Éxito mundial de la 'Ciudad de la Energía' que sí se hizo en Islandia tras el fiasco del Bierzo
La Ciudad de la Energía del Bierzo y su revolucionario proyecto, pionero a nivel mundial, para reducir drásticamente la contaminación masiva por CO2 procedente de la combustión de carbón en las centrales térmicas, que hubiera sido la única garantía real de supervivencia para este sector, es hoy un mal sueño destrozado por la confrontación política entre el Gobierno del PSOE que lo impulsó y el Gobierno del Rajoy que desmanteló los avances conseguidos en la captura del dióxido de carbono.
Cuando se consiguieron en el Centro de Desarrollo de Tecnologías de Captura de CO2 de la Fundación Ciudad de la Energía (Ciuden) de Cubillos del Sil los primeros avances relevantes, esta innovación dio la vuelta al mundo. Pero cuando desde 2013 dejó de llegar el dinero de los Presupuestos Generales del Estado y prácticamente se paró la millonaria maquinaria ya instalada para una oxicombustión demostradamente exitosa, otros proyectos cogieron el relevo.
En 2015 llegó la real desaparición de la entidad, dividiéndose entre la parte lúdica y cultural del Museo de la Energía (era Museo 'Nacional' de la Energía, pero hasta denominación ha desaparecido; y el departamento de investigación de captura de CO2, que se adcribió al IDAE (Instituto para la Diversificacion y Ahorro de la Energía).
La planta a 'medio gas' de Cubillos del Sil, en la que se invirtieron millones pero que prácticamente ya no está operativa.
Ahora, un proyecto en Islandia ha cogido el relevo y saltado a la primera páginas de las revistas especializadas, al demostrarse como un éxito que las rocas volcánicas de basalto de aquel país logran capturar las emisiones de CO2 solidificando el gas en la mayor central geotérmica islandesa, gracias al trabajo de dos años de un equipo internacional de científicos.
El estudio, publicado en Science, sugiere así que las rocas volcánicas de basalto –unas de las más abundantes en la corteza terrestre– pueden almacenar de manera eficaz el gas extraído de la atmósfera. Un experimento que ha asombrado al mundo. Hasta ahora se había intentado inyectar sin éxito CO2 en rocas subterráneas despojadas de silicatos ricos en calcio, magnesio y hierro necesarios para transformar el gas de efecto invernadero en carbonatos, que son más estables. Pero esta técnica implicaba filtraciones de CO2 si se producían fracturas en la roca.
Desde hace años, los científicos buscan tecnologías para lograr la captura y almacenamiento de este gas de manera segura. De hecho, en el informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático publicado en 2014 se advertía que sin estas técnicas será imposible limitar el calentamiento global, ante la saturación que presentan las masas de bosques y los oceanos, sumideros naturales de las emisiones de un dióxido de carbono que no para de crecer.
La Agencia SINC destaca que en el caso de esta planta de energía geotérmica llamada Hellisheidi, que bombeaba agua calentada a partir de rocas volcánicas para hacer funcionar las turbinas, el proceso de producción de energía emitía 40.000 toneladas de CO2 al año. Por ello, a partir de 2012, la planta inició el proyecto CarbFix mezclando 250 toneladas de gases con agua bombeada desde abajo y sulfuro de hidrógeno. El resultado se inyectó en el basalto volcánico que se encontraba a una profundidad de entre 400 y 800 metros.
Al estar la roca expuesta al CO2 y al agua, se produjo una serie de reacciones químicas y finalmente el carbono se convirtió en un mineral calcáreo blanquecino. Este proceso podría haber tardado cientos o miles de años en la mayoría de las rocas, según estudios anteriores. Sin embargo, en las rocas volcánicas debajo de la central, el 95% del carbón inyectado se solidificó en menos de dos años.
“Esto quiere decir que podemos bombear grandes cantidades de CO2 y almacenarlo de una manera muy segura en un plazo muy corto de tiempo”, dice Martin Stute, coautor del estudio e hidrólogo en el Lamont-Doherty Earth Observatory de la Universidad de Columbia (EE UU). “En el futuro se podrían usar estas plantas geotérmicas en lugares con gran cantidad de basalto y hay muchas localizaciones”, añade. De hecho, todo el suelo marino está cubierto por esta roca negra y porosa.
Tras el éxito del primer experimento, el consorcio de científicos ha empezado a inyectar CO2 a un ritmo de 5.000 toneladas por año desde 2014, y la mineralización se ha mantenido a la par. Este verano, la compañía planea que la inyección se duplique.
Aquí dejamos un VÍDEO explicativo del proceso: