El Quijote ya se puede leer en patsuezu
El patsuezu, la variante occidental del asturleonés, agranda su literatura con una traducción más que esperada. Manuel Gancedo Fernández acaba de finalizar su traducción a la 'tsingua' de la obra más universal de la literatura española, El Quijote de Miguel de Cervantes. Lo hace cumpliendo una petición del industrial con orígenes familiares en San Miguel de Laciana y afincado en Santander, Julián Fernández, quien también es el editor del libro.
Esta edición se convierte así en la última traducción conocida de la obra de Cervantes que, según cuentan los especialistas, está traducida a más de 140 lenguas, dialectos o variedades lingüísticas del mundo. Y una de las obras de la literatura universal más divulgada y con más ediciones en distintos idiomas.
Así, 418 años después de su publicación en la imprenta de Juan de la Cuesta en Madrid, la traducción al patsuezu ya se puede incorporar a la biblioteca del Instituto Cervantes y a las bibliografías y fondos de las grandes bibliotecas del mundo, que atesoran en sus estantes las más variadas ediciones de El Quijote.
La traducción se ha hecho sobre el texto de la edición reducida y compulsada de Eduardo Vincenti, del año 1905, que se utilizó como libro de lectura en las escuelas españolas durante buena parte del siglo pasado, desde que en el año 1905 un decreto real recomendase su lectura en las escuelas, incluyéndola en lo que hoy se llama contenido curricular de primaria.
La edición de ensayo
El libro de la actual edición, es una prueba para correcciones y alcanza las 640 páginas. En las primeras se incluye una introducción explicando aspectos elementales de la variedad dialectal del patsuezu y su pronunciación, su extensión territorial y una breve ubicación geográfica de la comarca de Laciana. Un escueto diccionario de patsuezu – español, con varios centenares de palabras. Una nota de agradecimiento del traductor a las personas que le han brindado una inestimable ayuda en su trabajo.
Las fuentes usadas en la letra del texto son de fácil y cómoda lectura y se complementa con varias ilustraciones, ya clásicas, de los grabados del francés Gustave Doré. El editor es Julián Fernández y el diseño gráfico y la maquetación de la editorial Los Cántabros, de Cantabria.
Manuel Gancedo cuenta que, cuando le hicieron la “sugerencia” de traducir El Quijote al patsuezu, Qque le hizo Victor del Reguero, con quien había contactado previamente el editor buscando esa traducción, le pareció una “locura descabellada, e imposible”.
Pasados unos días les contestó que podía intentarlo con el primer capítulo, “parecía fácil y asequible y quizá dos o tres capítulos más”. Así empezó esta aventura, que le ha ocupado los dos últimos años de su vida. A un capítulo iba sucediéndole otro y a ese él siguiente. Y el reto poco a poco casi se convirtió en adicción hasta completar el trabajo.
Su hermano Eliseo fue su principal colaborador, “me ayudó mucho yo le enviaba los textos traducidos, el los releía y sugería correcciones al texto, así hicimos en toda la primera parte, para la segunda él ya se retiró”. Un abandono que Manuel no le reprocha, “con sus 94 años bastante hizo con esa ayuda y ánimo de los primeros 37capítulos”.
La edición formal, que ya está preparándose en imprenta, incluirá un prólogo del Dr. Francisco González de Posada, académico de honor de la Real Academia Europea de Doctores, que es a su vez titular de seis doctorados en materias y ciencias diferentes. El prólogo de este personaje eminente otorga un realce especial a la obra que, a Gancedo casi le hace sentirse un poco “intimidado”.
En la traducción, Manuel se ha permitido pequeñas y escasas licencias literarias. Como la que le señalamos en el capitulo tres de la segunda parte, cuando el bachiller Sansón Carrasco le cuenta a Don Quijote el gran renombre y popularidad que han alcanzado sus aventuras.
Que Cervantes narra así: “bien haya Cide Hamete Benengeli, que la historia de vuestras grandezas dejó escritas, y rebién haya el curioso que tuvo cuidado de hacerlas traducir del arábigo a nuestro vulgar castellano, para universal entretenimiento de las gentes”. Texto que Gancedo transcribe así: “bien haya Cide Hamate Ben-Engeli, que la hestoria de las vuesas grandezas deixóulas escritas ya muito bien haya el curióusu que tuvu el cuidiáu de faelas traducir del arábigu al nuesu viechu tsacianiegu, pa entretenimiento de las xentes”.
Para entender mejor como un perito topógrafo jubilado se ha convertido en escritor y traductor. Cuando el asegura de si mismo que su cerebro y su mente “son del sindicato de la coordenada”. Tratar de averiguar donde o como se produjo esa transformación del ordenamiento cerebral de Gancedo de coordenadas a literatura. Es necesario conocer el desarrollo de su vida personal y profesional.
Peripecia vital de Gancedo
Sus padres que eran “bilaxius”, gentilicio que en Laciana se usa para denominar a los nacidos o residentes en Villager, desde varias generaciones de sus ancestros. Celso, de la casa Moscas, y Adamina, de la casa de El Cazador. Emigraron recién casados y jóvenes a Madrid. Adamina a servir en la casa de unos familiares con más posibles y Celso como dependiente de comercio en la tapicería de sus tíos.
En la capital nacieron sus tres hijos, Manolo el más joven en 1940. Todos los veranos, la madre regresaba a Villager con sus hijos, para ayudar en las faenas de la hierba, como cocinera de la familia durante al menos dos meses. Y el padre en agosto durante las vacaciones.
Así nunca perdieron sus hijos el vínculo con la tierra y la casa de sus antepasados. La casa de El Cazador, “según parece uno de nuestros ancestros varias generaciones atrás era un buen cazador de osos, de ahí el sobrenombre, que aún conservamos”, explica Manuel, que cada verano regresa con sus esposa e hijos a veranear al pueblo a la vieja casa familiar.
Sus compañeros de juegos de la infancia en el pueblo, lo conocen por el nombre que le aplicaron por aquellos años 40 y 50 del pasado siglo, Lolo el de El Cazador. Que cuando se hizo mayor, estudió y se hizo perito topógrafo. Ese fue su trabajo durante más de 40 años casi siempre en la empresa Huarte y Compañía, hasta su jubilación.
“Lo mío era participar en el diseño y ejecución de trazados de carreteras, autovías, líneas ferroviarias o de metro”. Actividad laboral que le llevó a residir durante cuatro años en Argentina, donde su empresa construía una autopista para Buenos Aires.
De topógrafo a escritor
La jubilación le abrió otras puertas a su actividad vital. El trabajo profesional ya no ocupaba su tiempo y disfrutaba de la libertad suficiente para acometer otras actividades o tareas que siempre le habían apasionado. La naturaleza, su pueblo de origen, Villager, y recuperar la memoria de las costumbres, usos y el lenguaje de antaño. Algo que sus padres le habían inculcado desde niño.
“Mi padre siempre llevaba una libreta hecha por él mismo, en la que apuntaba cada palabra que escuchaba en patsuez. Reunió unas mil palabras”. Y esa libreta hoy está en su posesión “conservada como un tesoro, desde que me la dio mi hermano Eliseo”.
Solo están en ella anotadas las palabras y no su significado, lo que le llevó a investigar para dar a cada una su significado real y su traducción al español. “Ahí fue muy importante mi tía Xión (diminutivo lacianiego de Concepción), que hablaba bastante bien el patsuezu y conocía casi todas las palabras”.
Poco a poco, con el método minuciosos aprendido de su profesión, de regla y coordenadas. Fue dando sentido a esas mil palabras de la libreta paterna y de ahí salieron los dos tomos del diccionario editado por el Club Xeitu, “Tseite, tsinu, tsume, tsana, el habla de Laciana” uno de patsuezu – español y otro a la inversa (2013 y 2018), coeditados con la Cátedra de Estudios Leoneses de la Universidad de León. Y a los que ya con anterioridad, en 2002, había ya casi cerrado Manuel en una primera recolección de la obra en formato digital.
No ha sido su única incursión en el mundo literario. Durante varios años publicó historias en su lengua vernácula en la revista El Mixto, junto a su amigo Eduardo Carbajo. Utilizando los pseudónimos “Antón y Ambrosio”, asignados por ese mismo orden a Manuel y Eduardo, recogidos esos escritos bajo el epígrafe, “Voy decibus que”.
Después en colaboración con Víctor del Reguero, con el que le une una estrecha y fructífera relación, publicaron también con el Club Xeitu el libro “José y Francisco García Rubio, 1918 – 1924” (2012). Una recopilación de costumbres y usos tradicionales, ilustrados con 130 fotografías realizadas en ese período de años por esos parientes que ocupan el título.
En 2021, con el mismo editor, publica “A son de campana tañida”, en español. Un trabajo de investigación histórica sobre varios legajos que llegaron a sus manos, que recogen informaciones variadas, especialmente de pleitos y litigios de pastos y aprovechamientos ganaderos entre algunos pueblos de Laciana, de los siglos XVI, XVII y XVIII.
En 2023 ve la luz su “Toponimia de Villager de Laciana”, última obra antes de esta traducción de El Quijote, salida de su fecunda pluma. Manolo además es socio fundador del Club Xeitu, del que es presidente “honorífico”, desde el año 2018. Y en la actualidad está trabajando en un nuevo texto que el titula “Cuando llegue la nieve”.
No cierra ahí sus actividades. Su pasión por la naturaleza y el entorno natural le han llevado a crear un blog sobre la flora local de Laciana. Donde recoge, con su minuciosidad y cerebro de coordenadas, en más de 200 entradas otras tantas variedades de la flora local, con multitud de imágenes y textos detallados sobre cada una de ellas y sus ubicaciones más frecuentes.
No podía faltar en su cariño por su tierra de origen y sus gentes, buscar un lugar de encuentro donde compartir ideas, sugerencias, alegrías, paisajes, comidas o recuerdos entre los vecinos de Villager de Laciana. Residentes y oriundos desperdigados por el mundo, como él, tienen en el portal creado por él (Villagerlaciana.com) su lugar de encuentro, donde intercambiar y compartir sus historias y sus cosas