X-Men '97: historia de una saga

En septiembre de 1963 aparecían publicadas las primeras aventuras de este grupo de superhéroes que, debido a una serie de mutaciones en su estructura genética, habían adquirido diversos y extraordinarios poderes. Sus creadores fueron Stan Lee, auténtico ideólogo y padre del universo Marvel, y Jack Kirby. A la hora de establecer los cimientos de la serie y perfilar los personajes el propio Stan Lee propuso la idea de que, tanto los héroes como los villanos de la historia, fueran mutantes. Antes de decidirse por el nombre de X-Men para la saga recién nacida, el editor Martin Goodman había rechazado el más evidente de Los Mutantes, considerando que tendría poco calado entre los lectores más jóvenes. En cualquier caso, lo que sí prendió fue el hilo argumental postulado por Lee y que presentaba la lucha entre dos grupos de mutantes: los reclutados por el Profesor X y que buscaban la integración con los humanos, y aquellos otros que eran vilmente adiestrados por Magneto para acabar con una raza humana que consideraban inferior y el mayor enemigo para su especie.
La trama de aquellos primeros números se presentó como una analogía de la tensión racial que se vivía en Estados Unidos por entonces, con sutiles pero innegables referencias que vinculaban a Magneto con Malcolm X y al Profesor X con Martin Luther King. La eterna lucha entre el bien y el mal que articulaba los relatos originales estaba claramente representada en los dos paradigmáticos personajes protagonistas. Y poco a poco fueron apareciendo nuevos mutantes que pasaban a engrosar las filas de uno u otro bando: Cíclope, Jean Grey, Ángel, Bestia, el Hombre de Hielo, Mercurio, Bruja Escarlata, Mímico, Kaos, Polaris, los Centinelas o el Monolito Viviente. Pero las aventuras de este primer grupo de superhéroes no consiguieron despertar el interés del público y, debido a sus escasas ventas, la revista tuvo que ser cancelada en el número 66.
Fue en 1975 cuando X- Men resurgió de sus cenizas para convertirse en uno de los cómics de mayor éxito que se han publicado desde entonces y en una inspiración para decenas de nuevos títulos. El culpable de los drásticos cambios que impulsaron de nuevo la serie y cimentaron una popularidad que llega a nuestros días fue el guionista Chris Claremont, un autor que encontró la fórmula mágica en una estrategia que ahora nos puede parecer una perogrullada pero que, hasta ese momento, no se había visto en el cómic americano: insuflar de humanidad a unos personajes demasiado planos y distantes. Al fin y al cabo, los superhéroes que habitan en las viñetas de un tebeo no son distintos de aquellos otros que encontramos en los poemas épicos o en las epopeyas griegas. Las historias de los cómics son una forma de mitología contemporánea y popular. Esos seres de apariencia humana que pueden volar, son indestructibles o poseen una fuerza sobrenatural, también son proyecciones alegóricas que brotan de la imaginación y nos permiten soñar con desafiar nuestra condición de seres mortales.
La última de las numerosas producciones audiovisuales (más allá del cine) que se ha detenido sobre las peripecias de estos seres mutantes es la de animación X-Men '97, un estupendo ejercicio nostálgico que actualiza la memorable serie original volviendo a los años 90 y presentando a unos personajes que, lejos de resultar tan planos como muchas veces han sido evocados, ahora respiran cierta complejidad. Los diez episodios de su primera temporada están inteligentemente armados a partir de unas tramas que rebosan acción, drama y humor. Ha sido una de las sorpresas de animación del año, una serie que nos muestra como se debe revitalizar un clásico desde un enfoque contemporáneo.