Víctimas de Ramós Gordón creen que al cura le han salido “gratis” los abusos sexuales a menores

Numerosos carteles en la concentración de esta mañana ante el Obispado de Astorga. / Astorgaredaccion.com

Alba Mañanes

El sacerdote de la Diócesis de Astorga José Manuel Ramos Gordón ha comenzado este miércoles a cumplir la pena impuesta tras ser condenado por un tribunal eclesiástico abusos a menores en un monasterio fuera de la Diócesis de Astorga.

Ramos Gordón cumplirá la pena canónica que consiste en la prohibición del ejercicio del ministerio sacerdotal en público y en residir durante diez años en un monasterio o convento fuera de la Diócesis de Astorga.

Una de las víctimas de los abusos de este sacerdote considera que la pena impuesta no se ajusta al crimen cometido y que le ha salido “gratis” los abusos. “10 años a un retiro sin pegar 'palo al agua', que estará en la gloria, comiendo y bebiendo ¿Eso es un castigo?” asegura este hombre que sufrió abusos cuando era un niño de 10 años, que fueron reconocidos por el propio cura.

Además, critica que por abusar de él y de su hermano la única pena interpuesta a Ramós Gordón fue un año de retiro en el que incluso se le llegaron a hacer homenajes y que ni cumplió. La pena que comienza a ser efectiva hoy de 10 años de prohibición del sacerdocio y de estar fuera de la Diócesis de Astorga le fue impuesta por un tercer caso probado de abusos sexuales a menores ya que el tribunal consideró que existía reincidencia.

Para este hombre, el Vaticano no tiene ninguna voluntad de reparación hacía las victimas si no que la pena es “un lavado de cara hacia la opinión pública”. “No quieren reparar a las víctimas ni castigar a los culpables, no se ha hecho justicia”, precisa.

Del mismo modo, afirma que la Iglesia no ha escuchado a las víctimas y que, incluso, a él le han acusado de intentar lucrarse por estos hechos. Y es que el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, le acusó de chantaje económico.

Esta víctima de Ramos Gordón cree que hay muchas más personas en su situación, pero que no han denunciado públicamente haber sido víctimas de abusos sexuales por vergüenza, miedo e incluso por el estigma que eso supone.

“Creo que ven el calvario que hemos tenido que pasar pasar quienes hemos denunciado y no quieren pasar por ello para que, en el mejor de los casos, lo único que obtienes es que te piden perdón. Estamos en absoluta indefensión”, añade.

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