Un profesor de la ULE asegura la variación genética de las especies más consumidas para evitar problemas, como hambrunas

Pedro García, profesor de Genética de la ULE

Dicyt

En la década de 1960, un hongo arrasó el 70 por ciento de la producción de maíz de Estados Unidos. En este caso, dada la potencia económica del país, el hecho no generó una hambruna, sin embargo, de haber ocurrido en otro punto del planeta más desfavorecido y con escasez de alimentos quizá hubiese provocado problemas. Debido a las buenas condiciones que ofrecen los cultivos de las especies más consumidas en la agricultura se están utilizando siempre las mismas variedades, lo que puede conllevar una pérdida de variación genética que es necesario paliar, dado que si una enfermedad como el hongo del maíz afectara a una de éstas, podría producirse una carencia de ese alimento.

Cualquier posible cambio ambiental, “como se prevé en el futuro”, o cualquier plaga o enfermedad puede hacer que todos estos cultivos se vean afectados, por lo que es necesario garantizar una variación genética, ha destacado en declaraciones a DiCYT Pedro García, profesor titular de Genética de la Universidad de León (ULE), para quien las especies silvestres de las que proceden las especies cultivadas, y aquellas que están estrechamente relacionadas, representan una fuente esencial de genes que pueden utilizarse para mejorar los cultivos, es decir, para hacer más resistentes las variedades mayoritariamente usadas y así evitar las consecuencisa de una posible enfermedad.

La conservación de las especies emparentadas con los cultivos ha sido una actividad marginal durante mucho tiempo, puesto que la financiación se dirigía fundamentalmente a especies silvestres amenazadas o a la adquisición de germoplasma de especies cultivadas. En la última década eso ha cambiado, como se recoge en la Estrategia Mundial para la Conservación de las Especies Vegetales 2011-2020, que en uno de sus objetivos fija la necesidad de lograr la conservación de al menos el 70 por ciento de la diversidad genética de los cultivos, así como de las especies silvestres con las que están emparentados.

Según asegura García en la presentación de la ponencia que pronunciará esta tarde, este cambio de actitud se debe en parte a una mejor percepción de la importancia de especies como el arroz, el trigo o el maíz para la futura seguridad alimentaria, dentro de un mundo con una alimentación cada vez más globalizada. “Esto hace que cada vez dependamos más unos de otros, lo que hace necesario asegurar una variación genética de la que poder echar mano” ante una circunstancia especial, ha apuntado el experto, cuya intervención lleva el título Evaluación de recursos fitogenéticos en poblaciones silvestres de avena y lenteja.

Bancos de germoplasma

Una de las herramientas a las que se recurre para lograr este fin es la de los bancos de germoplasma. En caso de que se produzca una circunstancia que pueda poner en peligro la seguridad alimentaria, como en el caso de la del maíz de Estados Unidos, se buscaría en ellos alguna variedad resistente a la enfermedad. “Una vez que se encontrara, a partir de ella se mejorarían las variedades que se estuvieran cultivando. Es decir, se trataría de introducir la característica de resistencia a las variedades más productivas a través de un proceso de mejora genética clásica. Con esto se conseguiría que furan más resistentes”, ha expuesto.

Una vez que las semillas llegan a un banco de germoplasma, se procede a desecarlas y tras la culminación del proceso se les almacena en frío. De este modo, se consigue que se conserven con las mismas propiedades durante cientos de años, ha incidido

En su ponencia de esta mañana, Celia de la Cuadra, del Centro Nacional de Recursos Fitogenéticos INIA, con sede en Alcalá de Henares (Madrid), ha valorado la importancia de los bancos de semillas en la conservación de estos recursos fitogenéticos, es decir, los que poseen un valor económico para la humanidad.

Para la utilización “más o menos inmediata” de los recursos fitogenéticos, en España existe una red nacional de bancos activos. Asimismo, el Centro Nacional de Recursos Fitogenéticos al qu epertenece mantiene actualizado un inventario nacional público y gestiona el banco base nacional de semillas, que asegura la conservación a largo plazo de estas especies importantes para la agricultura y la alimentación.

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