La utopía que nació en León, estrena libro pionero sobre palomares de España y sueña con un museo específico

Palomar octogonal de Nogales, en el municipio de Mansilla Mayor.

César Fernández

Para echar a volar esta utopía hubo primero que salvar la indiferencia. “Nadie hablaba entonces de palomares”, dice Irma Basarte para situarse en 2010 lanzando a través de su blog, denominado La utopía del día a día, la iniciativa para hacer un inventario de este tipo de construcciones en la provincia de León. Fue el primer paso de un largo camino que ahora llega a un hito importante como es la publicación de dos volúmenes de ejemplares singulares de España, el segundo dedicado íntegramente a Castilla y León, firmados por la propia Basarte y el alicantino José Benito Ruiz. Todavía quedaría otra meta: el acondicionamiento de un museo específico. Y el sueño quedaría redondo si el emplazamiento de ese espacio expositivo acabara siendo la misma tierra desde la que surgió una utopía que ha ido tomando cuerpo de realidad.

La utopía tuvo al principio aliados en cierto modo naturales: Irma Basarte cita la implicación desde del ILC (Instituto Leonés de Cultura) de Jesús Celis o de la etnógrafa Concha Casado, a la que se nombró presidenta de honor de la Asociación de Amigos de los Palomares de León. Otros aliados resultaron insospechados: como la pareja de holandeses que se interesaron y financiaron con 24.000 euros la rehabilitación del palomar del Monasterio de Carracedo, en esta localidad del municipio berciano de Carracedelo. El trabajo encontró su recompensa con un galardón de los Premios Palacio de Canedo que concede la Fundación Prada a Tope en materia de rehabilitación de muestras de arquitectura tradicional.

Con parte del importe del premio y habiendo ya afrontado la realización de un inventario que finalmente rondará las 1.400 construcciones en la provincia de León, Irma Basarte quemó una nueva etapa: puso imágenes para visibilizar esa realidad de la que nadie hablaba y estrenó la exposición Palomares en León, utopía en camino, una muestra con fotografías suyas y maquetas de José Antonio Carbajo que recorrió distintos puntos de la geografía leonesa y otros puntos como Madrid. Los palomares se empezaron a poner de moda: el Instituto Leonés de Cultura fue de las primeras instituciones en lanzar subvenciones para la recuperación de este tipo de construcciones y la revista National Geographic les dedicó un reportaje en 2018.

Y es que la utopía también ha sido una carrera contrarreloj. De origen romano, los palomares estaban en la Edad Media en manos de las clases privilegiadas. Utilizados para la cría de palomas y pichones, tuvieron su importancia en las economías domésticas. Además, el plumón se empleaba como aislante para hacer almohadas; y los excrementos, la palomina, incluso se aprovechaban por el nitrógeno para hacer pólvora en tiempos convulsos en la bahía de Cádiz. En la provincia de León la palomina tenía usos más ordinarios, fundamentalmente como abono para el campo. Fue el éxodo rural el que condujo al progresivo abandono de estas construcciones tradicionales que ahora se enfrentan al deterioro (muchos de esos 1.400 son apenas restos o ruinas) con riesgos añadidos como el de resultar pasto de concentraciones parcelarias. “De aquí a diez años van a desaparecer la mitad”, augura Basarte.

En un mismo pueblo te puedes encontrar con un palomar cuadrado y con otro rectangular. Los puedes encontrar de todas las maneras

Irma Basarte Coautora del libro 'Palomares singulares de España. Libro 1: Valor etnográfico y paisajístico'

La utopía tuvo también que sortear la coyuntura. José Benito Ruiz llamó a Irma Basarte para proponerle hacer un libro con textos y fotografías de palomares en 2021, con el mundo saliendo de la pandemia del coronavirus. Sin solución de continuidad, el mundo tuvo que afrontar en 2022 las consecuencias de la guerra de Ucrania. Como se disparó el precio de la gasolina, Basarte y Ruiz aprovecharon entonces para ir avanzando desde sus casas: ordenando documentación, rastreando bibliografía dispersa y diseñando el trabajo de campo con la elaboración de un mapa y geolocalizaciones.

La chispa que prendió en León se fue extendiendo entonces a otros territorios. Irma Basarte ya dominaba el terreno en la provincia hasta poder establecer algunas catalogaciones (la preponderancia del barro en la zona sur o de la piedra en El Bierzo o Cabrera) aun admitiendo la diversidad: “En un mismo pueblo te puedes encontrar con un palomar cuadrado y con otro rectangular. Los puedes encontrar de todas las maneras”. Y fue luego descubriendo su importancia en otros territorios identificados en el imaginario colectivo con los hórreos como Galicia o Asturias, ejemplares que “parecen catedrales” en la provincia de Albacete o paradojas como que en La Breña (Cádiz) se haya catalogado el más grande del mundo antes de que en Huelva se registrara el más grande de Europa.

Valor etnográfico y paisajístico

Se trata de la materia prima de Palomares singulares de España. Libro 1: Valor etnográfico y paisajístico, la primera parte de un trabajo monumental que han tenido que dividir en dos a la hora de afrontar la publicación. Basarte y Ruiz también se repartieron para abordar preferentemente sus zonas de influencia en un país que conserva palomares en todas sus comunidades autónomas. Ambos firman textos y fotos, en algunos casos ahora mejoradas para remarcar la potencialidad estética de unos elementos que, en ocasiones, se ensamblan perfectamente con paisajes de tonos diferentes según las latitudes.

La utopía fue cobrando forma hace unos días en una imprenta de Alicante. El resultado es ahora el primer tomo, un ejemplar de 320 páginas con prólogo de Jesús Celis y un mapa de geolocalización a través de un código QR que se puede adquirir en preventa por 38 euros antes de su lanzamiento junto con una colección de postales y un diploma de colaboración. A la espera de la segunda parte, Palomares singulares de España. Los palomares de Castilla y León, en la primera los lectores ya podrán encontrar referencias a la provincia de León como el del ejemplar de la Mezquita Ben-i-Mea, ubicado en la capital hasta la ejecución del aparcamiento subterráneo en la Plaza de San Marcelo, conocida popularmente como Plaza de las Palomas.

“Ha sido un trabajo duro, pero muy bonito”, resume Irma Basarte, que cuenta con su propio palomar en Santas Martas. El hilo que quedaría pendiente sería el de aprovechar toda esta tarea para poder acondicionar un museo específico. “Si León se estira, nosotros le donamos todo lo que necesiten y más”, promete con la esperanza de cerrar el círculo en algún punto de la provincia desde la que se lanzó una utopía en camino que ha volado como las palomas.

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