El oso pardo, el rey de los montes de León
Si se recorre la provincia de León, es fácil darse cuenta de la inmensa variedad de paisajes y ecosistemas que la hacen única. Desde los picos nevados de los Ancares y Picos de Europa, hasta los bosques de ribera que acompañan a los ríos Esla y Órbigo. Aquí conviven lobos, ciervos, jabalíes, nutrias, urogallos y, por supuesto, como un gran protagonista, el oso pardo cantábrico.
Este plantígrado, que en otros tiempos era dueño y señor de las montañas del norte de España, ha pasado por una travesía complicada. Hasta no hace tanto, el oso era considerado una amenaza. En los pueblos de montaña, se les veía como un peligro para el ganado y las colmenas. Durante siglos, fueron cazados sin piedad.
A finales del siglo XX, cuando quedaban poco más de 50 en toda la Cordillera, se encendieron todas las alarmas. Ahí empezó una carrera contra el tiempo para salvarlos. Se prohibió la caza, se crearon patrullas de seguimiento y se trabajó en la restauración de su hábitat. Y funcionó, ya que no sólo ha resistido, sino que ha empezado a recuperar su territorio.
Según Patrimonio Natural de Castilla y León, hoy, la población en la Cordillera Cantábrica ronda los 230-270 ejemplares, con unos 140 en la zona occidental (León y Asturias) y unos 40 en la oriental (Palencia, León y Cantabria). No es una cifra espectacular, pero es una mejora enorme comparada con hace 30 años.
Un superviviente muy sigiloso
Hablar de osos pardos en León no es lo mismo que hablar de osos en Canadá o Rusia. Aquí no hay grandes extensiones de bosque virgen donde campen a sus anchas. Nuestro oso es más bien un maestro del sigilo. No es fácil verlos, aunque hay empresas que se dedican a ello. Pero lo más probable es que si caminas por los montes de la provincia, es que él te haya olido y se haya alejado antes de que tú notes su presencia. Y eso que no son pequeños, precisamente. Los osos machos pueden pesar unos 200 kilos, pero no todos alcanzan ese tamaño. Las hembras son más pequeñas, rondando los 100-150 kilos.
Son omnívoros, aunque su dieta tiene poco de feroz: bayas, frutos, raíces, miel, insectos... y, de vez en cuando, un animal pequeño. Cuando la comida escasea, promovido principalmente por el cambio climático, se las ingenian para rebuscar entre lo que encuentran en los colmenares (lo que supone una pelea constante con los apicultores de la zona) o incluso en algún vertedero mal gestionado (hay varios vídeos que han captado su presencia de madrugada en localidades como Villablino). En invierno, muchos hibernan. Pero no todos. Si el invierno es suave y encuentran alimento, pueden seguir activos, aunque reducen su actividad.
El peligro para el oso pardo ya no es la caza. Ahora hay otros problemas: cada vez hay más infraestructuras en la montaña, y eso dificulta la expansión de la especie; algunos proyectos, como los parques eólicos, han sido polémicos porque afectan zonas clave para los osos; y como no, cada vez hay más gente que quiere ver osos, si esto no se hace con cuidado, puede generar molestias a los animales.
Un espécimen difícil de ver
Con respecto al último reto al que se enfrenta el oso actualmente, hay algunos lugares clave en la provincia para poder intentar ver a este majestuoso animal, pero siempre con ayuda de unos buenos prismáticos y todo el respeto más absoluto para no interferir en su vida. Aquellos que quieran contemplarlos tienen que saber que los avistamientos más frecuentes ocurren al amanecer o al atardecer, cuando salen a buscar comida. En primavera, las osas con crías pueden verse en prados abiertos, mientras que en otoño los osos se acercan más a los árboles frutales.
- Alto Sil: posiblemente el mejor sitio. La zona de Villablino, Palacios del Sil y Páramo del Sil ha sido tradicionalmente un bastión de esta especie.
- Los Ancares y Laciana: fronterizos con Galicia y Asturias, albergan una gran parte de la población osera.
- Montaña de Riaño: menos conocida como refugio de osos, pero con presencia comprobada.
El oso pardo ha demostrado ser un superviviente. Ha vuelto a los bosques leoneses y quiere quedarse. Pero su historia aún no está escrita del todo. Si queremos que siga aquí dentro de 50 años, tendremos que seguir trabajando para que su hogar, los bosques y montañas de León, sigan siendo un lugar donde pueda vivir en paz. Porque, al final, proteger al oso pardo es proteger algo mucho más grande: el equilibrio natural de nuestra tierra.