TRIBUNA DE OPINIÓN

Quitar a León sus peñas supone quitar el latido a la ciudad

Celebración de peñas en las fiestas de León

Hace unos días, algunos medios de comunicación informaban sobre de la suspensión de las peñas en las próximas fiestas de San Froilán en León. Para los que somos peñistas, los nubarrones de la suspensión empezaron a aparecer en junio con el cambio de ubicación y parece que, ahora, a pocas semanas de la ansiada fecha, se pueden confirmar los peores presagios.

Para quien no las conozca, las peñas de León suponen uno de los mayores atractivos de las fiestas de la ciudad (si no son ya el de mayor atractivo), consiguiendo en uno solo día llenar las calles del centro de nuestra ciudad con leoneses y leonesas llegados de todos los rincones del país, para vivir un día en las calles marcado por la música y la diversión.

Para muchos, especialmente los vecinos del barrio Húmedo, esta fiesta se ha convertido en un turismo de borrachera. No se puede negar que el alcohol supone un miembro más de cada peña, siendo ese brebaje que siempre consigue dotar de una dosis más de ‘felicidad’ al pueblo; pero ni mucho menos se puede comparar este evento de hermanamiento ciudadana con el si reconocido como turismo de borrachera que sufren ciudades como Palma de Mallorca cada verano con el desembarco masivo de jóvenes nacionales e internacionales. Por supuesto que hay alcohol, pero no hablamos de un botellón callejero si no una ‘ampliación’ de lo que pueden ser nuestras tardes de tapeo, endulzadas con charangas.

El día de peñas no es más que la fiesta popular de los jóvenes leoneses

Seamos claros, en León no quedan jóvenes leoneses. Si analizamos los datos demográficos de nuestra provincia, la sombra del envejecimiento no ha dejado de expandirse año tras año. Y no hace falta acudir a datos oficiales, basta con pasear por las calles de la ciudad viendo como la población en edades comprendidas entre los 25 y los 35 años supone una especie en peligro de extinción (creedme, ya que, por suerte o por desgracia, yo estoy dentro de ese reducto de supervivientes leoneses). En mi caso, soy el último bastión de mi grupo de amigos del colegio y uno de los 4-5 supervivientes de la universidad; por si ayudan estos datos a visualizar la delicada situación que atravesamos.

Cada domingo, en las estaciones de tren y autobús de León, se puede ver como cientos de leoneses retornan a otras ciudades (principalmente a Madrid) siendo estas grandes urbes las únicas sedes capaces de ofrecer oportunidades laborales a los jóvenes españoles. Al margen de funcionarios o personas teletrabajando, nuestros jóvenes no viven en León. Sí, somos una ciudad de universitarios, pero ¿qué pasa una vez estos estudiantes finalizan sus estudios? La respuesta es sencilla: se tienen que ir de León. Y digo “se tienen que ir” puesto que una amplia mayoría de ellos mataría por poder vivir en su ciudad, cerca de su familia. Pero no pueden. No pueden porque no hay trabajo. En mi caso, hace 5 años conseguí hacer el camino de retorno a casa desde la capital, pero somo muy pocos los afortunados que podemos trabajar ‘de lo nuestro’ en León.

Si en la posguerra miles de españoles dejaban atrás a sus familias emigrando a Alemania para conseguir un trabajo que les permitiera alimentar a los suyos, residente en un país destruido por la guerra; en la actualidad muchas ciudades y pueblos de la “España abandonada” ven como sus jóvenes emigran a grandes ciudades como Madrid o incluso Valladolid, en busca de un futuro laboral. Y aunque haya algunos que se resisten a aceptarlo, León se encuentra dentro de esas ciudades ‘moribundas’.

Ahora, los puentes y fiestas son ese momento de unión con nuestros amigos. Esos días señalados en el calendario en los que, nuestros jóvenes emigrantes, pueden volver al hogar para reunirse con familiares y amigos. Y dentro de esos momentos de reunión, las peñas se han convertido en uno de los días más señalados en el calendario.

En el caso de mi peña, sumamos más de un centenar de miembros. Entre los mismos, se pueden encontrar a leoneses viviendo en Barcelona, Madrid, Andalucía, Valladolid, etc. Jóvenes leoneses que acuden a esta cita con un único propósito: celebrar la amistad y el leonesismo. Creedme cuando os digo que hay personas que en julio ya habían comprado billetes para acudir a esta cita el 5 de octubre.

¿De verdad ‘somos’ un problema?

Este año, en junio vivimos los primeros cambios en el día de peñas viendo como la plaza mayor dejaba de ser escenario para trasladarse la fiesta al parking de San Pedro. Una medida polémica, puesto que las peñas suponen una fiesta para dar latido al corazón de nuestra ciudad, el centro histórico. ¿Cuál fue el problema para el Ayuntamiento? Este cambio no ‘cuajó’.

Aunque muchos peñistas estuvieron presentes en el parking (en un evento que parecía más un macrobotellón que un día de peñas), la mayoría de los peñistas continuamos viviendo ese mágico día recorriendo las calles de nuestra ciudad acompañados de las charangas y miles de ciudadanos que se sumaban a esas marchas leonesas. Pese a que la administración tratase de desviar el curso del río peñista, la fuerza de la corriente histórica de sus miembros recondujo el cauce a dónde siempre ha estado: el barrio Húmedo.

Y yo pregunto a los vecinos del barrio ¿tanto daño hace dos días de peñas al año? Si esta pregunta se la hiciese a los hosteleros, creo que todos conocemos la respuesta puesto que dudo que me equivoque si aseguro que los días de Peñas de San Juan y San Froilán pueden ser las dos fechas de mayor facturación del año. Ni los conciertos, ni las ferias, ni ningún otro evento consigue juntar a tantas personas en las calles de León.

Es más, ante las quejas del vecindario, otra de las medidas que se pusieron sobre la mesa fue la de mover a todos los peñistas al barrio de La Lastra. ¿Qué sentido tiene esta descabellada idea? Con el máximo respeto a los residentes de ese barrio, las peñas se crearon por y para León. Y si el latido de una ciudad lo generan sus ciudadanos, ese latido debe nacer en el corazón de León, y ese es el barrio Húmedo.

Ahora, todo hace indicar que estos agnósticos de las peñas han ganado la batalla consiguiendo que el próximo 5 de octubre no haya música y fiesta en las calles del barrio húmedo. Pero, si lo pensamos fríamente, quizás nos demos cuenta de que esta supresión no es solo un duro golpe para los peñistas, si no para todo León.

Los más jóvenes tienen el Monoloco (evento privado), los más veteranos sus carros engalanados y sus pendones, pero, los leoneses de esa ‘franja olvidada’ se quedan sin su fiesta de unión.

Si a la ‘pobre’ oferta de ocio que nuestras fiestas están teniendo estos años (con pocos conciertos gratuitos de calidad), nos permitimos el lujo de eliminar uno de los mayores atractivos; no nos sorprendamos luego si vemos como paulatinamente el número de visitantes va menguando en nuestra ciudad durante estas fechas tan señaladas.

No se está pidiendo al Ayuntamiento que traiga a grandes artistas, no se está pidiendo iluminar la ciudad al estilo Vigo, no se está pidiendo mayor gasto público ni que la administración anime a la ciudadanía a sumarse a las peñas, solo se está pidiendo que no arranquen a los leoneses algo que es suyo desde hace años. Solo se pide que León pueda rugir en sus fiestas con el fuerte latido de su corazón ciudadano: las peñas.

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