Sin honroso portillo, por la vil gatera…

Rafael Monje y el consejero de Presidencia de Castilla  y León, Luis Miguel González Gago.

Un zamorano, leonés por conformación regional leonesa, quiera o no acepar esto, acaba de dar un sí gozoso a un nuevo puesto. Lo digo por la foto de prensa con sonrisa jubilosa, a medio gas, para que no se note la implosión, dando la mano al consejero de presidencia, en tanto asumía así una encomienda: la de dar una puñalada trapera a la identidad leonesa.

Eso en principio, pero a largo plazo machacarnos la historia leonesa haciendo creer que en 1230 nos unimos en cuerpo y alma los castellanos y los leoneses. ¡Nada más irreal, y por lo tanto incierto. Acuda el lector interesado al enlace del bien documentado trabajo en este medio de Jesús López de Uribe.

Pero ocurre que como no pueden consentir que el León regional, al que ya estaban dispuesto a aniquilar ad initio, vaya en nada por delante, tal como el Parlamentarismo y Legio cuna de él, ambas cosas les tienen alterados dada la natural relevancia internacional alcanzada, por ello tratan de silenciárnoslo por enmascaramiento o con dobleces inasumibles, cargados de rabia maldita.

Se hace ya necesario citar con su nombre al zamorano que ha aparecido publicado en los medios en plena canícula agosteña, el 22 de agosto, se trata de Rafael Monje, periodista según hacen constar en la información mediática y quedará constancia para siempre en los documentos junteros, ésos que no persiguen otra cosa que el amarre de los leoneses, con el agravante de perdernos todo respeto identitario, y que lleva aparejado, a futuro, el ignominioso desdén hacia nuestra personalidad leonesa, golpe a golpe… puñalada a puñalada…

¿Acaso está pensando el galardonado con el premio de director de una nueva Fundación para la Promoción de los Valores y la Identidad de Castilla y León, que entra en el olimpo de los dioses? Quienes le han nominado, son unos fracasados impulsores, sobre el papel, y mojado, de una identidad postiza, a partir del amasado de dos pueblos que cuando más... ¡Se han tolerado! En la historia... ¡Y sin el menor grado de fusión nunca! Ojo con esto, para ese 800.º aniversario con el que quieren justificar una comunidad que los leoneses nunca hemos aceptado.

El consejero de presidencia autonómica, el otro partenaire fotografiado en la estrechez del lazo citado, nos coloca al señor Monje, nombrado como director administrativo de otra Fundación, con la exaltación de unos valores personales que más adelante comentaremos. Como tal, ésta será la 16, y funcionará en lo identitario en paralelo, dicen que sin solapamiento, con la de Villalar, y también, o de modo especial, en los fastos a preparar con exagerada dosis de prepotencia para 2030, desde un basamento falso, y por lo tanto malicioso.

Nos lo presentan como un personaje de gran fiabilidad. Méritos: “Su recorrido ocupacional autonómico, hasta ahora en cargos de responsabilidad en el ámbito de la comunicación institucional”. Y ahí, en esto, cualquier lectura por somera que se haga, llevará sin duda al lector avisado a la comprensión de que encaja a la perfección el susodicho personaje en la condición de colaboracionistas, una bien ganada fama durante más de 30 años de servicios prestados de cerrazón hacia lo leonés.

La gran mentira de la autonomía de Castilla y León

Atención a la gran mentira que ya están soltando desde el ente las cabezas pensantes, grande y grave es decir que lo de 1230 fue el origen histórico de la comunidad autónoma actual de Castilla y León, así como de la España moderna.

Ni es cierto, ni en ello se fundamenta el Estatuto de autonomía que elaboraron, han retocado a conveniencia... ¡Y no respetan! Pero les da igual, ponerse en evidencia, tal como están acostumbrados a mentir, o tergiversar cuando menos, en busca de una castellanoleonización (unir dos pueblos, dos culturas) que es imposible hoy, pero que nunca existió tal posibilidad, ni por asomos.

Cuando haya documentos en la Fundación creada, o en otras, respecto a lo de 1230, con yerros manifiestos, o si no se ajustan a la verdad histórica de los hechos, han de ser objeto de denuncia pronta... ¡Donde proceda acudir! Sin olvidar, o dejar de tener en cuenta a los tribunales de justicia.

No se puede esperar a hechos consumados. Ni aunque estuviéramos ya a punto de salir del ente.

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