Incendios forestales y prevención en León
Los incendios forestales en el Noroeste son un fenómeno recurrente. Sin embargo, debido al abandono del mundo rural está aumentando su virulencia, convirtiéndose así en uno de los desafíos ambientales más importantes de los últimos años. En consecuencia, en 2025 la provincia de León ha sido una de las más afectadas, con más de cien mil hectáreas calcinadas, según datos provisionales. Esta cifra, que representa cerca del 30% de la superficie total quemada en toda España durante este verano, supera ampliamente la media anual de los últimos años y constituye el peor dato desde que existen registros.
Frente a esta realidad, las estrategias tradicionales centradas en la extinción muestran ser insuficientes. A esto hay que sumarle que el operativo contra incendios forestales de Castilla y León es uno de los más deficientes del Estado, contando con pocos recursos materiales, precariedad en las plantillas y una enorme descoordinación, un cóctel catastrófico frente a los incendios de sexta generación. Su intensidad y velocidad los hacen incontrolables, convirtiéndose en bestias que devoran nuestros montes. Por ello, toda solución, aparte de conllevar una mejora del operativo de extinción, radica en la prevención integral, transformando el territorio en paisajes menos inflamables y más resilientes.
Estrategias clave
En este artículo vamos a analizar estrategias clave de prevención: pastoreo y ganadería extensiva, quemas prescritas, mantenimiento de cortafuegos y caminos, y recuperación de paisajes de sebes (lo que fuera del ámbito leonés se conoce como paisaje en mosaico). Abordar estas acciones en conjunto representa un cambio de paradigma hacia una gestión medioambiental proactiva que trabaje con la naturaleza, en lugar de reaccionar ante sus emergencias.
El pastoreo y la ganadería en extensivo reducen de forma natural la cantidad de vegetación, especialmente pastos y matorrales, que sirven de combustible para el fuego. Al controlar el crecimiento de esta biomasa y mantener los montes más abiertos, se dificulta el avance y la propagación de los incendios, creando paisajes menos inflamables y facilitando la labor de los equipos de extinción. Además, el pastoreo favorece la biodiversidad y la fertilidad del suelo, y aporta estabilidad económica y social en zonas rurales.
La cabaña bovina en España se ha mantenido estable en las últimas tres décadas, el problema viene con el ganado ovino y caprino que, siendo desbrozadoras naturales en nuestros montes, se ha reducido drásticamente. Así, en 1995 había en España 24 millones de cabezas ovinas, cifra que en la actualidad ha bajado hasta los 13,5 millones. Y otro tanto podríamos decir de ganado caprino, pasando de los 4,5 millones de cabezas en la década de los 90 a los actuales 3,2 millones.
Ante esta situación, algunas administraciones públicas están tomando la decisión de contar con rebaños en propiedad, buscando generar beneficios ecosistémicos y ser un método de prevención. Indagando en la tradición leonesa tenemos ejemplos de ello; los rebaños concejiles. Quizás sea el momento de recuperar esta figura y adaptarla al contexto del siglo XXI con rebaños de cabras y ovejas gestionados por varias juntas vecinales, con apoyo de ayuntamientos, Diputación y Junta. Se podría contar con una actividad que generaría puestos de empleo en el medio rural.
Biomasa para energías renovables
De igual forma, la biomasa desempeña un papel crucial en la prevención al permitir la limpieza y gestión activa de los montes. En España, según expertos en materia forestal, se podría movilizar hasta un millón de toneladas de biomasa anuales procedente de nuestros bosques. Esta práctica retiraría el exceso de vegetación, matorrales y residuos leñosos que actúan como combustible, de esta manera, se transformaría un riesgo en un recurso, ya que la biomasa extraída se aprovecharía para generar energía renovable. De este modo, se crea un círculo virtuoso al mejorar la salud y la resiliencia de los bosques frente al fuego mientras se fomenta una economía local baja en carbono. Aparte de eso, hay que tener en cuenta que la mayoría de nuestras masas forestales pertenecen a nuestras juntas vecinales, pudiendo generar unos ingresos de utilidad para su funcionamiento.
Por otro lado, las quemas controladas, especialmente durante los meses más fríos, ayudan a eliminar de forma segura la vegetación seca y el exceso de combustible vegetal que, en caso de incendio, favorecería la propagación rápida y descontrolada del fuego. Mediante una planificación técnica y la ejecución por personal especializado, estas quemas pueden renovar pastizales, proteger zonas habitadas y favorecer la biodiversidad en el entorno tratado.
A mayores, el mantenimiento de cortafuegos y caminos es fundamental para la prevención de incendios porque crea barreras físicas que dificultan la propagación del fuego. Ambos elementos bien mantenidos permiten, además, que los equipos de extinción accedan de forma rápida y segura a las zonas afectadas por un incendio, facilitando su control y aumentando la seguridad de los bomberos forestales. Su correcto mantenimiento es una pieza clave en la gestión.
Recuperar los paisajes de sebes
Por último, recuperar los paisajes de sebes diversificarían y fragmentarían el territorio, creando un mosaico heterogéneo de usos y vegetación que rompe la continuidad del combustible para el fuego. Además, los paisajes con sebes favorecen la biodiversidad, la recuperación del suelo y el equilibrio ecológico, haciendo el territorio más resiliente frente al cambio climático. Aparte, supondría recuperar un paisaje tradicional de alto valor cultural, posiblemente el más genuinamente leonés, donde todavía se mantiene en riberas como las del Torío, Bernesga y Curueño. Una figura de protección para estos paisajes sería un buen punto de partida.
Una vez desgranadas cuales pueden ser las líneas de actuación no hay que pasar por alto que la mayoría de los incendios forestales son intencionados, como así indica el último informe del Ministerio de Transición Ecológica para el periodo 2006-2015. Ante esto, las administraciones también tienen que tomar medidas, pues muchas de las desgracias medioambientales que sufrimos se podrían evitar. Hace falta reforzar ideas basadas en la evidencia científica –pese a la creencia popular de que las quemas continuas sobre un territorio conllevan la pérdida del suelo y, con ello, un terreno cada vez menos fértil– así como reforzar las labores de vigilancia. No nos olvidemos que el mayor culpable ante un incendio es quien prende la primera llama.
En conclusión, la prevención de incendios forestales requiere un cambio de paradigma. Estrategias como las aquí mencionadas pueden transformar nuestro territorio en un entorno menos inflamable y más resiliente. Para ello hace falta que la administración autonómica –ojalá llegue el día que represente la idiosincrasia leonesa– se tome en serio la gestión medioambiental, adaptando la legislación, invirtiendo en gestión y ayudando al sector primario, lo cual beneficiaría en la creación de empleo y riqueza en nuestro mundo rural. La salud de nuestras masas forestales y ecosistemas depende de ello.