Francisco Flecha: “Ya no queda industria, minería, ganadería y casi ya ni gente, pero podemos exportar literatos”

Francisco Flecha. Imagen de Gus Berrueta.

Manuel Cuenya

“... Decían de él que ”conoció la vida a los dieciséis años, primero a través de Dostoievski y luego de las putas de Nueva Orleans“.

Si hubiera invertido el orden se habría ahorrado, tal vez a Dostoievski“.

...

“... Macondo es sólo una forma de mirar alrededor con ese mirar embelesado con el que miran los locos, los poetas, los niños y los viejos.

Que Macondo, ya te digo, está sólo en la mirada“.

...

“... Cuando el profeta se enteró de que hablaba por inspiración perdió, definitivamente, la fe:

-¿Cómo creer en un dios que amenazaba con un futuro de llanto y crujir de dientes?...

...

“...Lástima que aquí, como en Macondo o en Comala, no podamos sentarnos un rato a charlar en la cocina los vivos y los muertos”

...

(Francisco Flecha, 'La lenta luz del amanecer')

Profesor de Filosofía en la Universidad de León y contador de historias, Francisco Flecha, más conocido por Paco en los ambientes familiares y amistosos, es una persona con buen sentido del humor, lo que es indicativo sin duda de una saludable inteligencia.

La verdad es que deberíamos reírnos más. Y sobre todo reírnos de nosotros mismos. No tomarnos tan en serio, porque la vida no deja de ser una farsa, un sainete, un teatro, que conviene encarar con excelente humor, incluso ante las adversidades de la vida, que siempre serán más de las que nos gustaría, porque no vivimos en una burbuja. Y la realidad se impone como una apisonadora.

En todo caso, nos recuerda Paco Flecha que el humor no debe confundirse con la risa, esa risa que nos hace descreídos, como los Cristos buñuelescos que aparecen en sus películas, o bien la risa de la Poética de Aristóteles, que Umberto Eco retoma en 'El nombre de la rosa' (“la risa libera al aldeano del miedo del diablo”), porque el humor “viene a ser mirar la realidad desde otra perspectiva, como miraría el mundo un niño, un extraterrestre, un loco, un poeta, un filósofo, un cuentista”.

Mirar la realidad como si fuera la primera vez que nos acercáramos a la misma es también un extraordinario ejercicio poético. Que algunos cineastas como Wenders ('Cielo sobre Berlín') o Erice ('el sol del membrillo') han querido, en su cine poético, mirar la realidad como si fuera la primera vez. El propio Pasolini, que además de poeta era cineasta, hablaba de un cine en prosa y un cine poético. Y el cineasta ruso Eisenstein, el autor de 'El acorazado Potemkin', quiso aunar el lenguaje lírico y de la razón a un tiempo en su cine.

No he pretendido hacer una 'obra', sino, simplemente, contar cosas. Por eso, si te digo la verdad, me gustaría mucho más tener 'oyentes' que lectores

“Dice mi amigo Martín Favelis: 'No sé si la vida tiene algún sentido; pero mientras lo encuentro, me voy arreglando con el sentido del humor'”, precisa Paco Flecha, a quien resulta placentero leer. Y sobre todo escucharlo hablar, contar.

Lo conozco desde hace años, aunque tampoco hayamos tenido tanto contacto. Y es una de esas personas que no te deja indiferente, por lo que dice y cómo lo dice. Lo recuerdo asimismo en aquellos filandones que organizara, en la Facultad de Educación de la ULE, el entrañable Justo Fernández Oblanca, quien fuera en su día Decano de la Facultad de Educación. Y profesor de Literatura.

Paco Flecha, como buen contador de historias, tanto por oral como por escrito, es un heredero del maestro villafranquino Antonio Pereira, el gran contador, que siempre nos deleitaba con su verbo humorístico, picarón, certero. La pasión del autor de 'El vuelo del milano' por Pereira queda patente en su nuevo libro, 'La lenta luz del amanecer', editado por el Servicio de Publicaciones de la ULE. Un título que es todo un guiño a un micocuento de Pereira que se titula 'Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos', un título poético y embrionario que lo dice todo en sí mismo. Pura poesía. Y que Paco Flecha integra en su reciente volumen de microrrelatos. “No he pretendido hacer una 'obra', sino, simplemente, contar cosas. Por eso, si te digo la verdad, me gustaría mucho más tener 'oyentes' que lectores. Me gustaría contar esas cosas a cada uno y verles cara a cara para que me dijeran las historias que a ellos les sugiere lo que cuento”, afirma Paco Flecha, a quien, es evidente, le entusiasma la llamada literatura oral, los cuentacuentos, o los cuentos a viva voz, los filandones, en definitiva, tan propios de nuestra tierra leonesa. Filandones que, como bien sabemos, han sido un gran estímulo a la hora de crear con la palabra. Y por ende que surjan escritores varios y fecundos en el panorama leonés, otrora (ahí están los consagrados) o los actuales.

León, el territorio más fecundo en lo literario de toda España

En este sentido, cree nuestro autor que León es, sin duda alguna, el territorio con mayor fecundidad literaria en toda España. Y añade: “cierto que ya no queda industria, minería, ganadería y casi ya ni gente, pero podemos exportar literatos. Este es nuestro siglo de oro (y los siglos de oro en literatura han ido siempre acompañados de pobreza en lo económico, sabe dios por qué será). Y lo que me llama la atención es que se está generalizando una cierta 'espontaneidad democrática' (cualquier plaza, cualquier bar, cualquier lugar de encuentro se están convirtiendo en lugares de participación literaria). Pidámosle a dios que no quiera tutorizar toda esta energía algún concejal o cosa por el estilo, no vaya a arruinar la experiencia”.

Escéptico, cuando menos, ante la política leonesa, Paco Flecha dice no sentirse escritor. ¿Qué es ser escritor? Quien escribe. Y tampoco diría que está entusiasmado con la literatura o con la escritura literaria. No obstante, a él siempre le ha gustado “contar cosas”, “encandilar” con la palabra, lo cual ya es en sí mismo magnífico.

El profesor de filosofía (y el creador literario) intenta crearse a sí mismo en diálogo con los discursos creativos de otros. Para eso sirve la filosofía, la literatura y la vida en general.

“Viví en una época en que la escuela te obligaba a escribir lo que querías contar. Si hubiera sido italiano o argentino, con ese absoluto dominio de la lengua oral, seguramente no habría escrito nada. Me habría bastado con contar historias mientras se espera a poder empezar con el asado”, señala con ingenio este ensayista y creador que en otra época dudó entre seguir la vocación de fraile o la de tamborilero, aunque al final se hiciera profesor de Filosofía, lo que le ha permitido analizar y entender en qué mundo vive. Pues, en su opinión, el profesor de filosofía no es (no debe ser) el que repite doctrinas o teorías ajenas como si se tratase de cantinelas que hay que memorizar y repetir, sino el que hace que el alumno se 'enfrente' a esas doctrinas y teorías, desde su propia reflexión y, con ello, vaya depurando su ideal de estar en el mundo. Eso es lo que hace el creador.

“El profesor de filosofía (y el creador literario) intenta crearse a sí mismo en diálogo con los discursos creativos de otros. Para eso sirve la filosofía, la literatura y la vida en general”. Lo que nos hace rememorar, entre otros asuntos interesantes, los diálogos platónicos, con la figura del gran pensador Sócrates.

La importancia de la filosofía y de la literatura, a través de la cual se puede construir filosofía, son esenciales en el ser humano. Y ahora, más que nunca, ameritamos de ensayos filosóficos, literarios para entender el complejo mundo en el que vivimos, el mundo líquido en que estamos, por decirlo en palabras del filósofo judío Bauman.

Entusiasta no sólo de Pereira sino de García Márquez, al autor de 'Si esto fuera Macondo...', nunca le ha gustado hacer una lista de maestros, de sus maestros, “porque a veces parece que uno quiere vestirse con méritos ajenos (como cuando los pintores o los músicos dicen 'yo estudié con Fulanito'. Siempre me queda la tentación de preguntar: 'Y ¿qué opinión tenía de ti don Fulanito?')”, habida cuenta de que, a su parecer, la vida está llena de maestros. “Cada época ha tenido los suyos. Y uno resulta ser el poso que queda de todo ello después de haber olvidado, incluso, lo leído y la impresión que entonces nos produjo”.

En ocasiones, conviene olvidar y hasta desaprender para volver a aprender y recordar. La tortura de Funes el memorioso, de Borges, es evidente. Esa memoria elefantiásica que, además, te impide razonar, que te obstaculiza pensar con claridad, con claridad y lo más despierto posible, como quisiera el filósofo Ortega. Esa memoria de loro, con todos los respetos, que no sirve de mucho o de nada en la vida, porque la memoria ha de ser afectiva. Al igual que la inteligencia debiera ser emocional.

Cuenta, siempre con humor, que como es hijo de maestro y los hijos de maestro nacen donde manda el Ministerio, él nació en Palazuelo, en la ribera del Órbigo. Y está encantado de que el Ministerio lo naciera ahí: “buen pueblo en una ribera espléndida, con buena gente, noble y afectuosa. Un lugar maravilloso para convertirlo en ese territorio mágico en el que, a los que escribimos cuentos, nos gusta imaginar recuerdos que alguna vez nos hubiera gustado haber tenido”.

Este es nuestro siglo de oro (y los siglos de oro en literatura han ido siempre acompañados de pobreza en lo económico, sabe dios por qué será)

A Paco le gusta decir, también, que cuando está en el extranjero se declara español; “cuando estoy en España, de León; cuando estoy en León, de Palazuelo. Y cuando estoy en Palazuelo me siento un poco de todas partes”. De todas partes, Paco Flecha desea continuar contando historias. Como ese cuento, 'Opinión autorizada', incluido en 'La lenta luz del amanecer':

“El Padre Alipio de Villalpando, archivero mayor y Censor de la Orden, unía a un extremado rigor intelectual una altanería orgullosa y despectiva con la que se había ganado, con toda justicia, la sorda inquina de sus hermanos de religión y aquella definición con la que resumían sus méritos y carácter diciendo de él que era una ”docta bestia de las que muerden con la boca cerrada“.

De la exactitud de todo ello daba cuenta lo ocurrido el día en que el cura de La Cándana (que sobrevivía a las largas nevadas del invierno escribiendo inocentes e insufribles tratados sobre las penas y castigos del infierno) le presentó lo que dijo ser su último libro:

-¿Su último libro, me dice Ud., don Julián? ¿Me lo jura?

Don Julián, inocentón, pensó que, tal vez, había habido algún malentendido“.

Entrevista breve a Francisco Flecha

“Mis fuentes literarias a la hora de escribir es la vida (a veces, la vida imaginada)”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Con esto de los libros me pasa como con aquellos amigos de la infancia a los que hace 50 años que no ves: no me apetece verlos por si ya no coinciden con mis recuerdos.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

Los perdedores, sin duda.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

He olvidado, incluso, su nombre.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Soy (o creo ser) un superviviente.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Que sea buena gente (y ya si es educado, ni te cuento)

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Son el escenario y la obra en la que representamos nuestro papel (a veces el papel nos viene impuesto, pero de la actuación somos responsables).

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Me encanta hablar (y si encuentro quien me escuche, ni te cuento).

¿Por qué escribes?

Para tener algo que contar.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

El estilo literario, no; pero son una ventana para ver lo que cuentan mis amigos.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

La vida (a veces, la vida imaginada).

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No, pero algunos amigos a los que sigo por los blogs o por Facebook escriben como los ángeles

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

“Que yo digo mi canción a quien conmigo va”.

Etiquetas
stats