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La avenida de San Marcos en León: de gran vía comercial a la decadencia tras la oleada de cierres y jubilaciones

Antes de la llegada de las grandes compañías como Inditex a la ciudad de León que se instalaron en centros comerciales y en la Avenida Ordoño II, el comercio en la capital de la provincia estaba repartido en diferentes calles del centro ocupadas por locales de pequeño comercio. Una de las calles centrales de ese comercio de cercanía era Gran Vía de San Marcos, una gran vena que conecta Santo Domingo con la plaza del parador. Decenas de pequeños negocios se asentaban por entonces en una avenida que ahora ve cómo, poco a poco, van cerrando para probablemente no reabrir.
Ya sea por la falta de viabilidad económica del negocio o por la jubilación de sus dueños, ya son 25 los locales cerrados. Algunos tan reconocidos por los leoneses como las zapaterías Sabugo, Tengo Dos o la joyería Fermín en cuyos escaparates se leen los reclamos ‘se vende’, ‘se alquila’ o ‘se traspasa’. Una avenida que nunca se llegó a recuperar de la crisis de 2008 y cuyos residentes son en gran parte pensionistas; dependiendo del tramo el porcentaje de jubilados en 2019 llegaba hasta el 36% del total. A pesar de ser una calle en la que sus residentes superan de media los 40.000 euros anuales, al haber una gran parte de pensionistas el gasto comercial es mucho menor, dentro del comportamiento típico de este tipo de consumidor, más centrado en el ahorro.
Algunos negocios superan los 50 años, como el de Lanas Lany cuya dueña, Mari Carmen, se jubila y traspasa el negocio sin que todavía haya llegado alguien que se interese por él. Ella ya ha perdido la esperanza de que alguien continúe con la tienda de lanas: “El dueño del local insiste en que lo anuncie y se ha ofrecido a bajar la renta porque le da pena que un negocio como este se acabe. Incluso yo, aunque me jubile, no me importa acompañar al que venga, y si no esté muy ducho en llevar el negocio, puedo enseñarle cómo funciona… De momento no ha llegado nadie y si pasa el invierno y no sale nada pues liquido y me voy”, cuenta.
“Las cosas están muy mal en la zona, hay muchos locales cerrados y además tampoco está el mercado que atraía a mucha gente. Siento que desaparece el pequeño comercio aquí en Ordoño y en todas partes de la ciudad”, lamenta la dueña de la tienda, aludiendo al desplazamiento del mercado de la cercana Plaza de Colón a Papalaguinda.
La gran presencia de pensionistas en la calle, y en toda la ciudad de León, hace que los negocios de este tipo sean fundamentales para los más mayores, que no tienen la capacidad de hacer pedidos online ni confían en el pago a través de internet.
A pesar de todo, el negocio de Lanas Lany va mucho más allá, ya que sirve de escuela para que los clientes aprendiesen a tejer con los consejos de Mari Carmen: “Ha habido momentos en esta tienda, que es muy pequeña, en la que esperaban las clientas en la avenida porque no cabía más gente dentro. Ahora con las ventas en internet la gente recibe la lana en casa, los que siguen viniendo para que yo les enseñe y les de indicaciones”.

Y así lo hace cuando entra una clienta con una prenda que está elaborando. Lleva años viniendo, desde antes de que Mari Carmen se hiciera cargo del negocio, hace 15 años, que ya llevaba la antigua dueña desde hacía 40. “No quiero pensar lo que vamos a hacer cuando la tienda esté cerrada”, afirma al ser preguntada al respecto.
Ciertamente, la llegada de las grandes cadenas comerciales como Inditex, cuyas marcas han tomado los locales de la avenida Ordoño II, han dañado mucho a todos los negocios relacionados con lo textil. Otro ejemplo de ello se encuentra justo enfrente de la tienda de lanas, es ‘El oso con botas’, un negocio de ropa para niños que también tiene colgado el cartel de ‘se traspasa’ por la jubilación de la dueña: “Me viene gente que me dice que el precio de los pijamas es muy alto comparado con los que encuentran en Primark. Yo ya les digo que la calidad no tiene nada que ver, pero a la gente eso ya no le importa”, cuenta.
El abandono del centro
Lleva quince años trabajando en la avenida, diez en este negocio y otros cinco en una tienda de muebles que se encontraba en el espacio que ahora ocupa un local de apuestas. Un resumen de lo que sucede en Gran Vía de San Marcos donde muchos negocios que prevalecen son franquicias o bancos. También la hostelería aguanta la debacle, con varios bares y cafeterías en pleno funcionamiento a lo largo de la avenida.
Tampoco ella encuentra relevo para su negocio después de meses con el cartel de 'se traspasa' en el escaparate; ni ella ni la joyería Fermín, que ya lleva mucho más tiempo completamente cerrada. Para esta autónoma, los pequeños comercios del centro están quedando cercados frente al apoyo a los centros comerciales en León. Este verano, sin ir más lejos, se anunció la apertura del cuarto en el municipio, en el barrio de La Lastra: “Están abriendo tiendas fuera del centro, cuando aquí ya vive gente muy mayor que no se pueden desplazar y necesitan tiendas cerca. Es diferente a los jóvenes, que pasan el día en el centro comercial. Los mayores no tienen esa opción”.
Además, la dueña apunta a las reformas del Parador de San Marcos como otro motivo que ha dañado de forma colateral a la avenida, con la reducción del flujo de turistas: “El declive de esta avenida empezó cuando cerraron San Marcos porque movía mucho turismo. La gente venía a comprar alguna cosa a esta calle porque se la llevaban de regalo. Ya no venía nadie y eso nos empezó a hundir. Yo soy de las menos perjudicadas porque me jubilo, pero mucha gente ha tenido que cerrar porque hay meses que no se saca adelante”.

Entre los que aguantan está Fernando, el dueño de La Aceña, una tienda de alimentación que ha abierto en diciembre de este año con su mujer. Este recién llegado a la avenida, pero ya veterano como autónomo, es consciente de la dificultad de llevar adelante el negocio: “Aquí es muy complicado, la gente pasa pero gasta lo justo, como todos. Para nosotros el pan es el gancho para que la gente entre, pero con eso no ganas nada. No sacas ni veinte céntimos de beneficio con una barra de pan”.
Para él la zona “está acabada”, aunque no se plantea trasladar el local a otro punto de la ciudad, a la espera de que pasen unos años y llegue su jubilación: “No me cambio de calle porque no me quejo de mi clientela. El problema es que no voy a ganar dinero. Esta calle no tiene futuro pero yo ya tengo 57 años y lo que estoy es esperando que llegue el momento de jubilarme”, explica.
La solución a este declive es clara para la dueña de ‘El oso con botas’, y pasa por reforzar al comercio del centro: “Las instituciones, como el Ayuntamiento, no motivan al centro. Hay que promocionarlo. Estamos aquí y nadie nos ayuda ni nos da facilidades”, zanja esta autónoma, como último clamor de un tipo de comercio en extinción.