El misterio de la reliquia del cráneo de San Isidoro que el franquismo 'robó' en León para venerarla en Madrid

Estampa de San Isidoro e imagen inédita de la reliquia de una esquirla de su cráneo en la iglesia del Espíritu Santo en Madrid.

Carlos J. Domínguez

Este viernes 26 de abril, festividad de San Isidoro, uno de los santos más importantes de la iglesia católica, que le considera doctor y su último 'padre' oficial, se cumplen 15 años exactos de un hecho que sacudió a la sociedad y no pocos cristianos: el prestigioso abad de la Colegiata de León, Antonio Viñayo, lanzó desde el cabildo una petición formal para exigir el fin de un expolio franquista que mantiene físicamente incompletos los restos del santo que se conservan en León.

Alertaba Viñayo de viva voz, y con gran eco mediático, que le faltaba nada menos que el cráneo al cuerpo del erudito arzobispo medieval de Sevilla. Sus restos óseos habían llegado completos a León nada menos que en el año 1063 tras una revelación nocturna del propio santo al entonces Obispo de León, Alvito, procedente de la Sevilla del rey Al Mutadid, y tras un viaje plagado de milagros. Hasta ahí la leyenda. Pero lo cierto es que sus despojos fueron depositados en una rica arqueta de plata, hoy situada como pieza central del altar mayor de la Real Colegiata leonesa. Y la cristiandad entera los veneraba.

El abad señalaba sin miedo entonces que había sido el franquismo, en lo más álgido de su poder en la década de los 40 del siglo pasado, el que había 'decapitado' a santo, llevándose la calavera de San Isidoro con destino al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), entonces recién creado. “No dejan salir de allí el cráneo”, censuraba en 2009, dirigiendo la responsabilidad hacia el Arzobispado de Madrid y en particular al cardenal Rouco Varela.

De salón de actos de Federico García Lorca a iglesia del Opus

Era una historia sórdida pero cuyos detalles nunca quedaban aclarados por el mutismo eclesiástico de la capital de España y del propio organismo científico. Lo cierto es que, desde su llegada a Madrid, previsiblemente en 1946, la reliquia permanecía lujosamente depositada igual que hoy se la puede ver: metida en un relicario fabricado ex profeso con motivo de su llegada en la iglesia de Santo Espíritu.

Se trata de un templo que data de aquella época, regentada por el Opus Dei, en pleno corazón de la capital de España, en la calle Serrano. Fue levantado en 1942 reconvirtiendo en iglesia lo que antes había sido salón de actos de la mítica Residencia de Estudiantes, espacio que se había sido inaugurado en plena República con un concierto de Argentinita y el poeta Federico García Lorca al piano. La dictadura transformó el lugar de templo educativo y cultural en cristiano. El vestigio de la cabeza del insigne San Isidoro es su secreta joya principal, un 'faro' para cualquier cristiano.

Custodiado en una caja fuerte

ILEÓN ha podido comprobar in situ su existencia: allí una caja fuerte guarda celosamente el lujoso relicario y la venerada reliquia, que tan sólo se extrae en tal día como hoy, festividad de San Isidoro. Pero al periodista le bastó preguntar por el objeto para poder verlo de manera personal.

De esta comprobación sale un problema muy serio: en la parte superior del relicario, de unos 25 centímetros de alto como mucho, se observa el hueso en sí, sobre una inscripción en latín, y es evidente que no se trata de una calavera ni de gran parte de ella. Es, en realidad, apenas una esquirla de unos pocos centímetros de lo que sí aparenta ser hueso de cráneo.

El rastro oficial de la 'auténtica'

El actual abad de San Isidoro de León, sucesor de Viñayo, y vicario general del Obispado, Luis García, da fe personal también de su autenticidad. En realidad no él sino el documento que se conserva en el reverso del relicario, la llamada 'auténtica': un salvoconducto oficial por el que “una autoridad eclesiástica autorizó en su momento la extracción y traslado” de la reliquia, siguiendo estrictas normas.

“Yo trabajaba en la Conferencia Episcopal en Madrid”, rememora, “cuando Francisco (Rodríguez), el abad de San Isidoro de entonces, me pidió investigarlo un poco”. Revisando la 'auténtica' de Isidoro de Sevilla, con “algunas inscripciones como Filosofía, Historia, Pedagogía, Teología, Medicina, Arte”, y comprobando que se trata de “un hueso de forma un poco curva, con esas como venillas internas propias de un cráneo”, el clérigo leonés quedó convencido, como lo está el capellán del CSIC, de que ese resto es legítimo y no hay hueso alguno más: “Eso es de lo que nosotros tenemos constancia” que se conserva en la iglesia del Santo Espíritu. Punto.

Mutismo en Madrid

Por su parte, el CSIC no ayuda nada a aclarar 'cuánto' de San Isidro salió de León en los años 40 y si es la misma pieza que se conserva hoy en Madrid. En su escueta respuesta se limita a explicar que el antiguo auditorio y hoy templo del Opus “desde 2002 está cedida al Arzobispado de Madrid por un convenio durante un período de 60 años”, es decir, vigente hasta el año 2062. Y por eso “corresponde responder a esas cuestiones” a la curia madrileña. La cual tampoco suelta prenda.

Nadie parece tener, o al menos admitir, documento oficial alguno que de fe de la llegada del santo hueso, a pesar de que se hizo entonces entre altísimos honores. Porque aquel traslado fue todo un hito triunfal de la dictadura recién vencedora de la Guerra Civil.

Los testimonios, los escritos y los documentos sí dejan claro un relato de qué ocurrió con el cráneo, o el trozo, del santo. En la década de los años 40, penamente instaurado el régimen fascista presidido por Francisco Franco, la Diócesis de León estaba dirigida por el obispo Carmelo Ballester Nieto (Cartagena, 1881-Vitoria, enero de 1949).

Es entonces cuando entra en la escena de esta historia el primer ministro de Educación Nacional de Franco, amigo personal suyo, simpatizante del régimen nazi que ya construía Adolf Hitler en Alemania y convencido miembro del Opus Dei: José Ibáñez Martín. Hasta hace apenas unas semanas, Ibáñez mantenía el título honorífico de Honoris Causa por la Universidad de León, hasta que le ha sido arrebatado en aplicación de la Ley de Memoria Democrática.

El ministro simpatizante nazi y su obsesión

Ibáñez tenía muchísimo poder y dos obsesiones personales: la primera, depurar la educación republicana e instaurar el sistema nacional-catolicista. Lo ejecutó con mano dura sumándose bajo su mandato casi medio millón de expedientes de purga, incluso física, de docentes en España en todos los ámbitos educativos, desde la escuela rural a las universidades.

La segunda, y no menor, era su fervor cristiano, que ensalzaba en cada discurso. Y en la cúspide de su veneración, un santo por encima de todo: San Isidoro. De su puño y letra escribió sentirse orgulloso de “intervenir en cuantas conmemoraciones isidorianas se han celebrado en el último cuarto de siglo”, acudiendo a León, como también lo hiciera junto al obispo Ballester en junio de 1943 para celebrar la promulgación del Breve Pontificio del Papa Pío XII para conceder a la iglesia de San Isidoro “el título y privilegio de basílica”.

“Su sombra protectora ilumina perennemente los mejores afanes de mi existencia y los más encendidos fervores de mi espíritu”, relataba sacando pecho de ser “miembro desde su fundación de la Hermanan de San Isidoro”. No escatimaba en adjetivos hacia un prohombre que “alimentó en sus pechos a este fiel retoño hispánico de la cristiandad y supo imprimirle desde la hora primera la robusta sabia de la unidad católica”, hasta convertirse “para nuestra patria en su Padre definitivo en la fe”.

“Patrono espiritual” del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Franco había confiado a Ibáñez Martín para fundar el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que a través de una orden de 8 de marzo de 1940 pasó a ser investido como la máxima jerarquía en la vida cultural de España. Contenía sólo tres artículos y el segundo rezaba así: “El Consejo Superior tendrá por Patrono espiritual de todas sus empresas al glorioso San Isidoro Arzobispo de Sevilla, que representa en nuestra historia el primer momento imperial de la cultura española”.

Una escena de Indiana Jones

Por todo ello, no extraña la presión que el todopoderoso ministro ejerció para instigar lo que Viñayo, décadas después, tildó sin dudarlo de “expolio”. El ministro falangista se empeñó en que un resto físico de San Isidoro presidiera la sede del CSIC en Madrid. Y en torno a 1945, una comitiva oficial accedió, extrajo y custodió hasta la capital el preciado hueso del santo con altísimos honores. Podría casi representarse una escena similar a las icónicas películas de Indiana Jones cuando los nazis recuperan para el Führer poderosos objetos de la cristiandad, como el Arca de Noé o Santo Grial de la última cena de Jesús de Nazaret, que, por cierto, se muestra y reivindica como auténtico en el Museo de San Isidoro.

Un año más tarde, en la V Reunión Anual del Pleno del CSIC, presidido por Francisco Franco, se dio cuenta formal de cómo Ballester, nombrado ya entonces obispo de Vitoria, “ofrendó un rico y hermoso relicario que contiene un fragmento del cráneo de San Isidoro”, venerado como “gran forjador de la unidad española”. Y José Ibáñez Martín se lo agradeció como “una obra tan sabia como patriótica”. Hasta aquí, todas las pruebas documentales coinciden.

¿Hubo un saqueo mayor?

Pero le falta un final a esta historia de devoción y poder. Porque si alguien conocía hasta el más mínimo detalle de la basílica, colegiata e iglesia de San Isidoro, que también conserva los huesos de los reyes de León en su imponente Capilla Sixtina del Románico, ese era don Antonio Viñayo. Y él denunciaba a los cuatro vientos la falta de todo un cráneo, mientras el Opus en Madrid sólo muestra una esquirla. ¿Quién tiene razón? ¿Hubo más saqueo del cadáver de San Isidoro del que siempre se ha creído?

El abad actual, Luis García, es consciente que el devenir de las reliquias y de sus 'trapicheos' son “habituales”, y más en una época en la que “Franco tenía en su dormitorio la mano (incorrupta) de Santa Teresa”. Sin embargo, este ejemplo cabría contraponerlo con el hecho de que al menos su viuda, Carmen Polo, sí devolvió aquella reliquia a sus dueños en diciembre de 1975 tras la muerte del dictador.

Un vistazo crucial dentro de la arqueta de plata

Así que la única forma de desentrañar el misterio es acudir a la arqueta de plata que custodia el cuerpo del insigne santo Isidoro desde hace 961 años y echar un vistazo dentro.

ILEÓN no ha podido hacerlo. Pero sí recoger el testimonio de quién posiblemente fuera el último en acceder a los restos: el abad Luis García, que relata cómo junto con el obispo Julián López, anterior al actual, “justo cuando estábamos con este negociado, decidimos comprobarlo”. Fue una escena así de sencilla: “Una noche, después de cenar, cuando la iglesia ya estaba cerrada, lo abrimos y lo verificamos”.

El resultado final... y un tamaño inesperado

“Nos representamos una imagen como que hiere la sensibilidad: ¡un santo decapitado!; pero no, no es un cuerpo: tenemos los huesos”, explica. Él se encargad de pintar el cuadro: “Hay que meterse en la mentalidad de la época sobre las reliquias, cada hueso está envuelto en una tela rica, una tela de seda azul”. Y hay cosas llamativas, como “un fémur inmenso, como de un gigantón”, lo que delataría una estatura de San Isidoro extraordinariamente elevada para la época.

Al prior le sale de ojo que “un hueso como un fémur puede durar” al paso de los siglos, “en un sitio seco como éste... ¿pero un cráneo? Pues no, lo que hay en la urna son trozos de cráneo”. Y su sospecha, contra lo que gran experto Viñayo proclamaba, es que uno de esos trozos es lo que el franquismo extrajo para venerar en Madrid. Sin embargo, a causa del mutismo del CSIC, a falta de conocer un informe oficial descriptivo y exacto de la reliquia y su traslado, no es posible certificar esta conclusión con pruebas definitivas. Al misterio le queda aún alguna esquina.

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