Adelantarse el final del partido

El famoso meme de internet de la jueza Judy Sheindlin hastiada entornando los ojos.

Dicen que uno de los peores efectos de internet es que nos agita la paciencia. Hay incluso sociólogos que lo han medido y por eso las canciones son ahora más cortas, igual que las películas, los libros, o los artículos de los periódicos. El ritmo actual de vida requiere, por lo visto, que nada se aplace, y menos aún la resolución de un tema importante.

Y luego, por aquello del imperio de la visibilidad y el postureo, parece que ahora, más que conseguir algo, lo que importa es que no sé quién, alguien destinado al efecto, te considere ganador en un debate o un conflicto. Así se inventó, por ejemplo, la palabra 'zasca', que no es más que una sentencia de un juez aficionado.

De este modo, para ganar no basta con conseguir lo que querías, sino que es necesario que otro, no sé qué gilipollas, o qué genio, o qué mago del Tribunal Supremo de la Tierra Media, te nombre vencedor.

Ya no importa tanto lo que pasa en la realidad. Importa el árbitro, que en el boxeo, en este ring, cuenta hasta diez. Importa que ese tío de la sudadera y el bigotito levante tu mano y no la del otro, porque tú ya no eres nadie y deberías regresar cuanto antes a tu rincón. No eres persona ni personaje. Eres actor para disfrute de aburridos e inadaptados. Lo que importa es lo que crea el público, lo que se registre en el Guinness, lo que aparezca en las estadísticas oficiales de no sé qué, esas que pronto serán el Aranzadi de la verdad si pretendes participar en cualquier tipo de debate.

Por eso, por ejemplo, y porque está de moda, cuando se escribe sobre la guerra de Ucrania, nos encontramos un día sí y otro no con titulares que vienen a decir “Rusia ya ha perdido la guerra, suceda lo que suceda”. “Las causas de la derrota rusa” “el desastre de Putin. Cuánto tardará en reconocer su derrota”, “Rusia sigue perdiendo”, “los ucranianos cantan victoria en Jarkov”. Etcétera, etcétera...

Ahora todo son juicios con sentencia

No son ya casos de propaganda normal, esa que trata de contar lo bien que le va a los tuyos y lo mal que le va al contrario. No es ya la propaganda tradicional, en la que los tuyos salvan a las viejas y el enemigo se come los niños a bocados. No, ahora ya no: ahora son juicios con sentencia. Semifinales con resultado de final. Conclusiones ya consumadas, a las que sólo les falta decir aquello de: “¡Aquí ya está todo visto, circulen!”.

Y como siempre, como otras veces que escribo sobre estas cosas, me pregunto quién es el destinatario de esas frases medio anormales, de esas sentencias imbecilistas. No son los rusos, a los que se la sopla. No es Putin, a quien se la refanfinfla. Los destinatarios de toda esa cantidad de basura, de todo ese insulto intelectual, somos nosotros. ¿Será para tranquilizarnos? ¿Será como decirnos aquello de “duérmete niño, que no pasa nada”?

¿O es que tratan de excitar la parte más cobarde de nosotros para llevarnos a una guerra contra un enemigo que ya está derrotado y nos prometen fácil? ¿No será esa clase de truco?

Espero que no. Pero la jugada me gusta poco, porque conozco algo la propaganda de guerra. Cuando estás dentro, te dicen que el enemigo es muy duro y hay que hacer un esfuerzo. Cuando estás fuera y te quieren meter dentro, te dicen que la cosa está ganada. Y eso, caray, es lo que estamos escuchando ahora.

Desconfiemos.

Javier Pérez es escritor. Premiado en media docena de concursos literarios, una de sus obras más interesantes es La Crin de Damocles (que se puede comprar aquí).

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