El lío del Gordo de la Lotería de Navidad en Villamanín y la estupidez de la codicia

Una de las participaciones polémicas del Gordo de Villamanín.

El lío de Villamanín con el Gordo de la Lotería de Navidad, en el que los chavales de la Comisión de Fiestas no consignaron un talonario de 200 euros (más 50 de donativo) dejando un problemón de cuatro millones de euros, ha sido, de largo, el tema de estos días en las redes sociales. En el que, aunque la mayoría de las personas ha sido comprensiva y empática, se han mostrado actitudes tan nefastas y miserables como pedir cárcel para ellos.

Algo que deja bastante claro que la mayoría de esos justicieros digitales, pese a ser minoría, son los que intoxican a la sociedad hasta tal punto de clamar por hacer un daño de por vida a los chicos de Villamanín... ¡Sin saber siquiera lo ocurrido! Es absolutamente sintomático que esas personas digan que hubo estafa “porque vendieron de más y se querían quedar el premio” cuando no fue así ni de lejos. Fue un error garrafal, pero no vendieron de más... sino que en realidad fue de menos y tenían cubierta con la reserva toda la venta de participaciones que realizaron (y aún mucha más).

¿Cómo es eso,? Pues porque en realidad lo que podían despachar en participaciones era hasta los 3.000 euros (reservados y reflejados en las matrices) y vendieron 1.800. Pero la desgracia quiso que se olvidaran de un talonario y en vez de llevar esa cantidad total entregaron al lotero 1.600 euros; y éste consignó (les separó y guardó para garantizar el cobro) los décimos correspondientes a ese dinero, devolviendo a la Selae el resto de décimos no pagados y que quedaban, por tanto, sin consignar de la reserva inicial. Ese descuadre de 200 euros es una serie completa (diez papeletas de un número), que a 400.000 euros de premio por décimo son los cuatro millones de marras. Es decir, repartieron poco más de la mitad: podían haber recaudado hasta 3.000 euros sin 'vender de más'.

¿Por qué se olvidaron del talonario? Pues sólo ellos lo saben. Pero eso es irrelevante penalmente. Porque intención no hubo, ya que como mucho ganarían 50 euros (el importe era de cinco euros, con participación de cuatro y uno de donativo) de un total recaudado de 250 por ese talonario perdido. Absurdo jugársela así. Más cuando está completamente regulado ese donativo, como explicó ILEÓN la semana pasada (denunciando otro tipo de fraude con la Lotería de Navidad) y quien quiera una explicación de la estricta normativa la puede leer aquí.

Es decir, que es altísimamente improbable que un juez pueda considerar estafa lo ocurrido. Por varias razones: no hubo dolo (intención de hacer daño) ni fue premeditado (no hubo alevosía), no se ve ánimo de lucro (es una cantidad irrisoria en comparación con el problemón en que se han metido) y ni siquiera la cantidad llega a ser considerado como un delito grave en lo penal. Porque aquí está la clave, que la cantidad por la que se les podría denunciar por estafa (con poco éxito casi seguro) no son cuatro millones de euros, sino los 250 del talonario. Algo que ya se dictó en una sentencia de un kiosquero de Gijón, que vendió 500 euros sin ningún décimo detrás, y sólo fue condenado por esa cantidad pese a que le tocó premio al número jugado, como indicó Pedro Torrijos en TwiXter. Lo mal cobrado (que no es el caso de Villamanín) es una cantidad que no tenía premio en el momento de efectuarse el engaño por el prenda gijonés, vamos. Lo correspondiente al premio posterior no es el objeto de Derecho de la conducta punible penalmente en el momento de vender algo sabiendo que no hay respaldo en décimos detrás.

Unos pocos codiciosos destrozando la convivencia en Villamanín

¿Pero entonces y los cuatro millones de euros que dejan de pagar? Pues es un problema de enorme magnitud social, como se ha visto. La mayoría de las personas incluso en la reunión en que se decidió efectuar una quita –la solución más legal, ya que en teoría todas las participaciones han de considerarse por igual y lo lógico es dividir lo que realmente se ha cobrado (36 millones en vez de 40) entre todas las vendidas– comprendieron la terrible situación que nadie querría para un hijo, sobrino o chaval de unos amigos. Y en España el 90% ha sentido muchísima pena por el calvario que están pasando los chavales.

Unos chicos que no ocultaron lo ocurrido, que lo contaron en muy poco tiempo reconociendo su responsabilidad, que han tenido que asumir la extrema crueldad de no cobrar sus participaciones premiadas para cubrir el agujero (cuando quizás con poner la mitad ya sería una penitencia bien aleccionadora); y un pueblo que, posiblemente, tras este inmenso trauma, se quede sin comisión de fiestas para siempre. Lo que tendría que ser un festejo sin parangón, el Gordo de Navidad, se ha convertido en un infierno personal y social inenarrable.

Pero al final el ser humano es estúpido y la codicia es terrible. Estamos diseñados como especie con un 10% de gente que se salta todo consenso social (lo cual para lo bueno es maravilloso porque pueden hacer descubrimientos magníficos, pero para lo malo es terrible porque puede provocar situaciones muy perjudiciales) y un 1% de cabezotas extremos. Y en la reunión unos pocos tensaron la cuerda de tal manera que hay gente que ya se ha dejado de hablar en el pueblo de la montaña leonesa. Unos pocos exaltados que dejaron claro a gritos que irían al juzgado a cobrar sí o sí “lo que corresponde a lo que pone en la participación”. Pura codicia, teniendo en cuenta que el domingo 21 no tenían más que un gasto de cinco euros (jugando cuatro), y que en vez de ganar 80.000 por participación se garantizan 75.000; que no es que lo pierdan todo ni una cantidad relevante de lo esperado.

Cierto es que con que sólo uno vaya al juzgado se liaría aún más parda. Las consecuencias podrían ser mucho peores que una ruptura social desalmada en un municipio de ochocientos habitantes.

Las nefastas consecuencias de ir al juzgado

La solución planteada es la mejor posible. El refranero aquí es sabio: “Mejor pájaro en mano que ciento volando”. Y además es lo que la mayoría de la gente quiso. Pero esas pocas personas que salieron clamando que quería cobrar íntegramente lo indicado en cada boleto y que ya le verían en los juzgados podrían dar un paso que puede ser absolutamente nefasto no sólo para los intereses de los trescientos afectados, sino también para ellos mismos... incluso con peligro de su integridad física.

Ya visto que el recorrido penal tiene pocos visos de cárcel por estafa, quedaría la vía civil. Y eso es triplemente estúpido. No sólo es bastante probable que el juez determine que la solución propuesta es la mejor, porque su labor es más preservar la paz social que la Justicia pura y dura, sino que el denunciante tendría que adelantar dinero a un abogado (y no poco) y esperar dos, tres, cuatro años a que se resuelva el proceso. De los 75.000 que podría tener mañana, tendría que adelantar 5.000 y dentro de tres o cuatro años, los 70.000 que le quedaran en realidad (descontando los gastos judiciales) valdrían 63.000... por el efecto de un posible diez por ciento de la inflación. Por no hablar de que si su acción bloqueara el cobro a los demás trescientos afectados... podría tener un problema muchísimo mayor si se los cruzara por las calles del pueblo.

Es decir, que contratando a un abogado para denunciar ya se perdería una cantidad importante de dinero de los 80.000 por participación, para sufrir un calvario judicial que puede dejarte con un palmo de narices. Lo inteligente es el “toma el dinero y corre”. Lo estúpido es meterse en ese berenjenal para conseguir el mismo dinero años después con mucho menos valor que el de hoy y con el peso de la conciencia de haber arruinado la vida a unos chavales y destruido la paz vecinal.

Hay una diferencia entre la avaricia (ser tacaño por el deseo de acumular y guardar riquezas sin disfrutarlas ni compartirlas), y la codicia: un deseo desmedido de adquirir más, para el disfrute o gasto de esas riquezas, sin importar el daño que pueda hcer a otros, enfocándose en el 'tener y obtener' sin límites, incluso a costa de otros “porque yo lo valgo”. El avaro es un acaparador miserable, pero ya tiene el dinero; mientras que los que quieren cobrarlo todo son los codiciosos egoístas... que les importan un bledo los demás, y defienden su ansia imaginada ante todos a toda costa por su visión errada de la justicia aún no habiendolo cobrado el premio esperado.

¿Conocen ustedes las Leyes de la Estupidez de Carlo María Cipolla? Pues en ellas el malvado hace daño a los demás, pero beneficiándose a sí mismo; el estúpido es el peorde todos los seres humanos, porque sus acciones hacen daño a los demás, haciéndose daño a sí mismo. ¿En qué categoría pondríamos a quien se ponga a denunciar sin pensar en las consecuencias?

¿Y cómo solventar todo este jaleo si no es socializando la pérdida?

Todo se solventaría con la única solución cuerda y completamente legal. La planteada: socializar la pérdida igual que pasa con las empresas. No anulando participaciones (ninguna compañía eliminaría acciones para que algunos no se hicieran cargo de sus pérdidas) sino repartiendo lo que realmente se ha ganado entre todos los participantes de forma proporcional por papeleta. Es la solución que defiende el dueño del Restaurante Ezequiel, el mayor empresario de la zona. Será 'por algo' que lo proponga sin pensárselo demasiado, una persona que está acostumbrada en manejar dinero en grandes cantidades.

La quita es el pájaro en mano. La codicia son los buitres volando... sin carnaza real que llevarse al pico, pero oscureciendo el cielo con desagradables gruñidos y destrozando la convivencia vecinal durante decenios.

Lo único que queda claro de este caso es que, como dicen muchos twiXteros: “Se acabaron los anuncios de la felicidad de compartir la Lotería Nacional”. Y la imagen de que “sólo el pueblo salva al pueblo”. Y el inocente cuento que nos queremos creer de la España solidaria, de paso.

Y que se está siendo extremadamente cruel con unos chavales ya tremendamente avergonzados por su fallo garrafal, que asumen una penitencia extremadamente cruel y que posiblemente su error les obligue a dejar el pueblo. Y eso sin considerar que lo más probable es que se acabó la Comisión de Fiestas para siempre, porque a ver quién es el guapo que continúa con ella en Villamnín visto lo visto.

Luego nos preguntamos el por qué se vacía la España interior.

Qué vergüenza.

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