No todos los rebeldes peinan tupé
Igual no se nota porque lo hago regular, pero estas columnas en teoría hablan del lenguaje y su percepción. De ahí el nombre Los accidentes del verbo. No viene por la torturada orografía de NUESTRA TIERRA. Yo, que soy muy de Wittgenstein y le sigo desde que jugaba en el Unionistas de Salamanca, creo como él que esto de la comunicación es, nunca mejor dicho, un malentendido. A ver, yo no he oído decir nada bueno de los rebeldes que se han hecho con el poder en Siria. Básicamente porque no hay nada bueno que decir. Si les llaman rebeldes como a los modelos de los anuncios de odapagfún es porque lo son. Franco o Sanjurjo también eran rebeldes. Como el fulano este islamopelma Abu Mohammed al Jawlani, de desasosegante parecido con John Turturro. Eliminemos el glamour del término —si lo de Franco y Sanjurjo no lo ha aniquilado ya— y apacigüemos a las buenas gentes indignadas con la aplicación de tal adjetivo a gente tan reaccionaria. El amusgado perfil miope de James Dean con sus pómulos ha hecho que las connotaciones de la palabra nos remitan a un tipo de jicho determinado. La Real Academia afirma que un rebelde es una persona desobediente, indisciplinada, indómita, indomable, indócil, insumisa, díscola, inconformista, contestataria o reacia; cosas todas más o menos molantes. ¡Indómito! El tope de gama del pechopalomismo. En cambio desobediente ya nos pinta a un mocoso más o menos desagradable y en la cuarta acepción el tono decae muchísimo: Dicho de una persona: que por no comparecer en el juicio, después de llamada en forma, o por tener incumplida alguna orden o intimación del juez, es declarada por este en rebeldía. Ah, la cosa ya remite a timbre, póliza, negociado y trámite municipal y espeso. Muy alejado de indomable contestación y mirada de acero. Menuda birria. Es lo que tienen las polisemias y las polis en general: que mezclan mierda con gloria. Siguiendo con el bajón lingüístico, las palabras espóiler, dana, sérum, teletrabajar y tabulé entran en el Diccionario. Todas juntas y en cualquier orden describen con exactitud de impreso y delicadeza de haiku este año, depresivo, vegetariano y anunciadamente catastrófico. No quisiera teledestriparles el 2025, pero tiene todo el aspecto de que vendrán más tabulés malos y nos harán más tontos.