Una investigación de Francisco Javier González Fernández-Llamazares desvela una desconocida trama de sabotajes en el aeropuerto de León a finales de la Guerra Civil que causó varios accidentes —entre ellos el del Heinkel 111 de la Legión Cóndor que se estrelló en Ocejo de la Peña—, y que se saldó con el ajusticiamiento militar de trece de los quince acusados el seis de septiembre de 1939 en las instalaciones de la base aérea; último fusilamiento en León por hechos de guerra y que el historiador explicará profusamente en un libro de próxima aparición.
León, ciudad de espías, represión, saboteadores y nazis probando los aviones de la Luftwaffe durante la Guerra Civil Española. Un caldo de cultivo muy particular para un lugar casi de retaguardia desde el principio del conflicto y más aún desde la caída del Frente Norte en octubre de 1937.
Pero por ser un lugar detrás de las líneas hasta entonces, y después muy alejado de las operaciones militares terrestres, no tenía que ser de por sí un lugar en el que no pasaba nada. Todo lo contrario, pasó demasiado, con cifras de represión, cárceles y campos de concentración espeluznantes para los cánones de hoy en día y no poco crueles para los de hace ochenta años.
Una de esas cosas que pasaron, desconocida hasta ahora, va a ser desvelada profusamente en un libro de próxima edición del director del Archivo de la Fundación Banca Fernández-Llamazares, Francisco Javier González Fernández-Llamazares, y que tiene que ver con el centro de operaciones más importante de la provincia de León a partir de 1938. Los sabotajes que se dieron en el aeródromo de La Virgen del Camino que terminaron con el fusilamiento sin contemplaciones de 13 acusados en la propia base aérea.
Lo de la Guerra Civil en León es una historia de película sobre la que se ha hablado mucho, pero se ha enfocado poco en lo realmente ocurrido, contado hasta ahora con poco rigor o muy por encima, sin ahondar en ello. Tanto, que la mayoría de los leoneses desconocía que la sublevación militar aquí no se produjo el 18 de julio sino dos días después, que la zona norte de León fue durante unos meses 'soberana' o que nunca había leído sobre los Stuka que estuvieron en el aeródromo de La Virgen del Camino o no sabía nada del tren nazi de seis kilómetros entre León y la Base Aérea, que se desmanteló en 1963.
La novedosa investigación de Fernández-Llamazares sobre los sabotajes en el aeropuerto donde estaba ubicado el Cuartel General de la Legión Cóndor y su maestranza de montaje y mantenimiento de aviones, muestra la dureza de la guerra incluso una vez que los propios militares habían rebajado su nivel de represión. Y explica, por ejemplo, lo ocurrido con uno de los siniestros aéreos de la provincia que más se encuentra en el acervo popular: el del bombardero Heinkel He 111 de Ocejo de la Peña.
Aunque hubo otros, al menos cuatro más, con diversas consecuencias debido a una célula de saboteadores que actuó a finales de la guerra, aún a sabiendas de que la misma tenía pinta de estar perdida por la República. Esto se desvela en una sentencia militar fechada en el 11 de agosto de 1939 "en la plaza de León".
En ella se explica que "a partir de los últimos meses del pasado año 1938 se vinieron produciendo en aparatos salidos del Aeródromo de esta capital frecuentes accidentes y averías, uno de los cuales, el que tuvo lugar el día 7 de marzo pasado y costó la vida a sus tripulantes, teniente Moro y cabo Méndez, motivó la sospecha vehemente de que por personal obrero afecto a dicho aeródromo se efectuaban manipulaciones criminales tendentes a provocar tales desgracias".
"Durante toda la guerra el aeródromo de La Virgen tomado por la Legión Cóndor sufrió varios sabotajes de importancia (con fallecidos), de los que se nos da cuenta cumplidamente en los expedientes de incautación de bienes y en los expedientes militares sobre los consejos de guerra conservados en el Archivo Intermedio Militar del Noroeste", explica Javier Fernández-Llamazares.
Existe una calle típicamente ferroviaria —donde está ubicado el actual 'Palacio de Congresos'– llamada Gómez de Salazar (no debemos equivocarla con la céntrica calle Ruiz de Salazar, con entrada a la Diputación). A la altura del número 18, al lado de la iglesia de La Vega, se encuentra un edificio hoy deshabitado; justo enfrente, las instalaciones del ferrocarril, donde recuerdo haber entrado con mi amigo Buenaventura Durruti (sobrino del mítico Buenaventura) para que me enseñase varios asuntos relacionados con la conservación de varios trenes (recuerdo que ese día nos subimos a un 'Electrotrén') que la Asociación de Amigos del Ferrocarril tenía a su cargo.
Lo que yo desconocía entonces es que fuera justo ahí, y más concretamente en una vieja cantina ya desaparecida, de nombre 'La Parra', donde se gestara una de tantas páginas desconocidas de nuestra Historia reciente. Porque en 1937, en las instalaciones del Ferrocarril de Renfe, entonces llamado 'Ferrocarril del Norte' se arreglaban piezas para la recién instalada División Cóndor, y algunos de esos trabajadores del ferrocarril vivían precisamente en la calle Gómez de Salazar, estando –dada la excepcionalidad del estado de guerra– militarizados.
Cuatro de estos obreros militarizados que trabajaban en el aeródromo de La Virgen del Camino se reunían en la mencionada cantina 'La Parra' de la calle Gómez de Salazar, que regentaba una mujer llamada Natividad Martínez Martínez. Sus nombres eran Sócrates Gómez Jareño-Casanova, Vicente Cano Valencia, Rafael Garrido Campos y José Agudo Santa Bárbara.
En el momento en que estos cuatro hombres se reunían, a comienzos de 1938, el Frente Norte había caído por completo, gracias en buena parte a la aviación que tenía su base en el cercano aeródromo de La Virgen del Camino, donde ellos mismos trabajaban. Las tropas franquistas, por tanto, ya dominaban toda la costa Cantábrica y su industria metalúrgica y, por extensión, armamentística.
La caída del Frente Norte, para muchos coetáneos, suponía la certificación de que las tropas franquistas ganarían la guerra: sólo era cuestión de tiempo, y así consta en multitud de documentos militares y en la correspondencia privada de la época, especialmente de aquellos que pudieron exiliarse.
No eran de la misma opinión estos cuatro trabajadores del Aeródromo, pues clandestinamente seguían con sus reuniones en la cantina 'La Parra' con el pleno consentimiento y aprobación de su propietaria, Natividad Martínez. Liderados por Sócrates Gómez Jareño-Casanova —que provenía del cuartel de Sementales de León, sito en lo que para entonces se había convertido en el campo de concentración de San Marcos—, decidieron provocar sabotajes en los aviones provenientes de Alemania, para lo que 'reclutaron' nuevos adeptos entre las filas de los obreros militarizados del aeródromo.
Fue Sócrates quien a mediados del año 1938 comenzó a realizar gestiones entre sus compañeros de trabajo y de común ideología. Pero la gravedad de la empresa hizo que la decisión resuelta de llevar a la práctica sus intenciones no se adoptasen hasta las navidades del año 1938. Para entonces se habían incorporado a la conspiración varios obreros más: Juan Díaz Jiménez, Cayetano Salvador Orge, Antonio Quevedo Palma, Pedro Buzón Bejarano, Antonio Escamillas Núñez y Emilio Herrero Alonso. Además, hubo tres instigadores que sabían y coordinaban perfectamente los actos de sabotaje: Eladio Pedro García Fernández, alias 'Ardilla', Pedro Vélez Jaramillo y José Agudo Santa Bárbara.
"Aunque anteriormente se habían producido varias averías y accidentes de difícil explicación, el Tribunal Militar consideró perfectamente demostrado los siguientes sabotajes organizados, que produjeron diez fallecidos y varios heridos", explica Javier Fernández-Llamazares.
La caída en el mes de enero, en Cistierna, del Heinkel 111, pereciendo sus seis tripulantes (el de Ocejo de la Peña). La avería en un Junkers correo alemán en fecha aproximada. Otra avería resultando ilesos sus tripulantes en un Heinkel 111.
La caída en Medina de Rioseco, en el mes de marzo, de un Dornier, pereciendo sus cuatro tripulantes. Y el quinto, "otro accidente en el mismo Aeródromo de esta plaza, también en el mes de marzo último, de un Heinkel 45, cuyos dos tripulantes, teniente Moro y cabo Méndez, resultaron heridos".
De los 15 ejecutores del plan, sólo libraron del fusilamiento dos de ellos, pero con fuertes penas. En esta lista se identifican, tal y como consta en el expediente de la sentencia militar.
Los dos condenados 'supervivientes' fueron "Natividad Martínez Martínez. 30 años, hija de Santiago y Fructuosa, natural de Vegas del Condado, casada, residencia en Gómez de Salazar n.º 18" que recibió una condena de 15 años de reclusión mayor. Y "Erenio Velado Ferrero. 35 años, hijo de Vicente y María, natural de Grajal de la Ribera (León), casado, peón, residencia en Daoiz y Velarde n.º 1. Se casó en Veriones (León, cerca de Benavente)", condenado a 12 años y un día.
También se indica una "multa de 20.000 pesetas", una cantidad exorbitada para gente humilde en esos tiempos, que se debía pagar a cada familia de los fallecidos en los accidentes. O sea, 200.000 pesetas en total.
"En el juicio también hubo cuatro personas declaradas inocentes —apunta el escritor— éstas fueron Manuel Gil Ruiz, Antonio Paredes García, Jorge González Pichoto y Cristóbal Melcón Martínez. El expediente explica que "no ha llegado a comprobarse tuviesen participación alguna en los hechos relatados, ni que los amparasen ni conociesen, ni de que ninguna otra forma contribuyesen a su comisión".
Sintomática es la justificación de varias de las condenas, ya que muestra la inflexibilidad de los militares franquistas hasta con lo más mínimo. Se condena a muerte "por delito de traición" a todos los participantes en los sabotajes, y a Pedro Vélez Jaramiloo y a Eladio Pedro García Fernández (el 'Ardilla') porque tuvieron conocimiento desde sus comienzos de lo que ocurría, sin que se especifique si participaron en ellos, "siendo obreros militarizados sin que de ello diesen conocimiento a sus superiores, dando con su silencio y actitud muestras de aprobación y conformidad del plan que poco a poco se fue forjando".
O la de Erenio Velado Ferrero: "Aunque ignorante de los planes de sabotaje de sus compañeros, participó no obstante con ellos en conversaciones y reuniones en los talleres en los que se comentaban y propalaban noticias contrarias al desarrollo de la guerra y del Movimiento Nacional". No fue fusilado, pero por hablar con sus compañeros y no delatarles por su opinión le cayeron 12 años por "un delito de auxilio a la rebelión".
El tribunal también llamó la atención "sobre la conducta de Eustasio Juan Calero Peláez, que avaló a José Agudo Santa Bárbara "dando, al parecer, con ello motivos para su puesta en libertad, y que según alguno de los testimonios obrantes en esta causa hizo tal gestión mediante una remuneración convenida, a los efectos de que si así se estima se inicie procedimiento contra el mismo en depuración de las responsabilidades en que haya podido incurrir".
Parece un poco increíble que los sabotajes se produjeran cuando se veía venir que la Guerra Civil iba a terminar tarde o temprano. Pero teniendo en cuenta de que en aquellos tiempos la ideología era realmente importante y que la esperanza de muchos que no estaban a favor del incipiente régimen de Franco era llegar a que se declarara la guerra en Europa para que Francia e Inglaterra salieran de su aislacionismo, esto podría dar una explicación lógica de por qué actuaron tan tarde los condenados.
"Pero les descubrieron y los militares no se tomaron muchas contemplaciones, porque ordenaron fusilarlos en el mismo lugar donde ocurrieron los hechos; y esto supone un hecho excepcional, y más durante aquellas fechas, pues las sentencias a muerte se habían restringido muchísimo al finalizar la guerra", termina valorando Francisco Javier González Fernández-Llamazares su descubrimiento.
La ejecución de los trece condenados a muerte se hizo efectiva el 6 de septiembre de 1939 en el Aeródromo de La Virgen del Camino. Irónicamente cinco días después de que comenzara oficialmente la Segunda Guerra Mundial tras la invasión alemana a Polonia el día 1.
"Estimo pertinente a los fines de ejemplaridad que la ejecución se lleve a efecto en el mismo Campo donde se realizaron los hechos delictivos enjuiciados, presenciándola formados los obreros militarizados", sentenció el juez militar.
20:00
19:49