente a 'Las peras de Dios'.

César Fernández

En el verano de 1983 Carmen Fidalgo hizo por primera y única vez en su vida dos cosas: se rizó el pelo y fue actriz de cine. El resultado es su papel de Rosa, una de las primas del cuento Las peras de Dios que Antonio Pereira aportó a la película El filandón, de Chema Sarmiento. En el otoño de 1984 Marie Ángel Saiz (Yoli, la otra prima en la pantalla) sufrió el huracán Hortensia en pleno viaje en tren entre Bembibre y León, donde se estrenó (previo paso por el Festival de San Sebastián) aquella cinta a la que el poeta y narrador de Villafranca del Bierzo puso un relato y su interpretación. Ahora, con motivo del centenario del nacimiento del autor, regresa a la capital leonesa para proyectarse este martes 18 de abril en su versión remasterizada a las 20.00 horas en el Auditorio de León.

“Yo siempre hasta entonces llevaba la melena lisa”, confiesa Carmen Fidalgo. Berciana de Folgoso de la Ribera, apenas superaba la veintena y estudiaba Trabajo Social en León cuando recibió el ofrecimiento de Chema Sarmiento, amigo de la pandilla. Se compró Los brazos de la I griega, el libro de Antonio Pereira en el que sale publicado Las peras de Dios, un cuento ambientado en el Bierzo Bajo durante la recogida de una fruta que, a falta de salida en el mercado, deberá consumirse en familia. La situación llega al paroxismo cuando la abuela Társila pone sobre la mesa mermelada de pera sobre un trozo de... pera. Fidalgo, que ejerce como trabajadora social en el Hospital El Bierzo, recibió hace años la llamada telefónica de un compañero psiquiatra. Estaba saliendo en la tele. La 2 ponía El filandón.

Marie Angel Saiz pensaba que le estaban gastando una broma cuando le propusieron ser actriz en una película. Nacida en Francia, pasaba los veranos con su familia en Las Ventas de Albares (Torre del Bierzo). “Fue una sorpresa”, reconoce quien no llegaba todavía a la veintena. Su acento francés jugaba en principio a su favor hasta que en el rodaje algunos vieron más similitudes en su habla con el gallego. Fue en agosto de 1983 cuando se puso en el papel de Yoli. Cuarenta años después, todavía recuerda los nervios de aquel momento cada vez que revisa la película. “La cámara impone. Me veo muy seria por los nervios. Yo apenas había hecho una obra en el colegio”, dice una más de un reparto prácticamente copado por actores no profesionales, uno de los secretos del éxito del filme.

Chema Sarmiento vio en Las peras de Dios un relato “con mucha gracia, muchas posibilidades y muy cinematográfico”, ideal para sumarse a un repertorio que se completó con Los grajos del Sochantre, de Luis Mateo Díez; Láncara, de Pedro García Trapiello; El desertor, de José María Merino, y Retrato de un bañista, de Julio Llamazares, en un filandón ante San Pelayo en la ermita del campo de Santiago. El de Pereira es un cuento “absolutamente de verano”, cuenta el autor en su interpretación más o menos improvisada frente al santo para introducir una historia que comienza en “esa hora un poco mágica de la siesta”. El relato rezuma también un característico componente erótico en el que el simbolismo quedaba servido: las peras como trasunto de las tetas femeninas.

La traslación al rodaje de aquella metáfora dio algún dolor de cabeza. Marie Angel Saiz puso como condición no salir desnuda en la pantalla, por lo que finalmente aparece con sujetador, una imagen utilizada como reclamo en el cartel en el que se anunciaba la película en Bembibre hasta la intervención escandalizada de una de sus tías. “Era todo muy inocente. Y aunque pasas muchos nervios, no tuve ningún problema”, contrapone Carmen Fidalgo, quien sí se quitó el sujetador en una escena en la que un chico da la réplica bajándose los pantalones. “Y nunca lo volví a ver”, señala sobre aquellos días de rodaje que recuerda “con un cariño inmenso”.

Hay muchas cosas que no aparecen en el cuento, pero que sí están en el universo de Pereira

Chema Sarmiento Director de cine

Chema Sarmiento había hallado el cuento ideal para un rodaje que se desarrolló a mediados del mes de agosto de 1983 en Albares de la Ribera (Torre del Bierzo) y Villaverde de la Abadía (Carracedelo). Al regreso de un viaje a Bembibre encontró en un coche Citröen Méhari la solución técnica para grabar un “travelling muy largo” en el que los primos, a bordo de sus bicicletas, van identificando los tipos de peras con los senos femeninos que se encuentran por el camino. Sarmiento, que aprovecha algunas frases literales del relato original, va más allá en la versión cinematográfica: “Hay muchas cosas que no aparecen en el cuento, pero que sí están en el universo de Pereira”.

Un vídeo con anécdotas

Antonio Pereira, que 'revivirá' de alguna manera a través de un vídeo en el que cuenta anécdotas de aquel rodaje y que se emitirá en un minifilandón previo a la exhibición de la película en el Auditorio de León, dejó también por escrito con su gracia habitual la experiencia de participar en aquel “mundo de locos” del cine. Y eso que, convaleciente todavía de un desprendimiento de retina y receloso por su carácter hipocondríaco, se resistió a desplazarse a aquel punto de la montaña leonesa en el que se grabaron, con frío en pleno noviembre de 1983, las intervenciones de los escritores (con la única excepción de Julio Llamazares, que aparece en su propio relato) con el santero, interpretado por el actor Magín Mayo, ante San Pelayo.

“Dicen que hemos estado bien, muy naturales y relajados bajo la dirección de José María Sarmiento”, dejó anotado en un escrito titulado 'La aventura del filandón' en la publicación Reseñas y confidencias. “Pero por qué esta gente no hablará en español”, se pregunta tras citar palabras como raccord (continuidad) o travelling tras no dudar en exclamar “¡qué mundo de locos -de iluminados, de héroes-, este del cine”. “El mismo día del comienzo del rodaje no sabía si iba a venir o no”, recuerda Chema Sarmiento, a quien el narrador y poeta de Villafranca del Bierzo comparaba con San Francisco de Asís. “Cómo le iba a decir que no a alguien con cara de santo”, acabó confesando a sus próximos Pereira, que deja varios de los mejores momentos de las secuencias ante San Pelayo haciendo un personaje tan real que habla del “frío negro” ante un fuego “de lo más traidor”: “Por delante te calientan y por detrás te dejan en el desamparo más absoluto”.

Carmen Fidalgo y Marie Angel Saiz ya habían regresado a sus quehaceres, por entonces como estudiantes de Trabajo Social y Derecho, respectivamente. “Trabajar con un grupo de jóvenes es más fácil. Se ayudan los unos a los otros”, rescata Sarmiento sobre aquellos (pocos) días de rodaje de Las peras de Dios, donde Saiz lo mismo sufrió un pequeño percance con una de las cámaras que se sorprendió de que todo estuviera cuidado al detalle cuando comprobó que el champú con el que se lavaba la cabeza manchada con zumo de pera era de los años sesenta. Ninguna de las dos recuerda haber recibido muchas indicaciones en una grabación en la que primaba la naturalidad frente a las cámaras.

“De aquí a Hollywood”, rememora que les decían al pasar por maquillaje Saiz, que estuvo a punto de perderse el estreno en León de la película al sufrir un retraso de varias horas el viaje en tren desde Bembibre por los efectos del huracán Hortensia. Ahora que vive en Carracedelo como ama de casa, reconoce el “orgullo” de haber participado en lo que fue “un hito en la provincia”. Fidalgo se recuerda coincidiendo en una proyección con el propio Antonio Pereira. “Nos llamaba 'mis niñas'. Era una persona muy entrañable”, dice sin obviar que por entonces no era consciente “en absoluto” de la trascendencia de un rodaje que la inmortalizó en el cine con una imagen que no se ha vuelto a repetir: “En la vida he vuelto a hacerme la permanente”. 

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