El capicúa monetario 1.441

Lágrimas y emoción en 'El Encuentro' de la Semana Santa Leonesa.

Imaginativamente madrugué, era el Viernes Santo de 2023.  En la Plaza Mayor de Legio, cargados de regulares augurios los leoneses, sin olvidar a los visitantes con “su mochila” de contempladores ávidos, cuando no de emoción procesional observantes, ocupaban una más o menos privilegiada posición. ¡Habían conseguido el tique! “Plaza pagada”, silla de espectador. ¡Un privilegiado lugar! O si no de pie, como siempre ha sido costumbre, “mi lugar” donde el estatismo te carga las lumbares, puede que como verticalidad penitente, TODOS preparados para contemplar la procesión de Los Pasos...

Los Dulce Nombre, hermanos cofrades, con su Abad al frente, decidieron que se volviera a lo ya tradicional, con todos los Pasos partícipes de la emotividad del Encuentro: Madre Dolorosa–San Juan... ¡¡¡Bien observados por el Nazareno!!! Componen una dinámica estampa, dado el mecido que al unísono imprimen los braceros a los pasos, bien musicalizado el momento. Un impacto visual pleno, de la tradicional página de un Gran Drama, que debería huir de los modernismos especulativos. 

Cuando el bello efebo, el ángel del olivo cáliz en mano, dada su posición en las andas está a punto de abocar la calle que lleva el nombre del Mariano D. Berrueta, el político nacido en Salamanca, no sé si leonés de sentimiento, sí, que estuvo en el antañón intento de mancomunidad con provincias castellanas (¿su mérito?), el Jesús de Víctor de los Ríos, angustiado, rodilla en tierra, está tendiendo la mano hacia la copa de la amargura… Se inicia la gran concentración procesional.

Judas, en el papel de delator –¡Vaya suerte la suya!–, está a punto de dar el beso señalador del Maestro para que sea prendido, ambos arropados en el paso hasta por cuatro figuras más, se aproxima y detiene también. Estrada, el imaginero de enhiestas figuras, estudió y triunfó allende León, y en Madrid murió hace un año. Para algunas de sus pinturas en lienzo, digamos evangélicas, me atrevo a decir que gozan de gran serenidad escénica. 

Conocíamos como La columna de azotes, el paso, hoy La Flagelación, con el gallo que cantó las negaciones de Pedro, en lo más alto del pilar del suplicio, el Maestro se abraza al tormento, se lo infligen dos sayones látigo en mano. Ya ha llegado, se posiciona y esperan sus braceros.

Se aproxima el cuarto, Jesús, sentado y en calma herida, está a punto de ser coronado con espinas, a su espalda hay un personaje que no “da la cara” al Maestro y, corona de espinas en mano, está a punto de cumplir su papel. Curiosamente esta figura lleva el sello del autor del conjunto, Higinio Vázquez, pues sabido es que decidió poner su propia cara en el personaje.

Hubo un tiempo en que se le llamó al paso, al quinto en llegar y detenerse: El Balcón de Pilatos, así con 's'.  Pues tras un semicircular balcón enrejado, el romano gobernador presentaba al pueblo a Jesús ya coronado de espinas. Hoy modificado, no dudo que con certeza, y en latín se le nombra: Ecce Homo.  Un ampuloso trono cargado perimetralmente de “estampas” lo completan.

En el centro de la procesión, la imagen del Nazareno, asistido por el Cirineo. Es el titular de la Cofradía Dulce Nombre de Jesús, de gran arraigo en Legio. Muestra su dolor de siempre, aunque esté reacondicionado por Víctor de los Ríos, el imaginero que dio gran empuje a nuestra Semana Santa en su momento. Bien portado se dirige al centro geométrico de la Plaza Mayor, lugar donde podemos contemplar su sufrimiento, y con mirada dolorida espera la llegada de su Madre, y de San Juan, el joven discípulo. ¡¡¡Allí se encontrarán!!! 

La Verónica, séptimo paso, pequeña imagen de relevante papel, dotada de un moderno paño con la imagen de la cara de  Jesús, demasiado fotografía, llega a situarse a continuación del Ecce homo, tomando posición en el  entorno.

Jesús, despojado de ropa, con el cuerpo llagado, antes de ser clavado en la cruz, que en suelo casi horizontal está colocada, es el octavo. El Expolio, su autor, Tudanca, que presentó a Jesús con una pose gestual de ambos brazos caídos y adelantados, ocasionalmente con un simbólico paño blanco, se le apodaba, eso sí, respetuosamente, el torero, por la postura.

Es grande y nuevo, del año 2000, el noveno paso. A Jesús, ya crucificado, le están levantando en busca de la verticalidad del suplicio. Sus verdugos, realizan el último esfuerzo. Ocupa su lugar en la marcha y permanecerá en espera.

La crucifixión, el décimo paso, Jesús está crucificado, su Madre al pie de la cruz, la Magdalena y San Juan completan el cuadro. Llega a su posición. Hubo una inocente fábula que venía a decir que la propia cruz, desde la que Jesús pone suplicantes ojos en el cielo, crecía todos los años por razones no explicadas, y los hermanos Canuria, cofrades, tenían que ajustarla de tamaño. 

El Cristo de la Agonía, tallado en madera, sin aditamentos, mostrando el cuerpo ya caído, pendiente de las manos enclavadas, los brazos parecen alargarse. Undécimo paso. Desde su presentación resultó “un poco grande”.

San Juan, muchos años atrás San Juanín para los legionenses, entonces una pequeña figura con tirabuzones en el pelo, hoy, un tanto impávido, con “elegante porte”, fue realizado por Víctor de los Ríos, (imaginero captor de momentos cumbre con “bellas figuras”, sin extremismos, nunca desgajadas del gran Drama), ha salido del recorrido general, lo hace por Juan de Arfe, 'plaza de Las Tiendas' y Plegarias para abocar a la Plaza Mayor, y a la altura del Consistorio, poder encontraste con la Madre Dolorosa.

La Madre de Jesús transida de dolor, Víctor de los Ríos así lo reflejó en su rostro, fue presentada a los leoneses el año 1949 en el gran hall del, con alevosía derruido, Instituto General y Técnico. El jovenzuelo que en ese momento estaba subido al paso, desvendando el rostro bello, pero de amargura plena, de la Madre, aún le suena la voz preventiva del autor: ¡Cuidado, cuidado… con las lágrimas!, impresionado ante la expresión del rostro, puse mayor diligencia y afecto en tal labor. 

La Dolorosa, es el último paso de la procesión. Llega por el recorrido general cuando el sermón penitencial está “en el aire”. Avanzan sus braceros dispuestos a marcar el Encuentro, tal como hacen los de San Juan. Ha llegado el momento cumbre, con la genuflexión de los braceros delanteros de San Juan, ante La Dolorosa, culmina El Encuentro. 

Acto sobre el que puse la titulación numérica, 1.441, cargada de sinceridad cofrade: el número de asientos con precio para verlo cómodo.

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