Modelos de ratón más fiables para probar estrategias contra el cáncer de pulmón
Como miembro del equipo de Mariano Barbacid en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), David Santamaría es especialista en oncogenes, es decir, genes que se consideran responsables del comienzo de un tumor. En particular, este investigador estudia cómo inhibir la proteína K-Ras en el cáncer de pulmón y uno de sus retos es conseguir modelos de ratón que desarrollen la enfermedad con mayor similitud con los seres humanos, según ha explicado este lunes en Salamanca.
Su trabajo pasa por “encontrar e identificar dianas terapéuticas para tratar algunos tipos de cáncer cuyo nexo común es estar iniciados por el oncogén K-Ras”, ha declarado a DiCYT antes de ofrecer un seminario de investigación en el Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG), centro mixto de la Universidad de Salamanca y el CSIC. Aunque en su laboratorio también se investiga el cáncer de páncreas, David Santamaría centra su trabajo en el estudio del adenocarcinoma de pulmón.
K-Ras es una proteína que “le dice a la célula si tiene que responder o no a señales externas para dividirse”. Hay mutaciones de esta proteína que la hacen siempre activa, de manera que las células reciben una señal para dividirse de forma continua y, por lo tanto, tienen un proceso permanente de división celular. Esa proliferación de tejidos de forma descontrolada es lo que define al cáncer, así que analizar cómo se produce es esencial para luchar contra la enfermedad.
Utilizando ratones como modelo, los científicos se esfuerzan por “mimetizar, en la medida de lo posible, la enfermedad humana para determinar y validar la eficacia terapéutica de algunas dianas”. En los modelos genéticos los progresos son importantes, porque se ha conseguido hacer crónica la enfermedad, aunque “somos conscientes de que trabajamos con modelos que quizá no sean tan complejos como la enfermedad humana”, advierte el experto. “Lo que estamos intentando ahora, en la medida de lo posible, es hacer modelos de ratón similares a la enfermedad humana para validar todas las terapias”, afirma.
Mayor complejidad
Una de las diferencias con los modelos animales es que la enfermedad en humanos evoluciona durante más años y se hace “genéticamente más compleja”, de manera que el tumor desarrolla más “vías de escape” frente a cualquier terapia.
K-Ras fue uno de los primeros oncogenes humanos detectados a principios de los años 80 y durante 30 años ha habido intentos de contrarrestar esta actividad continua. Una de las estrategias ha sido tratar de inhibir directamente esta proteína, cosa que no ha funcionado. Por eso, en la actualidad los esfuerzos de los investigadores pasan por inhibir algunos mediadores que están por debajo de K-Ras, algo parecido a “encontrar un interruptor” que inactive el oncogén.
Aunque tumores muy distintos pueden estar iniciados por un mismo oncogén, como K-Ras, las vías de señalización son muy específicas en cada caso. Por eso, “la estrategia terapéutica no va a ser la misma”, hay que buscar terapias específicas para cada tipo de tumor.
Desde hace muchos años, el equipo de Mariano Barbacid, al que pertenece David Santamaría, comparte investigaciones con Eugenio Santos, director del Centro de Investigación del Cáncer (CIC) de Salamanca. Se trata de una “colaboración permanente”, que se hace extensible a otros científicos del CIC, como Isidro Sánchez García o Xosé Bustelo. El investigador del CNIO pone a este último como ejemplo para explicar que en este campo es imprescindible la colaboración entre muchos grupos. “Ellos están enfocados a entender la señalización de K-Ras en un contexto celular normal, lo cual es muy importante”, afirma.