La película que recorre los campos de fútbol que quedaron en fuera de juego por la despoblación

Carlos García 'Kubala' (a la izquierda de oscuro) marca un gol en el campo La Herrera de Sabero.

César Fernández

Hubo un tiempo en el que en La Herrera, cercado con vallas perimetrales a imagen y semejanza del viejo San Mamés pero en la cuenca minera de Sabero, cabeceaba Santillana y driblaba Txetxu Rojo. En El Ferradal, levantado en Jiménez de Jamuz a fuerza de destinar fondos recaudados en el bar de la fiesta y actuaciones de teatro, el Carrizo de la Ribera se llevó un Seat Ibiza como premio por ganar un torneo. Muy cerca de allí, el equipo de Posada y Torre de la Valduerna aprovechaba sus iniciales para hacerse llamar el PTV en aquellos ochenta en los que el PSV Eindhoven de Ronald Koeman ganó una Copa de Europa. Los ecos de esos goles de domingo apenas resuenan ya en localidades lastradas por la despoblación, el pitido inicial de una película documental que no por casualidad dura 90 minutos. ‘Campos’, obra de los leoneses David Casado y Óscar Falagán que se proyecta este viernes 24 de febrero en León, escarba en esos escenarios de gloria en los que ahora se acumulan recuerdos y maleza.

La Herrera quiso ser una réplica tan exacta de San Mamés que hasta calcó sus dimensiones: 105 metros de largo por 68 de ancho. Los altos hornos de Bilbao fueron aquí el Pozo La Herrera (del que tomó nombre) y su castillete minero anexo a las instalaciones deportivas de Sahelices de Sabero, donde Carlos García ‘Kubala’ se recuerda con apenas 10 años viendo jugar como visitantes a Santillana y Txetxu Rojo antes de maravillarse por la tele con el Pelé del Mundial de México 70. “Había muchísimo ambiente. Era el ocio de los domingos”, cuenta sobre los tiempos gloriosos de la Sociedad Deportiva Hulleras de Sabero, constituida por la empresa minera homónima. Kubala fue precisamente uno de los trabajadores de la compañía afectados por el cierre de 1991 que situaba a la cuenca ante el abismo de una reconversión que, curiosamente, ha llegado al emblemático campo de fútbol al aprovecharse el solar para la instalación por parte de la empresa Tecoi de una fábrica de corte de chapa y aluminio.

“Si eso sirve para crear empleo y dar un poco de riqueza a la zona…”, sugiere García sin esconder que en los tiempos en los que el antiguo campo quedó sin actividad se sentaba en un pequeño graderío a evocar las tardes de domingo en las que los rivales llegaban con algo de miedo en el cuerpo, como si aterrizaran en territorio comanche. “Los de los equipos mineros parecía que teníamos cuernos”, constata. Fue a finales de los años sesenta cuando la empresa minera, tras cerrar una temporada con apenas siete puntos, liquidó el club. Y el Hulleras de Sabero resurgió de sus cenizas apenas unos años después ya desvinculado de la compañía como Olleros de Sabero para componer un pequeño trabalenguas y continuar durante unos años el idilio con el fútbol convertido también en reclamo social en unas zonas en las que el carbón alimentaba un despegue demográfico y económico.

El solar del antiguo campo de Sahelices de Sabero, en plena cuenca minera carbonera, ha vivido su propia reconversión al ser aprovechado para la instalación de una fábrica de corte de chapa y aluminio

Hulleras de Sabero cerró la mina en 1991. Kubala tuvo que trabajar unos años más, incluso en otra de las apuestas de la reconversión, el Museo de la Siderurgia y la Minería, donde incluso dio una charla titulada ‘Fútbol y mina’. Los dos conceptos tiran paredes en España, donde el deporte llegó primero de la mano de los mineros ingleses que trabajaron en Riotinto (Huelva) y luego de los trabajadores de los cargueros que llevaban el carbón con destino a los altos hornos de la ría de Bilbao, cuya ‘Catedral’ deportiva (el antiguo San Mamés) fue tomada como referencia a la hora de trazar el campo de La Herrera, donde los propios jugadores segaban la hierba en verano. Con la crisis del carbón llegó la despoblación. Y el dinero teóricamente destinado a la reconversión económica ha ido a parar en muchas de estas zonas a pabellones cubiertos sin usuarios mientras los antiguos campos de fútbol eran pasto del olvido y el deterioro. “Hay canchas, pero no hay niños”, remata Kubala, que jugó de portero y de delantero y al que la realidad le ha puesto en este caso la paradoja botando en el área.

De un corto a 90 minutos

Los campos de las cuencas mineras, también los de Laciana y los de Ciñera-Matallana, tienen su propia cancha en la película documental, que primero nació en la cabeza de David Casado hasta acabar implicando a Óscar Falagán, que ya contaba con la experiencia de rodar el documental ‘Vía Estrecha’ y otro sobre el Gran Premio de La Bañeza. Los dos llegaron a hacer un teaser hasta que en julio de 2021 se replantearon el tono tras el paso de Joan González por el Festival de Cine y Televisión Reino de León. Lo que en origen se concibió como un cortometraje se estiró hasta una película documental de 90 minutos, la duración de un partido de fútbol. La narrativa escapa de los formatos televisivos habituales llenos de entrevistas. “Buscamos la mayor naturalidad posible”, expone Falagán.

Como finalmente llegaron a un acuerdo con la Federación de Castilla y León de Fútbol en el marco de la celebración de su centenario, abrieron el foco para rodar en campos sin fútbol de cada una de las nueve provincias de la geografía autonómica. El resultado fue recorrer 15.000 kilómetros y prescindir de algunas de las historias ya grabadas en la provincia de León, donde conservaron el poder simbólico de las cuencas mineras en las que el carbón abrió y cerró oportunidades de desarrollo y campos de fútbol. Así fue el caso del Santa Bárbara de Ciñera de Gordón, donde el equipo de la Hullera Vasco-Leonesa podía poner cada domingo una vela a la patrona del sector con una plantilla con muchos mineros que llegó a ser en la temporada 1994-1995 el puntero de la provincia al aprovechar una renuncia para jugar en Segunda B, mientras la Deportiva Ponferradina y la Cultural Leonesa sufrían tiempos de vacas flacas en Tercera. Había días en que a los jugadores les tocaba bajar a la mina y subirse al autobús.

Los premios del Torneo de Jiménez de Jamuz resultaban tan sustanciosos que un año el vencedor, el Carrizo de la Ribera, se llevó un Seat Ibiza

La propia biografía de los autores les concedió la mejor asistencia para rodar otra historia singular en El Ferradal de Jiménez de Jamuz. Fue en 1977 cuando un pedregal se convirtió en campo de fútbol. “Estuvimos apañando las piedras una a una”, rememora José González sin dejar de citar las recaudaciones destinadas a levantar una instalación que se iba a convertir en epicentro social. “Por entonces se vivía para el fútbol. Íbamos a Villamañán y llenábamos un autobús hasta la bandera; a veces incluso llevábamos dos”, remarca. El Jiménez fue durante más de dos décadas equipo de regional ordinaria; y El Ferradal escenario de citas ahora envueltas en un halo mítico como aquel Torneo Hotachy (por la discoteca del mismo nombre) en el que el premio para el ganador era un Seat Ibiza al más puro estilo del televisivo ‘Un, dos, tres’.

David Casado llegó a jugar partidos de solteros contra casados en un campo que luego se quedó sin fútbol. “Fue la desaparición de una parte de mi infancia”, lamenta. Óscar Falagán encontró otro guiño al hallar un trofeo de subcampeón del Torneo de Jiménez de Jamuz en el bar de sus abuelos Toribio y María en Posada y Torre de la Valduerna, cuyo equipo de fútbol usaba las siglas PTV en la misma época en la que el PSV de los Países Bajos cerró al Real Madrid de la Quinta del Buitre el paso a la por entonces ansiada ‘séptima’ Copa de Europa. Grabado en las cuatro estaciones del año, el documental revela diferencias territoriales que afloran cuando en los campos crece una vegetación que resulta muy distinta en el Bierzo que en Valladolid.

La crónica del cierre es otra vez la de una provincia que envejece y se despuebla. “Antaño había gente incluso para hacer dos equipos. Y ahora no hay ni cuatro chavales. Hay zonas deportivas. Hay pabellón cubierto, frontón, canchas de tenis y de pádel. Pero no juega nadie. Antes no teníamos medios y ahora no hay gente”, contrasta José González, que fue jugador y entrenador de fútbol y ahora, ya jubilado, aprovecha las instalaciones esporádicamente para entrenar con sus palos de golf, cuenta por teléfono tras ver cómo muchos años después están arando el escenario de aquellas míticas tardes de domingo. ¿Será ‘Campos’ una prórroga para El Ferradal?

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